27 de diciembre de 2010

Déjame, Señor, poner mi cabeza en tu costado...


Tú que revelaste a Juan
tus misterios más secretos
y los altos vericuetos
que mis ojos no verán,
haz que yo logre entender
cuanto Juan nos ha contado.
Déjame, Señor, poner
mi cabeza en tu costado.

Tú que en el monte Calvario
entre sus manos dejaste
el más santo relicario:
la carne donde habitaste;
tú que le dejaste ser
el hijo bien adoptado,
déjame, Señor, poner
mi cabeza en tu costado.

Y tú, Juan, que a tanto amor
con amor correspondiste
y la vida entera diste
por tu Dios y tu Señor,
enséñame a caminar
por donde tú has caminado.
Enséñame a colocar
la cabeza en su costado. Amén.

25 de diciembre de 2010

24 de diciembre de 2010

El sueño de la Virgen María...


"José, anoche tuve un sueño muy extraño, como una pesadilla. La verdad es que no lo entiendo. Se trataba de una fiesta de cumpleaños de nuestro Hijo.

La familia se había estado preparando por semanas decorando su casa. Se apresuraban de tienda en tienda comprando toda clase de regalos. Parece que toda la ciudad estaba en lo mismo porque todas las tiendas estaban abarrotadas. Pero algo me extrañó mucho: ninguno de los regalos era para nuestro Hijo.

Envolvieron los regalos en papeles lindísimos y les pusieron cintas y lazos muy bellos. Entonces los pusieron bajo un árbol. ¡Sí!, un árbol, José, ahí mismo dentro de su casa. También decoraron el árbol; las ramas estaban llenas de bolas de colores y ornamentos brillantes. Había una figura en el tope del árbol. Parecía un angelito. Estaba precioso.

Por fin, el día del cumpleaños de nuestro Hijo llegó. Todos reían y parecían estar muy felices con los regalos que daban y recibían. Pero fíjate José, no le dieron nada a nuestro Hijo. Yo creo que ni siquiera lo conocían. En ningún momento mencionaron su nombre. ¿No te parece raro, José, que la gente pase tanto trabajo para celebrar el cumpleaños de alguien que ni siquiera conocen? Me parecía que Jesús se habría sentido como un intruso si hubiera asistido a su propia fiesta de cumpleaños.

Todo estaba precioso, José y todo el mundo estaba tan feliz, pero todo se quedó en las apariencias, en el gusto de los regalos. Me daban ganas de llorar que esa familia no conocía a Jesús. ¡Qué tristeza tan grande para Jesús - no ser invitado a Su propia fiesta!

Estoy tan contenta de que todo era un sueño, José. ¡Qué terrible si ese sueño fuera realidad".

23 de diciembre de 2010

"O Emmanuel,...


... Rex et legifer noster,
exspectatio gentium,
et Salvator earum:
veni ad salvandum nos, Domine Deus noster.”


“Oh Emmanuel,
Rey y Legislador nuestro,
Esperanza de las naciones
y Salvador de los pueblos:
ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.”

22 de diciembre de 2010

"O Rex Gentium,...


... et desideratus earum,
lapisque angularis,
qui facis utraque unum:
veni et salva hominem,
quem de limo formaste.”


“Oh Rey de las naciones
y Deseado de los pueblos,
Piedra angular de la Iglesia,
que haces de los dos pueblos uno solo:
ven y salva al hombre
que formaste del barro de la tierra.”

21 de diciembre de 2010

"O Oriens,...


... splendor lucis aeternae,
et sol justitiae:
veni, et illumina sedentes in tenebris,
et umbra mortis.”


“Oh Sol naciente,
Esplendor de la Luz eterna
y Sol de justicia:
ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte.”

20 de diciembre de 2010

"O Clavis David,...


... et sceptrum domus Israel;
qui aperis, et nemo claudit;
claudis, et nemo aperit:
veni, et educ vinctum de domo carceris,
sedentem in tenebris, et umbra mortis.”


“Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel,
que abres y nadie puede cerrar,
cierras y nadie puede abrir,
ven y libra a los cautivos
que viven en tinieblas y en sombra de muerte.”

19 de diciembre de 2010

"O Radix Jesse,...



… qui stas in signum populorum,
super quem continebunt reges os suum,
quem gentes deprecabuntur:
veni ad liberandum nos, jam noli tardare.”



“Oh Renuevo del tronco de Jesé,
que te alzas como un signo para los pueblos,
ante quien los reyes enmudecen
y cuyo auxilio imploran las naciones:
ven a librarnos, no tardes más.”

18 de diciembre de 2010

"O Adonai,...


...et Dux domus Israel,
qui Moysi in igne flammae rubi apparuisti,
et in Sina legem dedisti:
veni ad redimendum nos in bracchio extento.”



“Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel,
que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente
y en el Sinaí le diste tu ley:
ven a librarnos con el poder de tu brazo.”

17 de diciembre de 2010

"O Sapientia,...


...quae ex ore Altissimi prodiisti,
attingens a fine usque ad finem,
fortiter suaviterque disponens omnia:
veni ad docendum nos vias prudentiae.”



“Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo,
abarcando del uno al otro confín
y ordenándolo todo con firmeza y suavidad:
ven y muéstranos el camino de la salvación.”

Las Antífonas de la O.


Hoy, 17 de diciembre, como cada año y ya cercanos a la Navidad, comenzamos con la liturgia de toda la Iglesia a recitar las llamadas “Antífonas de la O”.

Como nos dice el P. José Aldazabal, las “Antífonas de la O” son siete, y la Iglesia las canta con el Magnificat del Oficio de Vísperas desde el día 17 hasta el día 23 de diciembre. Son un llamamiento al Mesías recordando las ansias con que era esperado por todos los pueblos antes de su venida, y, también son, una manifestación del sentimiento con que todos los años, de nuevo, le espera la Iglesia en los días que preceden a la gran solemnidad del Nacimiento del Salvador.

Se llaman así porque todas empiezan en latín con la exclamación «O», en castellano «Oh». También se llaman «antífonas mayores».

Fueron compuestas hacia los siglos VII-VIII, y se puede decir que son un magnífico compendio de la cristología más antigua de la Iglesia, y a la vez, un resumen expresivo de los deseos de salvación de toda la humanidad, tanto del Israel del A.T. como de la Iglesia del N.T.

Son breves oraciones dirigidas a Cristo Jesús, que condensan el espíritu del Adviento y la Navidad. La admiración de la Iglesia ante el misterio de un Dios hecho hombre: «Oh». La comprensión cada vez más profunda de su misterio. Y la súplica urgente: «ven»

Cada antífona empieza por una exclamación, «Oh», seguida de un título mesiánico tomado del A.T., pero entendido con la plenitud del N.T. Es una aclamación a Jesús el Mesías, reconociendo todo lo que representa para nosotros. Y termina siempre con una súplica: «ven» y no tardes más.

O Sapientia = sabiduría, Palabra.
O Adonai = Señor poderoso.
O Radix = raíz, renuevo de Jesé (padre de David).
O Clavis = llave de David, que abre y cierra.
O Oriens = oriente, sol, luz.
O Rex = rey de paz.
O Emmanuel = Dios-con-nosotros.

Leídas en sentido inverso las iniciales latinas de la primera palabra después de la «O», dan el acróstico «ero cras», que significa «seré mañana, vendré mañana», que es como la respuesta del Mesías a la súplica de sus fieles.

Se cantan -con la hermosa melodía gregoriana o en alguna de las versiones en las lenguas modernas- antes y después del Magnificat en las Vísperas de estos siete días, del 17 al 23 de diciembre, y también, un tanto resumidas, como versículo del aleluya antes del evangelio de la Misa.

8 de diciembre de 2010

Sin pecado concebida...


"Santísima Virgen María,
yo creo y confieso
vuestra Santa e Inmaculada Concepción,
pura y sin mancha.

¡Oh Purísima Virgen!,
por vuestra pureza virginal,
vuestra Inmaculada Concepción
y vuestra gloriosa cualidad de Madre de Dios,
alcanzadme de vuestro amado Hijo
la humildad, la caridad, una gran pureza
de corazón, de cuerpo y de espíritu,
una santa perseverancia en el bien,
el don de oración,
una buena vida
y una santa muerte.
Amén"

6 de diciembre de 2010

Un regalo de Dios al mundo...


Hace poco más de un mes, terminé de leer un libro titulado “El secreto del Padre Pío”, del italiano Antonio Socci. El autor, con esta obra, nos acerca a la figura del padre Pío de Pietrelcina, conocido como el “fraile de los estigmas”, aunque a decir verdad, sigue siendo aún, un desconocido para muchos.

Socci, entre otras cosas destaca la gran riada humana que se desplazaba en vida de padre Pío hasta San Giovanni Rotondo, atraídas por esas impresionantes marcas del crucifijo, impresas en las carnes de aquel pobre fraile del Gárgano.

Efectivamente, una infinidad de personas se sintió atraídas por ese fraile, lo buscaron y se reunieron con él en aquella perdida aldea. Un fraile que vivió oculto y silencioso. Su vida transcurrió en unos pocos metros cuadrados, entre su celda, el altar y el confesionario del convento, alguien que no hizo nada para convocar a tantas personas, ni discursos, ni simposios, ni iniciativas públicas, ni entrevistas, ni libros, sino que se limitó a celebrar la Santa Misa y, sobre todo, a confesar entre quince y diecinueve horas al día y a rezar incansablemente durante horas y horas evitando el dormir y el comer durante años, especialmente después de la estigmatización. Así fue su vida durante cincuenta años, salvo los periodos en los que las persecuciones eclesiásticas se lo prohibieron.

Era tal la evidencia de santidad de padre Pío, que en tiempos del papa Benedicto XV, y siendo aún un joven fraile de apenas 32 años, se llegó a decir de él; “Un hombre verdaderamente extraordinario, de esos que Dios manda de tanto en cuanto a la tierra para convertir a los hombres”.

Es inimaginable la cantidad de personas que acudían al padre Pío y que se convirtieron a través de él, en años en los que las iglesias y los seminarios se vaciaban y en donde miles de sacerdotes dejaban el ministerio.

Como ejemplo, nos sirve el hecho de que en el año 1967, un año antes de su fallecimiento, cuando su estado de salud era ya extremadamente precario, se ha calculado que en esos doce meses confesó a unas quince mil mujeres y diez mil hombres.

Podemos imaginarnos rápidamente, cuál podrá ser el total de cincuenta años de misión. De hecho, se ha calculado que hubo unos dos millones de personas, que se le acercaron personalmente pidiendo consejo, petición o confesión y que superan los diez millones quienes acudieron a San Giovanni Rotondo para asistir a sus misas.

Son verdaderamente cifras inauditas, especialmente si nos ponemos a considerar aquellos tiempos y las dificultades de desplazamiento. Después de su muerte, acaecida el 23 de septiembre de 1968, una auténtica marea humana será la que viaje cada año hasta el convento de San Giovanni Rotondo y se arrodille ante su tumba. Hace cuatro años, en el 2006, fueron cerca de seis millones los peregrinos que pasaron por su tumba, un numero parecido al de quienes viajaron a Tierra Santa.

Se calcula también, que en el espacio de veinticinco años, desde 1968, año de su muerte hasta 1993, la tumba del Padre Pio fue visitada por alrededor de cincuenta millones de personas, sí, cincuenta millones de peregrinos procedentes de todas las partes del mundo que han subido hasta esa aldea para rezar ante su tumba y obtener algún favor del Cielo mediante su intercesión.

Pero no solo los que iban, sino también los que se dirigían a padre Pío desde bastante lejos. Miles y miles eran las cartas que cada año llegaban a sus manos. En solo seis años, recibió un total de 1.014.469 cartas. Si esta cifra se multiplica por cincuenta años de misión, descubrimos que decenas de millones de personas se han puesto en contacto desde lejos con el padre Pío, para pedir su intercesión ante dificultades o para agradecerle simplemente las gracias recibidas.

La devoción al padre Pío es tal, que su canonización ha sido la más numerosa de la historia de la Iglesia, y según reveló una encuesta realizada en octubre de 2006, el padre Pío, es el santo más invocado y venerado en la Iglesia.

En efecto, nadie que acuda a San Giovanni Rotondo regresa con las manos vacías, y yo personalmente puedo dar fe de ello. En el mes de septiembre, hace unos tres meses, tuve la gran oportunidad de estar cinco días como peregrino en San Giovanni Rotondo y pude comprobar directamente todo esto y mucho más...

Y termino con las mismas palabras que el Cardenal Siri dijo en su día sobre el padre Pío: “El padre Pío ha sido el mayor místico de nuestro tiempo y uno de los hombres más grandes de la historia de la Iglesia”.

San Pío de Pietrelcina, ruega por nosotros. Amén

29 de noviembre de 2010

Para pensar...


La pasada semana, durante los Ejercicios Espirituales a los que asistí con un grupo de compañeros, el sacerdote que nos daba las meditaciones, nos contó una historia de esas que nos hacen reflexionar, y que hace ya algunos años que escuché. Tal vez, ya muchos la conocéis, pero para los que no, dice así:

“Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora.

La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo.

Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera. Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario.

Imprevistamente, la señora observó como aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente.

La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado; así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.

Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió.

La señora ya enojada, tomó una nueva galleta y con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.

El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta.

La señora cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente.

Finalmente, la señora se dio cuenta de que en el paquete solo quedaba la última galleta. “No podrá ser tan descarado”, pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas.

Con calma el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad. Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco.

- ¡Gracias! – Dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad.

- De nada. – Contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad. Entonces el tren anunció su partida…

La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en él andén y pensó:“¡Que insolente, qué mal educado, qué ser más despreciable!”.

Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado.

Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletas INTACTO”.

Ciertamente, esto no deja de ser una historia, pero muy cercana a nuestra realidad. Cuantas veces nuestros prejuicios, nuestras decisiones apresuradas nos hacen valorar erróneamente a las personas y cometer las peores equivocaciones. Cuántas veces la desconfianza, ya instalada en nosotros, hace que juzguemos, injustamente a personas y situaciones, y sin tener aun el por qué, las encasillamos en ideas preconcebidas, muchas veces tan alejadas de la realidad que se presenta.

Así, por no utilizar nuestra capacidad de autocrítica y de observación, perdemos la gracia natural de compartir y enfrentar situaciones, haciendo crecer en nosotros la desconfianza y la preocupación. Nos inquietamos por acontecimientos que no son reales, que quizás nunca lleguemos a contemplar, y nos atormentamos con problemas que tal vez nunca ocurrirán.

Que este tiempo de Adviento que ayer comenzábamos, nos ayude a profundizar en nuestras actitudes como cristianos, a crecer en Amor y Esperanza, y a vivir las próximas fiestas de la Navidad del Señor, con el Señor de la Navidad.

27 de noviembre de 2010

Míranos, ¡oh, Milagrosa!.


Míranos, ¡oh, Milagrosa!
Míranos, Madre de amor.
Míranos, que tu mirada
nos dará la salvación.

Son tus ojos los luceros
que en la noche del dolor,
dan aliento y esperanza
al humano corazón.

De tus manos extendidas
brotan rayos de fulgor:
son las gracias escogidas
que a tus hijos da el Señor.

¡Milagrosa! la plegaria
que a ti sube en un cantar,
a nos, vuelva transformada
en celeste bendición.

Te coronan las estrellas
con un nimbo de esplendor:
eres Reina de belleza,
de bondad y de perdón.

20 de noviembre de 2010

¿Qué significa llevar la cruz?


Esta mañana, un amigo al que le tengo un cariño especial, una de esas personas estupendas que aparecen en nuestras vidas sin buscarlas y menos aún, sin esperarlas, me llamó por teléfono y estuvimos charlando un buen rato, y entre otras cosas que no vienen a cuento, me recordaba lo que yo muchas veces le repito, de que todos, en nuestras vidas de cristianos, tenemos que llevar de una forma u otra, la cruz de cada día, y siempre con alegría.

Y queridos amigos, es que nuestro Señor Jesucristo ya nos lo dice en el Evangelio: “El que no lleva su cruz y viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío”. (Lucas 14, 27).

Los discípulos comprendieron pronto el alcance de aquellas palabras del Maestro. Seguramente sabían, que los criminales, en esos tiempos eran ejecutados en una cruz, y por tanto, sabían de sobra, que llevar la cruz significaba una sola cosa: un viaje a la muerte. Y es que el discípulo de Jesús que lleva la cruz muere a la vida pasada y entra en una nueva vida, la vida de Cristo. Es una vida con Cristo crucificado, una vida en la que la voluntad de Dios está siempre por encima de cada cosa que emprendemos. Es seguir a Cristo en el camino de la negación propia, aceptar el sufrimiento como parte de la vida.

De esta manera, una vez aprendida y aceptada la aplicación de la cruz a la vida personal, queda resuelto el problema de la toma de decisiones en la vida diaria. Mi deseo ya no está centrado en lo que quiero hacer, sino en lo que es bueno y perfectamente aceptable hacer según la voluntad de Dios para mi vida. Llevar la cruz significa, morir a uno mismo y nacer para Dios en Cristo.

Llevando la cruz morimos al hombre viejo, que consistía en marchar al ritmo del mundo. Ahora, el nuevo hombre ve al mundo de otra manera, desde la aceptación de la voluntad de Dios en cada momento.

La vida del cristiano no es fácil, y esto lo sabemos de sobra. Nadie llega jamás a ser discípulo de Cristo y vivir a su vez una vida fácil y cómoda, al margen de sufrimientos y contrariedades. Jamás se encontrará un verdadero discípulo de Cristo viviendo cómodamente la vida, sino preocupado por el cumplimiento fiel de su misión bien sea como casado, soltero o célibe.

Ser cristiano, entre otras cosas, es saber llevar nuestra cruz y la de los demás, aceptando con amor y esperanza, no con resignación, las contrariedades de cada jornada, mirando en la Cruz al Crucificado, al autor de nuestra salvación que por nosotros murió, y como nos dice el apóstol, más aún, resucitó.

En la Cruz está la salvación, de la Cruz nos vino la salvación. Cristo la abrazó hace más de dos mil años, y salió victorioso, a nosotros nos toca cada día, ahora, en este momento…y saldremos también victoriosos junto con Él.

En definitiva, y como se suele decir; “Ninguna joya puede ser pulida sin fricción, ni el hombre perfeccionarse (ser santo) sin dificultades (sin las pequeñas o grandes cruces de cada día)”.

19 de noviembre de 2010

¿Qué es el dolor?...


En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?.

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?.

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta. Amén.

17 de noviembre de 2010

"Reza, ten fe y no te preocupes"...



Estas son las mismas palabras que a modo de consejo Padre Pío daba a sus hijos espirituales y a cuantos se acercaban a contarle sus problemas y preocupaciones.
Hoy, durante la oración de la tarde, me venian al pensamiento varias personas y amigos que sé que tienen en sus vidas tantas preocupaciones y sufrimientos que no les dejan vivir ni dormir en paz, y recordaba aquella escena del clásico "Diario de un cura rural" en donde un joven sacerdote recién ordenado, al llegar las dificultades propias del ministerio, entraba en una crisis de fe que llega a replantearse su vocación sacerdotal, y al entrar en diálogo con un sacerdote mayor, este le dice; "sufres más que rezas", invitándolo a ponerse más en manos de Dios y abandonarse a su divina voluntad, antes que dar vueltas sobre si mismo y llenarse de confusión.
Estas palabras, desde que vi esta fenomenal película, las llevo presente en mi vida sacerdotal, rezar, rezar siempre ante que sufrir y darle mil vueltas a problemas que por mucho que nos preocupemos, no vamos a solucionar nada. Por ello, en esta noche, a cuantos se vean llenos de contrariedades y mil problemas, les invito junto con Padre Pío, a dejarse llenar de amor y de paz a través de la oración, y a que se tomen en serio este sencillo consejo que a tantos ayudó en su día y sigue ayudando; "Reza, ten fe y no te preocupes"... y de verdad, que Dios que es Misericordioso, escuchará nuestras plegarias si sabemos esperar..., no con resignación, como muchos hacen, sino con ESPERANZA.

16 de noviembre de 2010

Un nuevo día.


En esta luz del nuevo dia
que me concedes, oh Senor,
dame mi parte de alegria
y haz que consiga ser mejor.

Dichoso yo, si al fin del dia
un odio menos llevo en mi,
si una luz más mis pasos guia
y si un error más yo extingui.

Que cada tumbo en el sendero
me vaya haciendo conocer
cada pedrusco traicionero
que mi ojo ruin no supo ver.

Que ame a los seres este dia,
que a todo trance ame la luz,
que ame mi gozo y mi agonia,
que ame el amor y ame la cruz. Amén.

12 de noviembre de 2010

Un sacerdote deber ser...



Muy grande y a la vez muy pequeño.

De espíritu noble como si llevara sangre real

y sencillo como un labriego.

Fuente inagotable de santidad

y pecador a quien Dios perdonó.

Señor de sus propios deseos

y servidor de los débiles y vacilantes.

Quien jamás se doblegó ante los poderosos

y se inclina, no obstante, ante los pequeños,

y es dócil discípulo de su Maestro

y caudillos de valerosos combatientes.

Pordiosero de manos suplicantes

y mensajero que distribuye oro a manos llenas.

Animoso soldado en el campo de batalla

y mano tierna a la cabecera del enfermo.

Anciano por la prudencia de sus consejos

y niño por su confianza en los demás.

Alguien que aspira siempre a lo más alto

y amante de lo más humilde.

Hecho para la alegría

y acostumbrado al sufrimiento.

Transparente en sus pensamientos.

Sincero en sus palabras.

Amigo de la paz.

Enemigo de la pereza.

Seguro de si mismo.

“Completamente distinto de mí”


(De un manuscrito medieval hallado en Salzburgo)

3 de noviembre de 2010

Por los que salen a nuestro encuentro...gracias Señor.


Hace varios años, en mi época de seminarista, un sacerdote que nos predicaba un retiro, hablando sobre la amistad, nos decía que conocía a un sacerdote que le daba muchísima pena, porque en las diferentes parroquias por las que había pasado, y que no eran pocas, al marcharse, no había hecho ni dejado atrás ni una simple amistad, ni un solo amigo. Ciertamente de pena…

En días pasados, unos amigos me regalaron una oración muy bonita sobre la amistad que a continuación comparto con todos vosotros. Y hoy, en esta mañana de noviembre, doy gracias al Señor por la cantidad de personas y amigos que el Señor ha ido poniendo en mi camino. Con unos la amistad y el trato es más fuerte que con otros, por diferentes motivos, pero ahí están todos. No sé quien dijo una vez que los curas estamos solos, je, je. Eso es lo que se cree, y como decía un santo, y lo que al diablo le conviene e interesa…

“Gracias Señor, por mis amigos, Tú sabes cuáles, cuántos y cómo son. Algunos más antiguos, otros más recientes. Unos alegres y expresivos, otros tímidos y callados, otros sinceros y bulliciosos,… en definitiva, todos diferentes, todos especiales y muy valiosos. Porque el amor de mis amigos, Señor, me hace ser más humano, más comprometido. Mi amistad por ellos es un intercambio de ideas, de palabras, de silencios llenos de vida. Es dejar que tu luz penetre nuestras vidas y bajo esa luz, comprobar gozosamente, que juntos buscamos la verdad, que juntos iluminamos nuestras existencias y la de nuestros hermanos. Te pido Señor, que tengan una buena comunicación contigo, aunque a veces, entre nosotros no nos comuniquemos tanto. Que cada vez seamos más amigos, que nuestra amistad sea cada vez más fuerte y más hermosa, y que cada uno, al reflejarnos en el alma del otro, encontremos el camino de lo Eterno. Gracias Señor. Amén”.

2 de noviembre de 2010

Descansen en paz.


Ayer recordábamos la fiesta de todos los Santos, de aquellos hermanos nuestros que gozan ya de la visión de Dios. Hoy recordamos a los que se purifican en el Purgatorio, antes de su entrada en la Gloria.

Como nos dice el Martirologio Romano: “La Santa Madre Iglesia, se interesa ante el Señor en favor de las almas de todos cuantos nos precedieron en el signo de la fe y duermen ya en la esperanza de la resurrección, y por todos los difuntos desde el principio del mundo, cuya fe sólo Dios conoce, para que, purificados de toda mancha de pecado y asociados a los ciudadanos celestes, puedan gozar de la visión de la felicidad eterna”.

El Purgatorio es la mansión temporal de los que murieron en gracia, es el sufrimiento de las almas que no se condenan por no haber muerto en pecado mortal, pero tienen que purificarse, de algún rastro de pecado, antes de entrar en el cielo. La existencia del Purgatorio, es dogma de fe, definido en los Concilios de Lyon y Florencia. También el Concilio de Trento ratifica esta definición.

Pero en el Purgatorio hay alegría. Y hay alegría, porque hay esperanza; en él sólo están los salvados. Santa Francisca Romana tuvo un día una visión de este lugar y dijo: "esta es la mansión de la esperanza".

Es una esperanza con dolor: el fuego purificador. Pero es un dolor aminorado por la esperanza. La ausencia del amado es un cruel martirio, pues el anhelo de todo amante es la visión, la presencia y la posesión. Si las almas santas ya sufrieron esta ausencia en la tierra. -"que muero porque no muero", clamaba Santa Teresa de Jesús-, mucho mayor será el hambre y sed y fiebre de Dios que sientan las almas ya liberadas de las ataduras corporales.

Dios nos ha concedido a nosotros el poder maravilloso de aliviar las penas de las benditas almas del Purgatorio, mediante la oración, las pequeñas y grandes obras, y como no, la aplicación del sacrificio de la Santa Misa. Con ello, podemos acelerar su entrada en el Paraíso.

Ya en el Antiguo Testamento -en el segundo libro de los Macabeos- vemos a Judas enviando una colecta a Jerusalén para ofrecerla como expiación por los muertos en la batalla. Pues, dice el autor sagrado, "es una idea piadosa y santa rezar por los muertos para que sean liberados del pecado".

Los paganos deshojaban rosas y tejían guirnaldas en honor de los difuntos. Nosotros debemos hacer mucho más que esto. "Un cristiano -dice San Ambrosio- tiene mejores presentes para los difuntos. Cubrid de rosas, si queréis los mausoleos, pero envolvedlos, sobre todo, en aromas de oraciones".

De este modo, la muerte cristiana, unida a la de Cristo, tiene un aspecto pascual: es el tránsito de la vida terrena a la vida eterna de estar junto a Dios para siempre.

Como dice aquel epitafio conocido; “Una lágrima por un difunto se evapora, una flor sobre su tumba se marchita, pero una oración por su alma, la recoge el Señor”.

Que las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Amén.

1 de noviembre de 2010

Santos y santas de Dios, rogad por nosotros.


Con esta invocación, culminamos las letanias de los santos en algunas celebraciones. La fiesta de “Todos los Santos” que celebra hoy nuestra Madre la Iglesia, y a quienes nos encomendamos, nos recuerda, que honramos a todos aquellos hermanos nuestros que vivieron esta vida en continua amistad con Dios y ahora lo contemplan cara a cara en su Reino. Celebramos a todos los que la Iglesia ha declarado oficialmente santos y a todos aquellos que sin estar en las listas oficiales, si que están en la lista de Dios, es decir, en el libro de la vida, y que son muchísimos más. Celebramos a aquellos que nos siguen enseñando que las bienaventuranzas del Evangelio, que escuchamos en la liturgia de hoy, siguen teniendo valor y son el mejor camino para llegar a la felicidad más pura y más bella que llamamos, con nuestro limitado lenguaje, el cielo.

Los santos son personas que han vivido en nuestro mundo, en tiempos también difíciles como el nuestro, poco ayudados o frecuentemente atacados y combatidos. Unos han sido padres de familia, otros adolescentes o jóvenes que han confesado a Cristo y han dado su sangre por Él, otros más han fundado una familia en la Iglesia, misioneros o madres de familia, doctores de la Iglesia o humildes hermanos legos, muchos, pero muchos, que ni siquiera figurarán en calendarios o serán llevados a los altares, pero han demostrado que sí es posible programar y vivir las vida según Dios. Fueron personas que pasaron de la teoría a la práctica, que supieron amar y fraguar en su vida el Evangelio, convirtiéndose en verdaderos discípulos y seguidores, y no se quedaron sólo en palabras. De ellos afirma la liturgia de la Misa: “en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad”. ¿No es esto lo que creemos y vivimos cuando expresamos que nuestra vida no termina con la muerte sino que esperamos la vida en plenitud, la vida de Dios?.

Pongamos empeño cada día en ser de verdad santos, cada uno en el lugar que ocupa en la sociedad, pero aspirando siempre a alcanzar aquella patria definitiva donde infinidad de hermanos nuestros ya alaban a Dios por los siglos de los siglos.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

30 de octubre de 2010

Oh María...


Hoy es sábado, y fieles al sentir popular, saludamos nuevamente a la Santísima Virgen con esta oración compuesta por S.S. Juan Pablo II para honrar a Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa:

"Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte Amén.

Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos. Ésta es la oración que tú inspiraste, oh María, a santa Catalina Labouré, y esta invocación, grabada en la medalla la llevan y pronuncian ahora muchos fieles por el mundo entero. ¡Bendita tú entre todas las mujeres! ¡Bienaventurada tú que has creído! ¡El Poderoso ha hecho maravillas en ti! ¡La maravilla de tu maternidad divina! Y con vistas a ésta, ¡la maravilla de tu Inmaculada Concepción! ¡La maravilla de tu fiat! ¡Has sido asociada tan íntimamente a toda la obra de nuestra redención, has sido asociada a la cruz de nuestro Salvador!

Tu corazón fue traspasado junto con su Corazón. Y ahora, en la gloria de tu Hijo, no cesas de interceder por nosotros, pobres pecadores. Velas sobre la Iglesia de la que eres Madre. Velas sobre cada uno de tus hijos. Obtienes de Dios para nosotros todas esas gracias que simbolizan los rayos de luz que irradian de tus manos abiertas. Con la única condición de que nos atrevemos a pedírtelas, de que nos acerquemos a ti con la confianza, osadía y sencillez de un niño. Y precisamente así nos encaminas sin cesar a tu Divino Hijo.

Te consagramos nuestras fuerzas y disponibilidad para estar al servicio del designio de salvación actuado por tu Hijo. Te pedimos que por medio del Espíritu Santo la fe se arraigue y consolide en todo el pueblo cristiano, que la comunión supere todos los gérmenes de división que la esperanza cobre nueva vida en los que están desalentados. Te pedimos por los que padecen pruebas particulares, físicas o morales, por los que están tentados de infidelidad, por los que son zarandeados por la duda de un clima de incredulidad, y también por los que padecen persecución a causa de su fe.

Te confiamos el apostolado de los laicos, el ministerio de los sacerdotes, el testimonio de las religiosas.

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén".

29 de octubre de 2010

La Iglesia Católica en España.


Con motivo del próximo viaje apostólico de Benedicto XVI a Santiago de Compostela y Barcelona (días 6 y 7 de Noviembre de 2010) se han publicado las estadísticas de la Iglesia católica en España. Los datos, actualizados al 31 de diciembre de 2009, proceden de la Oficina Central de Estadística de la Iglesia.

España tiene una superficie de 505.992 km2 y una población de 45.929.000 habitantes, de los que 42.470.000 son católicos, es decir, el 92,5 % de la población. Existen 70 circunscripciones eclesiásticas y 22.674 parroquias. Actualmente hay 124 obispos, 24.849 sacerdotes, 54.599 religiosos, 2.786 miembros laicos de institutos seculares y 101.261 catequistas. Los seminaristas menores son 1.943 y los mayores 1.963.

Un total de 1.596.429 alumnos asisten a los 5.585 centros de educación católicos, desde las escuelas maternas hasta la universidad. Por lo que concierne a los centros caritativos y sociales de propiedad de la Iglesia o que son dirigidos por eclesiásticos o religiosos, en España hay: 93 hospitales, 72 ambulatorios, 788 hogares para ancianos e inválidos, 435 orfanatos y guarderías, 301 consultorios familiares y otros centros para la protección de la vida, 3.036 centros especiales de educación o reeducación social y 400 instituciones de otro tipo.

26 de octubre de 2010

"Padre Pío, los milagros desconocidos del santo de los estigmas".



Así se titula el nuevo libro de José María Zavala. El autor ha recopilado testimonios de conversiones y curaciones experimentados por intercesión de este santo de fama universal. "Nunca había sentido tantos deseos de compartir una experiencia que me ha marcado de por vida", reconoce el autor, recordando que la canonización de Padre Pío de Pietrelcina en 2002, batió todos los records de asistencia de fieles en la historia de la Iglesia.

Padre Pío, en el siglo, Francesco Forgione, nació en Pietrelcina, el 25 de Mayo de 1887 y falleció en San Giovanni Rotondo, el 23 de septiembre de 1968. Fue un sacerdote y fraile capuchino, que durante 50 años, llevó en su cuerpo los estigmas o señales de la pasión de Cristo.

-¿Cómo se le recuerda al Padre Pío en el convento de San Giovanni Rotondo, donde pasó casi toda su vida?

-José María Zavala: Con inmenso cariño. Hay fieles que siguen percibiendo el intenso perfume de sus estigmas como la mejor señal de que nunca les abandona, esa misma fragancia que dejó helado a más de un incrédulo.

-¿Quedan muchas personas que le trataron íntimamente?

-José María Zavala: Pocas, pero he tenido la gran fortuna de entrevistarlas. Como sor Consolata, una monja de clausura de 95 años que me recibió en el convento para relatarme episodios tan inolvidables como desconocidos. Nunca se lo agradeceré lo suficiente. Igual que a Pierino Galeone, sacerdote octogenario con fama de santo, a quien el Padre Pío curó milagrosamente tras la Segunda Guerra Mundial. Lo mismo que a Paolo Covino, el capuchino que administró la Extremaunción al Padre Pío. Todos ellos rompen por primera vez su silencio para hablar del Padre Pío en este libro.

-¿Expresan alguna idea común?

-José María Zavala: Todos coinciden en que él hizo lo mismo que Jesús en la tierra: convirtió a los pecadores, sanó a los enfermos, consoló a los afligidos... Cargó con la Cruz durante toda su vida para redimir a los hombres del pecado. El Padre Pío sabía muy bien que sin sacrificio personal era imposible ganar almas para el Señor.

-¿Quién fue el Padre Pío?

-José María Zavala: Un regalazo que Dios hizo a los hombres en pleno siglo XX para que sigan creyendo en Él. Es imposible acercarse con sencillez y sin prejuicios a su figura y permanecer insensible. Conozco a mucha gente cuya fe estaba muerta por falta de obras y que por intercesión suya está ahora muy cerca del Señor, reza y es feliz haciendo felices a los demás.

-¿Hay una relación entre sus horas de confesionario y los estigmas?

-José María Zavala: "Todo es un juego de amor", decía él. De Amor, con mayúscula, por el prójimo; él sabía muy bien que lo mejor se compra siempre al precio de un gran sacrificio. El Padre Pío vivió "crucificado" durante cincuenta años con estigmas en manos, pies y costado que sangraban a diario. Semejante sufrimiento moral y físico era un medio infalible para liberar a muchas almas de los lazos de Satanás. Por eso mismo se pasaba a veces dieciocho horas seguidas en el confesionario.

-Como un nuevo cura de Ars...

-José María Zavala: Ahí radica la grandeza de este hombre de Dios. San Giovanni Rotondo, donde vivió y murió, sigue siendo hoy un auténtico camino de Damasco por el que millares de pecadores retornan al Señor. Es el primer sacerdote estigmatizado en la Historia de la Iglesia, y con unos carismas que le hacen muy especial, desde la bilocación (estar al mismo tiempo en dos lugares distintos) hasta el escrutinio de corazones que le permitía leer el alma de los penitentes antes de que comenzaran a contar los pecados.

-"Haré más ruido muerto que vivo", comentó un día. ¿Qué quiso decir?

-José María Zavala: Habría que preguntárselo a los centenares de personas en todo el mundo que por su intercesión siguen hoy convirtiéndose y/o curándose milagrosamente de una enfermedad mortal. Muchos de ellos aportan sus impactantes testimonios en este libro. Podemos afirmar que el Padre Pío sigue obrando hoy desde el Cielo, más prodigios que cuando estuvo en la tierra.

-Usted recoge algunas conversiones impactantes...

-José María Zavala: Gianna Vinci me relató en Roma uno de esos milagros que le dejan a uno boquiabierto. En cierta ocasión, una mujer enferma de cáncer rogó a su marido, agnóstico, que la llevase a San Giovanni Rotondo, pues había oído que el Padre Pío obraba milagros. El hombre puso una condición: esperaría fuera de la iglesia. Así que entró sola la madre con su hijo de diez años. Gianna Vinci estaba allí y lo vio todo. La mujer se arrodilló en el confesionario del Padre Pío mientras éste indicaba al niño que avisase a su padre. El chiquillo obedeció: "¡Papá, te llama el Padre Pío!", le dijo en la puerta. Pero aquel niño... ¡era sordomudo! Emocionado, el padre acabó confesándose y su esposa quedó curada del cáncer al instante.

-¿Cuál es el secreto de la popularidad de este santo?

-José María Zavala: El Amor por los demás, insisto. El Padre Pío sigue recogiendo hoy los frutos de su siembra desde el Cielo. En Italia pude sentir el gran cariño que la gente profesa a este gran santo. Al regresar a Madrid, mientras facturaba las maletas en el aeropuerto, un policía empezó a poner pegas. Pero en cuanto vio el retrato del Padre Pío que llevaba para un amigo, me dejó pasar con una sonrisa. "¡Menudo salvoconducto!", pensé.

-¿Va siendo conocido fuera de Italia?

-José María Zavala: Espero que este libro sirva para darle a conocer más en España, donde ya ha hecho unos cuantos milagros. En Argentina, México, Chile o Filipinas cuenta cada vez con más devotos.

-¿Qué significa este libro en el conjunto de su bibliografía?

-José María Zavala: Es sin duda mi obra más importante. Nunca había sentido tantos deseos de compartir con los lectores una experiencia que me ha marcado de por vida. Dicen que cuando el Padre Pío levanta un alma ya no la deja caer más. Pues eso mismo he comprobado yo en mi propia carne. Invito a todo el que quiera, por muy escéptico que sea, a conocer a este hombre de Dios. Le aseguro que no quedará indiferente. (Entrevista realizada por Zenit).

¡Bienaventurada eres gloriosa siempre Virgen María!.

Estamos terminando el mes de octubre, popularmente llamado el mes del Rosario, por ello, a continuación podemos leer una breve reflexión extraída de la Constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, sobre la importancia de la Santísima Virgen María, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia.

"El benignísimo y sapientísimo Dios, queriendo llevar a término la redención del mundo, "cuando llegó el fin de los tiempos, envió a su Hijo nacido de Mujer, nacido bajo la Ley, para que recibiésemos el ser hijos por adopción" (Gál., 4, 4-5). "El cual por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación descendió de los cielos, y se encarnó por obra del Espíritu Santo de María Virgen". Este misterio divino de salvación se nos revela y continúa en la Iglesia, a la que el Señor constituyó como su Cuerpo y en ella los fieles, unidos a Cristo, su Cabeza, en comunión con todos sus Santos, deben también venerar la memoria "en primer lugar, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo".

En efecto, la Virgen María, que según el anuncio del ángel recibió al Verbo de Dios en su corazón y en su cuerpo y trajo la Vida al mundo, es reconocida y honrada como verdadera Madre de Dios Redentor. Redimida de un modo eminente, en atención a los futuros méritos de su Hijo y a El unida con estrecho e indisoluble vínculo, está enriquecida con la suma dignidad de ser la Madre de Dios Hijo y, por tanto, la hija predilecta del Padre y el sagrario del Espíritu Santo; con un don de gracia tan alto que antecede, con mucho, a todas las criaturas celestiales y terrenas. Al mismo tiempo está unida en la estirpe de Adán con todos los hombres que necesitan ser salvados; más aún: es verdaderamente madre de los miembros (de Cristo)... por haber cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son miembros de aquella Cabeza". Por eso también es saludada como miembro especialísimo y del todo singular de la Iglesia, su prototipo y modelo ejemplar en la fe y caridad y a quien la Iglesia Católica, enseñada por el Espíritu Santo, honra con filial afecto de piedad como a Madre muy amada".

25 de octubre de 2010

LETANÍAS DE LA HUMILDAD


Las siguientes "Letanías de la humildad", fueron compuestas por el Venerable Cardenal español, Rafael Merry del Val, (1865-1930), el cual las rezaba diariamente después de celebrar la Santa Misa. Merry del Val, ocupo durante muchos años el cargo de Secretario de Estado del Vaticano, bajo el Pontificado del Papa San Pio X y su proceso de beatificación fue iniciado en 1953.

De Merry del Val, se decía que era una persona que a pesar de sus grandes dotes intelectuales y finura diplomática, se hacía pequeño con los pequeños y humilde con los humildes.

Su trabajo como Secretario de Estado junto a Pío X, se puede resumir de la manera siguiente: ”Trabajaremos juntos y juntos sufriremos por amor a la Iglesia“, le dijo el Papa, como una profecía, al nombrarle su secretario de Estado. Sinceramente humilde, de vista amplia y capacidad sintética, devoto incondicional del pontífice, ajeno a todo compromiso y obligación, Merry del Val fue ministro fiel de un Papa santo, en uno de los pontificados más difíciles de la Historia.

Fue inestimable su estrechísima colaboración con el Papa a nivel pastoral, que trajo consigo consecuencias preciosas y trascendentales para fortalecer la vida cristiana: la reforma de la música sacra (el era un excelente pianista y un finísimo compositor); la invitación a la comunión temprana de los niños; el impulso del Catecismo y de los estudios bíblicos, con la fundación del Pontificio Instituto Bíblico; la codificación del Derecho Canónico; la reforma de la Curia Romana; la promulgación de leyes para la mejor disciplina del clero, con la reforma de los Seminarios; el fomento de la santidad sacerdotal, y pese a ocupar un puesto de suma importancia, no dejó de desarrollar, todas las tardes durante cuarenta años, un apostolado oculto y muy fecundo entre las familias más pobres y los jóvenes más necesitados del Trastévere, donde había fundado para ellos la «Pía Asociación del Sagrado Corazón de Jesús», una de las agrupaciones juveniles más activas y florecientes de Roma, durante largos años.


Letanías de la humildad:

Jesús manso y humilde de Corazón, Óyeme.
Del deseo de ser estimado, Líbrame Jesús.
Del deseo de ser amado, Líbrame Jesús.
Del deseo de ser ensalzado, Líbrame Jesús.
Del deseo de ser honrado, Líbrame Jesús.
Del deseo de ser alabado, Líbrame Jesús.
Del deseo de ser preferido a otros, Líbrame Jesús.
Del deseo de ser consultado, Líbrame Jesús.
Del deseo de tener aceptación, Líbrame Jesús.
Del temor de ser humillado, Líbrame Jesús.
Del temor de ser despreciado, Líbrame Jesús.
Del temor de ser reprendido, Líbrame Jesús.
Del temor de ser calumniado, Líbrame Jesús.
Del temor de ser olvidado, Líbrame Jesús.
Del temor de ser puesto en ridículo, Líbrame Jesús.
Del temor de ser injuriado, Líbrame Jesús.
Del temor de ser juzgado con malicia, Líbrame Jesús.

Que los otros sean más amados que yo, Jesús dame la gracia de desearlo.
Que los otros sean más estimados que yo, Jesús dame la gracia de desearlo.
Que los otros crezcan en la opinión del mundo y que yo me eclipse, Jesús dame la gracia de desearlo.
Que los otros sean alabados y de mí no se haga caso, Jesús dame la gracia de desearlo.
Que los otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil, Jesús dame la gracia de desearlo.
Que los otros sean preferidos a mí en todo, Jesús dame la gracia de desearlo.
Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda, Jesús dame la gracia de desearlo.


ORACIÓN


Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para serejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la graciade aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde anuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamentede ti en el cielo. Amén.

16 de octubre de 2010

Madre de los tristes y afligidos.

Hoy es sábado, y como es habitual, saludamos a la Santísima Virgen María, con el título que le damos en las Letanias del Santo Rosario; Consuelo de los afligidos, y esta vez lo hacemos con un canto que aprendí de los feligreses de la parroquia en la que estuve destinado el primer año de sacerdocio:

“Madre mía que estas en los cielos,
envía consuelo a mi corazón,
cuando triste y llorando te llame
tus manos derrame
feliz bendición”.

15 de octubre de 2010

Todo se pasa...


Santa Teresa de Jesús, en el siglo Teresa de Cepeda y Ahumada, nació en Ávila (España) el 28 de marzo de 1515. A los dieciocho años, entra en el Carmelo. A los cuarenta y cinco años, para responder a las gracias extraordinarias del Señor, emprende una nueva vida cuya divisa será: «O sufrir o morir». Es entonces cuando funda el convento de San José de Ávila, primero de los quince Conventos de Carmelitas que establecerá en España. Con san Juan de la Cruz, introdujo la gran reforma carmelitana. Sus escritos son un modelo seguro en los caminos de la plegaria y de la perfección. Murió en Alba de Tormes (Salamanca), al anochecer del 4 de octubre de 1582. Su canonización tuvo lugar en 1622. Pablo VI la declaró doctora de la Iglesia el 27 de septiembre de 1970.



"Nada te turbe,
nada te espante
todo se pasa,
Dios no se muda,
la paciencia todo lo alcanza,
quien a Dios tiene
nada le falta
sólo Dios basta".

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"Ya toda me entregué y di
y de tal suerte he trocado,
que es mi amado para mí,
y yo soy para mi amado.

Cuando el dulce cazador
me tiró y dejó rendida,
en los brazos del amor
mi alma quedó caída.

Y cobrando nueva vida
de tal manera he trocado
que es mi amado para mí,
y yo soy para mi amado.

Me hirió con una flecha
enherbolada de amor,
y mi alma quedo hecha
una con su Criador,
ya no quiero otro amor
pues a mi Dios me he entregado,
y mi amado es para mi,
y yo soy para mi amado".



12 de octubre de 2010

Patrona y Madre de la Hispanidad.


"Doy fervientes gracias a Dios por la presencia singular de María en esta tierra española donde tantos frutos ha producido. Y quiero encomendarte, Virgen santísima del Pilar, España entera, todos y cada uno de sus hijos y pueblos, la Iglesia en España, así como también los hijos de todas las naciones hispánicas. ¡Dios te salve, María, Madre de Cristo y de la Iglesia! ¡Dios te salve, vida, dulzura y esperanza nuestra! A tus cuidados confío esta tarde las necesidades de todas las familias de España, las alegrías de los niños, la ilusión de los jóvenes, los desvelos de los adultos, el dolor de los enfermos y el sereno atardecer de los ancianos. Te encomiendo la fidelidad y abnegación de los ministros de tu Hijo, la esperanza de quienes se preparan para ese ministerio, la gozosa entrega de las vírgenes del claustro, la oración y solicitud de los religiosos y religiosas, la vida y el empeño de cuantos trabajan por el reino de Cristo en estas tierras. En tus manos pongo la fatiga y él sudor de quienes trabajan con las suyas; la noble dedicación de los que transmiten su saber y el esfuerzo de los que aprenden; la hermosa vocación de quienes con su conciencia y servicio alivian el dolor ajeno; la tarea de quienes con su inteligencia buscan la verdad. En tu corazón dejo los anhelos de quienes, mediante los quehaceres económicos procuran honradamente la prosperidad de sus hermanos; de quienes, al servicio de la verdad, informan y forman rectamente la opinión pública; de cuantos, en la política, en la milicia, en las labores sindicales o en el servicio del orden ciudadano prestan su colaboración honesta en favor de una justa, pacífica y segura convivencia. Virgen Santa del Pilar: aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad. Socorre a los que padecen desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo. Fortalece a los débiles en la fe. Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una entrega plena a Dios. Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres y mujeres. Y asiste maternalmente, oh María, a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad. Así sea". (Súplica-oración de Juan Pablo II).

6 de octubre de 2010

Acción de Gracias.


Un día como hoy, 6 de octubre pero de 2007, a las 12 del mediodía, celebraba la Primera Misa Solemne de Acción de Gracias en mi parroquia de Ntra. Sra. de Candelaria.

Ese día de la Primera Misa, que elegí sin ser consciente de la fecha que era, no dejó de ser significativo en cuanto a celebraciones. Se cumplían las Bodas de Oro de Consagración del Templo parroquial de mi pueblo, consagrado por S.E.R. Don Antonio Pildain y Zapiain, 50 años atrás (06/10/1957). Y por si esto fuera poco, además de ser el cumpleaños de mi abuela y de mi ahijado, era el 5º aniversario de la Canonización de San Josemaría Escrivá, (06/10/2002), fundador de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz a la cual pertenezco.

Hoy, tres años después, aparte del sonido de las llamadas de felicitación que he recibido, durante todo el día han resonado en mis oídos aquellas palabras de San Josemaría sobre la importancia de la celebración de la Santa Misa en la vida del sacerdote;


“Sacerdote de Jesucristo:
Celebra hoy la Santa Misa
como si fuera tu Primera Misa,
tu única Misa,
tu última Misa”.


Gracias Señor, por tanto don recibido y entregado...


4 de octubre de 2010

Las criaturas todas, load a mi Señor...


Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor,
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor;
tan sólo tú eres digno de toda bendición,
y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.

Loado seas por toda criatura, mi Señor,
y en especial loado por el hermano sol,
que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor,
y lleva por los cielos noticia de su autor.

Y por la hermana luna, de blanca luz menor,
y las estrellas claras, que tu poder creó,
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!.

Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!
Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol,
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado mi Señor!.

Y por la hermana tierra, que es toda bendición,
la hermana madre tierra, que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos y flores de color,
y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!.

Y por los que perdonan y aguantan por tu amor
los males corporales y la tribulación:
¡felices los que sufren en paz con el dolor,
porque les llega el tiempo de la consolación!.

Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!.

¡No probarán la muerte de la condenación!
Servidle con ternura y humilde corazón.
Agradeced sus dones, cantad su creación.
Las criaturas todas, load a mi Señor. Amén.

(CÁNTICO DE LAS CRIATURAS de San Francisco de Asís)

2 de octubre de 2010

Sancti Angeli Custodes nostri.


Desde la infancia a la muerte, la vida del cristiano está rodeada de la custodia de los ángeles. Muchos han sido los santos en la historia de la Iglesia que han favorecido la devoción y el trato a los ángeles custodios, entre los que podemos citar entre otros a San Bernardo, Padre Pio de Pietrelcina, San Josemaría Escrivá, el beato Juan XXIII...

El Catecismo de la Iglesias Católica (CIC 336), nos dice: "Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida". Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.

La vida humana comienza en el momento de la concepción. Es en ese momento que Dios crea nuestra alma y se deduce que es entonces cuando se nos asigna el ángel custodio. Los ángeles custodios están encargados de velar por cada uno de nosotros, protegiéndonos de los peligros y alentando nuestra vida en Cristo. Deberíamos ser agradecidos con nuestro ángel e invocar su protección y guía.

La Iglesia celebra la fiesta de los ángeles custodios desde el Siglo XVII. Esta fiesta fue instituida por el Papa Clemente X.

Desde la Sagrada Escritura, el libro de Exodo 23, 20-23ª, nos dice: Así habla el Señor: «Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado [...] Entonces mi ángel irá delante de ti».

El evangelista San Mateo 18,10, nos comenta en su evangelio: "Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos.

Algunos padres de la Iglesia como San Basilio nos dice: "Todo fiel, tiene junto a sí un ángel como tutor y pastor, para llevarlo a la vida".

El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), nos dice que la existencia de los ángeles, es una verdad de fe.

328. La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición.

329. San Agustín dice respecto a ellos: "Angelus officii nomen est, non naturae. Quaeris nomen huius naturae, spiritus est; quaeris officium, angelus est: ex eo quod est, spiritus est, ex eo quod agit, angelus" ("El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel"). Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan "constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mt 18, 10), son "agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra" (Sal 103, 20).

330. En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales e inmortales. Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello. Cristo "con todos sus ángeles"

331. Cristo es el centro del mundo de los ángeles. Los ángeles le pertenecen: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles... (Mt 25, 31). Le pertenecen porque fueron creados por y para El: "Porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él" (Col 1, 16).

Le pertenecen más aún porque los ha hecho mensajeros de su designio de salvación: "¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?" (Hb 1, 14).

332. Desde la creación y a lo largo de toda la historia de la salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal protegen a Lot, salvan a Agar y a su hijo, detienen la mano de Abraham, la ley es comunicada por su ministerio (cf Hch 7, 53), conducen el pueblo de Dios, anuncian nacimientos y vocaciones, asisten a los profetas, por no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel anuncia el nacimiento del Precursor y el de Jesús.

333. De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce a su Primogénito en el mundo, dice: "adórenle todos los ángeles de Dios" (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: "Gloria a Dios... (Lc 2, 14). Protegen la infancia de Jesús, sirven a Jesús en el desierto, lo reconfortan en la agonía, cuando El habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos como en otro tiempo Israel. Son también los ángeles quienes "evangelizan" (Lc 2, 10) anunciando la Buena Nueva de la Encarnación, y de la Resurrección de Cristo. Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles, éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor.

334. De aquí que toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles.

335. En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces santo; invoca su asistencia (así en el "Supplices te rogamus..." ["Te pedimos humildemente..."] del Canon romano o el "In Paradisum deducant te angeli..." ["Al Paraíso te lleven los ángeles..."] de la liturgia de difuntos, o también en el "Himno querúbico" de la liturgia bizantina) y celebra más particularmente la memoria de ciertos ángeles (san Miguel, san Gabriel, san Rafael, los ángeles custodios).

336. Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. "Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida". Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.

Ángel santo de la guarda,
compañero de mi vida,
tú que nunca me abandonas,
ni de noche ni de día.

Aunque espíritu invisible,
sé que te hallas a mi lado,
escuchas mis oraciones
y cuentas todos mis pasos.

En las sombras de la noche,
me defiendes del demonio,
tendiendo sobre mi pecho
tus alas de nácar y oro.

Angel de Dios, que yo escuche
tu mensaje y que lo siga,
que vaya siempre contigo
hacia Dios, que me lo envía.

Testigo de lo invisible,
presencia del cielo amiga,
gracias por tu fiel custodia,
gracias por tu compañía.

En presencia de los ángeles,
suba al cielo nuestro canto:
gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo. Amén.

(Himno de la Liturgia de las Horas)

1 de octubre de 2010

Mi vocación es el amor.


Celebramos hoy la memoria de Santa Teresita del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia.

Su biografía:
02.01.1873: Nace Teresita en Alencón-Francia siendo la última de nueve hermanos.
28.08.1877: Primera Confesión de Teresita.
1879: Muere Celia, la bondadosa madre de Teresita.
08.05.1884: Primera Comunión.
14.06.1884: Recibe el sacramento de la Confirmación.
20.11.1887: Entrevista de Teresita con S.S. León XIII pidiéndole su ingreso en el Carmelo.
09.04.1888: Ingresa Teresita en el Carmelo deLisieux.
10.01.1889: Viste el hábito carmelitano.
08.09.1890: Profesión religiosa.
20.02.189: Es nombrada ayudante de la Madre Gonzaga para formar a las novicias.
27.09.1894: Muere su padre.
1895: Enero. Empieza a escribir la Historia de un alma.
1896: Enero. Termina de escribir la Historia de un alma.
30.07.1897: Recibe la Extremaunción.
19.08.1897: Última Comunión.
30.9.1897: A las siete y veinte minutos de la tarde da su último suspiro, que era un éxtasis de amor.
1923: Es beatificada por S.S. Pío Xl.
1925: Es canonizada por el mismo Pontífice.
1927: Pío XI la declara Patrona Universal de las misiones.

Toda la vida de Santa Teresita del Niño Jesús, según su propia expresión, fue "un cántico al amor" y efectivamente, el amor ocupó en su vida un lugar enteramente central. Decía que quería amar a Jesús "Como jamás había sido amado", que no conocía otro camino para llegar a la perfección que el amor. Que en la vida espiritual sólo pesa y cuenta el amor. "Reconocí claramente y me convencí, -dice ella misma- de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno".


Oración

Oh Dios, que has preparado tu Reino para los humildes y sencillos, concédenos la gracia de seguir confiadamente el camino de Santa Teresita del Niño Jesús, para que nos sea revelada por su intercesión, tu gloria eterna. Amén.

29 de septiembre de 2010

Consagración a San Miguel Arcángel.


Este verano, durante las vacaciones, tuve la oportunidad de visitar el Santuario-Basílica de S. Miguele Arcángelo, en Foggia (Italia). Allí, con el grupo de personas que me acompañaban, celebré la Santa Misa e hicimos el Acto de Consagración al Arcángel San Miguel, cuya oración comparto con todos vosotros:

“Príncipe nobilísimo de la Jerarquía Angélica, valeroso guerrero del Altísimo, celoso amador de la gloria del Señor, terror de los ángeles rebeldes, amor y delicia de todos los Ángeles buenos. Arcángel San Miguel, deseando ser incluido entre tus numerosos devotos, me consagro hoy a ti y te pido ser admitido en tus Milicias. Me pongo yo mismo y mi trabajo, familia, amigos y todo lo que me pertenece, bajo tu vigilante protección.

Muy poco tengo que ofrecerte siendo un miserable pecador; no obstante, tú generosamente, acepta mi consagración, que hago de todo corazón. Recuérdate que si desde hoy estoy bajo tu protección, debes ayudarme a través de toda mi vida.

Procúrame el perdón de mis muchos y graves pecados, la gracia de amar a Dios Altísimo con todo mi corazón, y a mí muy querido Redentor Jesús, como también a mi Dulce Madre María Santísima y a todos mis hermanos que el Padre Celestial ama y Jesús ha redimido.

Dame siempre la ayuda necesaria para no caer en la tentación, y defiéndeme del enemigo de mi alma y de toda clase de mal, especialmente en el último instante de mi vida. Ven, Glorioso Arcángel, en aquel momento en que libraré mi última batalla. Ayúdame en esa última lucha, y arroja lejos de mí, en el infierno, a aquel ángel mentiroso y soberbio a quien venciste en la batalla del cielo y que hoy te pido me liberes siempre de el.

Que un día ante el Trono de Dios en el Cielo pueda cantar contigo y con todos los Ángeles, canciones de alabanza, honor y gloria a Dios, por los siglos de los siglos. Amén”.

Santos Arcángeles de Dios, rogad por nosotros.

Gracias por tanto don recibido y compartido.


Ya han pasado 3 años, tres largos años, y parece que fue ayer cuando mi obispo Don Francisco, aquella mañana del 29 de septiembre de 2007, fiesta de los Santos Arcángeles, me impuso las manos, y tras la oración consecratoria, me ordenaba sacerdote para siempre.

Estos tres años de sacerdote, aunque son realmente pocos, han dado para mucho si empiezo a dar un ligero repaso a cada día transcurrido, a cada jornada vivida.

Esta mañana, la tercera de mi aniversario sacerdotal, solo tengo palabras para dar gracias al Señor por tanto bien recibido.

Gracias a mi familia, y en especial a alguien que ya viene en camino y que va a aumentar considerablemente la alegría familiar... Gracias a las parroquias en las que he tenido la suerte de trabajar y crecer como pastor, en especial, en la que llevo trabajando en estos dos últimos años, ahora el tercer curso. Gracias a tanta gente con la que he tenido la suerte de compartir la vida y la fe. Gracias a los buenos amigos que en este año me han salido al encuentro, aunque alguno haya tenido que trasnochar por mi culpa… a ti sobre todo, gracias, mil gracias...

Gracias a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz a la cual pertenezco. Gracias por estos años de formación, estudio, amistad y fraternidad. En esta vida hay cosas que no se pagan…y esta es una de ellas. Gracias, un millón de gracias…

Si hermanos, amigos, la vida del sacerdote es hermosa, apasionante, pero si le quitamos la cruz ya deja de serlo, se convertiría en mera rutina. Por eso, en nuestra vida, siempre y en todo, como decía San Josemaría; “Con alegría, ningún día sin Cruz”. Y es que aquella mañana tras mi ordenación, comprendí que mi vida había dejado de pertenecerme, y que a partir de ahora le correspondía a Otro y a otros, y con este convencimiento he intentado vivir estos años de ministerio, aunque en algunos momentos haya supuesto llevar la cruz de las contrariedades e incomprensiones. Aún así, gracias por ello Señor.

Y termino con estas palabras de san Juan Mª Vianney, el santo cura de Ars, que en definitiva vienen a recordarnos como todo es obra de Dios, ministerio sublime, y nosotros nada, meros instrumentos en sus manos:


“Oh misterio sublime de la ordenación sacerdotal,
se arrodilla uno con la conciencia de ser nada,
y se levanta sacerdote para toda la eternidad”.

23 de septiembre de 2010

La sonrisa de Dios.


Celebramos hoy la memoria de San Pio de Pietrelcina, en el 42º aniversario de su marcha al Cielo.

Francesco Forgione (nombre de pila del Padre Pío) nació en una pequeña aldea del Sur de Italia, llamada Pietrelcina, en la provincia de Benevento, en el seno de una familia humilde y religiosa, el Miércoles 25 de mayo de 1887 a las 5 de la tarde. Sus padres, Horacio Forgione y María Giuseppa de Nunzio, ambos agricultores, encomendaron la protección del recién nacido a San Francisco de Asís, por esta razón le bautizaron con el nombre de Francisco al día siguiente de su nacimiento.

La familia Forgione vivía en el sector más pobre de Pietrelcina. Francisco fue pobre, pero como él mismo diría más adelante, nunca careció de nada... Los valores eran diferentes en aquella época; un niño se consideraba dichoso si tenía lo básico para vivir. Fue un niño muy sensible y espiritual.

Su vida transcurrió en los alrededores de la Iglesia Santa María de los Ángeles, que podríamos decir fue como su "hogar". Aquí fue bautizado, hizo su Primera Comunión, su Confirmación, y precisamente aquí, a los cinco años de edad, tuvo una aparición del Sagrado Corazón de Jesús. Este año marcaría la vida de Francisco para siempre; empieza a tener apariciones de la Santísima Virgen, que continuarían por el resto de su vida.

También tenía trato familiar con su ángel guardián, con el que tuvo la gracia de comunicarse toda su vida y el cual sirvió grandemente en la misión que él recibiría de Dios. Es también a esta edad que los demonios comenzaron a torturarlo. El niño acostumbraba a cobijarse bajo la sombra de un árbol particular durante los cálidos y soleados días de verano. Amigos y vecinos testificaron que fueron en más de una ocasión las veces que le vieron pelear con lo que parecía su propia sombra. Estas luchas continuarían por el resto de su vida.Fue un niño callado, diferente y tímido, muchos dicen que a tan corta edad ya mostraba signos de una profunda espiritualidad. Era piadoso, permanecía largas horas en la iglesia después de Misa. Hizo hasta arreglos con el sacristán para que le permitiera visitar al Señor en la Eucaristía, en los momentos en los cuales la iglesia permaneciera cerrada.

Llegó el momento en el cual Francisco manifestará su deseo de ser religioso. Su padre, al ver la limitación existente de educación en la villa, emigró a los Estados Unidos y a Jamaica buscando mejor solvencia económica que le permitiera sufragar los gastos de educación para Francisco. Sus padres, aunque humildes, recibieron gran sabiduría del Señor para ver el camino que su hijo habría de seguir. Hicieron grandes sacrificios para que se hiciera posible.

Los días antes de entrar al seminario fueron días de visiones del Señor, que le prepararían para grandes luchas. El día antes de entrar al Seminario, Francisco tuvo una visión de Jesús con su Santísima Madre. En esta visión, Jesús posa Su mano en el hombro de Francisco, dándole valor y fortaleza para seguir adelante. La Virgen María, por su parte, le habla suavemente, sutil y maternalmente penetrando en lo más profundo de su alma.

Padre Pío siempre caminó el sendero estrecho, no permitiéndose lujos ni nada que le pudiera desviar de su relación con Jesús. A los 15 años de edad, Francisco había adelantado lo suficiente como para entrar al Seminario; sería Fraile Capuchino. Ingresó con la Orden Franciscana de Morcone el 3 de enero de 1902. Quince días después de su entrada, el día 22 de enero de 1902, Francisco recibió el hábito franciscano que está hecho en forma de una cruz y percibió que desde ese momento su vida estaría “crucificada en Cristo”, tomó además, por nombre religioso, Fray Pío de Pietrelcina en honor a San Pío V.

La Fraternidad Capuchina en la cual ingresó era una de las más austeras de la Orden Franciscana y una de las más fieles a la regla original de San Francisco de Asís. El ayuno y la penitencia eran prácticas habituales.

En 1905, solo dos años después de haber entrado al Seminario, el Fraile Pío experimenta por primera vez la bilocación.

El 10 de agosto de 1910, Padre Pío es ordenado sacerdote en la Catedral de Benevento, Italia. La tarde de aquel día, escribe esta oración: “Oh Jesús, mi suspiro y mi vida, te pido que hagas de mí un sacerdote santo y una víctima perfecta”. El día de su ordenación, su padre se encontraba en América, pero su madre, su hermano Miguel y su esposa, y sus tres hermanas le acompañaron en ese día tan especial. Al finalizar la Santa Misa, su madre y sus hermanos se acercaron a la baranda para recibir su primera bendición. Su madre no podía contener sus lágrimas, tanto de la emoción como del dolor de pensar en la ausencia de su esposo, cuyo sacrificio había hecho posible la ordenación de su hijo.

Como era la costumbre, el nuevo Padre celebraría su primera Misa en la iglesia de su pueblo, en Santa María de los Ángeles. En la misma iglesia en la que 23 años antes había sido bautizado, en donde había recibido la Primera Comunión y el Sacramento de la Confirmación. El padre solía decirles a sus hijos espirituales “Si ustedes desean asistir a la Sagrada Misa con devoción y obtener frutos, piensen en la Madre Dolorosa al pie del Calvario”.

Mientras más alto escalaba el joven sacerdote hacia la perfección, más era asechado por el demonio. Y mientras más atormentado era por Satanás, más crecía en fe y en amor al Señor. Poco después de su ordenación, le volvieron las fiebres y los males que siempre le aquejaron durante sus estudios, y fue enviado a su pueblo, Pietrelcina, para que se restableciera de salud.

Cada vez que se hacía el intento para restaurarlo a la vida religiosa dentro del monasterio, este fracasaba, pues su salud empeoraba. Su vida sacerdotal en Pietrelcina incluía mucha oración acompañada de muchas funciones religiosas, así como estudios teológicos, catecismo para los niños del pueblo y reuniones con individuos y familias.

Durante su primer año de ministerio sacerdotal, en 1910, el Padre Pío manifiesta los primeros síntomas de los estigmas. En una carta que escribe a su director espiritual los describe así: “En medio de las manos apareció una mancha roja, del tamaño de un centavo, acompañada de un intenso dolor. También debajo de los pies siento dolor”. Estos dolores en la manos y los pies del Padre Pío, son los primeros recuentos de las estigmas que fueron invisibles hasta el año 1918.

Este tiempo en su pueblo natal fue un período de grandes combates espirituales con el demonio, pero también de grandes consuelos a través de éxtasis y fenómenos místicos, tanto interiores como exteriores, espirituales y físicos. El demonio solía aparecérsele de distintas maneras.

El día 12 de agosto de 1912 experimentó por primera vez la “llaga del amor”. El Padre Pío le escribió a su director espiritual explicándole lo sucedido: “Estaba en la Iglesia haciendo mi acción de gracias después de la Santa Misa, cuando de repente sentí mi corazón herido por un dardo de fuego hirviendo en llamas y yo pensé que me iba a morir”.Por siete años, Padre Pío permanece fuera del Convento, en Pietrelcina.
El día 17 de febrero de 1916, el Padre Pío salió de Pietrelcina rumbo a Foggia, donde los superiores lo llamaron para dar un servicio espiritual.

Aunque el Padre nunca más pudo regresar a Pietrelcina, su amor por ella nunca disminuyó. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Padre, refiriéndose a su pueblo dijo: “Pietrelcina será preservada como la niña de mis ojos”. Y antes de morir, hablando proféticamente dijo: “Durante mi vida he favorecido a San Giovanni Rotondo. Después de mi muerte, favoreceré a Pietrelcina”.

El día 28 de julio de 1916, el Padre Pío llega a San Giovanni Rotondo por primera vez. San Giovanni Rotondo era en ese entonces una pequeña villa en la península del Gargano, rodeada por casas muy pobres, sin luz, sin agua potable ni cañería, sin caminos pavimentados y sin formas de comunicación modernos, muy parecido a la forma de vida en las villas pequeñas de aquel entonces.

El monasterio se encontraba a unos dos kilómetros del pueblo y para llegar a este, era necesario ir en mula. El monasterio contaba con una pequeña y rústica Iglesia de Nuestra Señora de la Gracia del siglo XIV.

Padre Pío fue invitado a San Giovanni por el Padre Guardián y su breve visita fue del 28 de julio al 5 de agosto. Durante esta visita, la salud del Padre parece haber mejorado un poco lo cual agradó al Padre Provincial y este lo mandó bajo obediencia a regresar a San Giovanni por un tiempo, hasta que mejorase más su salud. El Padre regresó al Monasterio del Gargano el día 4 de septiembre de 1916. En los designios del Señor, lo que en un inicio se pensó sería temporal, duró 52 años, hasta la muerte del Padre.

El Padre Pío fue llamado a las filas militares tres veces durante la Primera Guerra Mundial y las tres veces fue regresado luego de un corto período por motivos de salud. La última vez que fue llamado, su salud desmejoró tanto, que los mismos médicos le dieron de baja para “permitirle morir en paz en su hogar”. Las cortas permanencias en las filas militares causaron en él grandes dolores en su alma, a causa de la dureza de los soldados, las blasfemias que escuchó y el verse alejado de la vida monástica. Otro gran dolor era el no poder ofrecer la Santa Misa todos los días.

El Padre Pío sirvió como padre espiritual de los jóvenes que formaban parte del seminario seráfico menor, que en ese momento estaba en San Giovanni Rotondo. Él se encargaba de proveerles meditaciones, de confesarlos y de tener conversaciones espirituales con ellos. Oraba mucho y vigilaba su avance espiritual y hasta llegó a pedir permiso para ofrecerse como víctima al Señor por la perfección de este grupo a quienes como él mismo decía “amaba con ternura”.

La transverberación es una gracia extraordinaria que algunos santos como Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz han recibido. El corazón de la persona escogida por Dios es traspasado por una flecha misteriosa o experimentado como un dardo que al penetrar deja tras de sí una herida de amor que quema mientras el alma es elevada a los niveles más altos de la contemplación del amor y del dolor.

El Padre Pío recibió esta gracia extraordinaria el 5 de agosto de 1918. En gran simplicidad, el Padre le narró a su director espiritual lo sucedido: “Yo estaba escuchando las confesiones de los jóvenes la noche del 5 de agosto cuando, de repente, me asusté grandemente al ver con los ojos de mi mente a un visitante celestial que se apareció frente a mí. En su mano llevaba algo que parecía como una lanza larga de hierro, con una punta muy aguda. Parecía que salía fuego de la punta.

Vi a la persona hundir la lanza violentamente en mi alma. Apenas pude quejarme y sentí como que me moría. Le dije al muchacho que saliera del confesionario, porque me sentía muy enfermo y no tenía fuerzas para continuar. Este martirio duró sin interrupción hasta la mañana del 7 de agosto. Desde ese día siento una gran aflicción y una herida en mi alma que está siempre abierta y me causa agonía.

”Pero sin duda alguna lo que ha hecho famoso al Padre Pío es el fenómeno de los estigmas: las cinco llagas de Cristo crucificado que llevó en su cuerpo visiblemente durante 50 años. Un poco más de un mes después de haber recibido el traspaso del corazón, el Padre Pío recibe las señas, ahora visibles, de la Pasión de Cristo.

El Padre describe este fenómeno y gracia espiritual a su director por obediencia: “Era la mañana del 20 de septiembre de 1918. Yo estaba en el coro haciendo la oración de acción de gracias de la Misa y sentí poco a poco que me elevaba a una oración siempre más suave, de pronto una gran luz me deslumbró y se me apareció Cristo que sangraba por todas partes. De su cuerpo llagado salían rayos de luz que más bien parecían flechas que me herían los pies, las manos y el costado. Cuando volví en mí, me encontré en el suelo y llagado. Las manos, los pies y el costado me sangraban y me dolían hasta hacerme perder todas las fuerzas para levantarme. Me sentía morir, y hubiera muerto si el Señor no hubiera venido a sostenerme el corazón que sentía palpitar fuertemente en mi pecho. A gatas me arrastré hasta la celda. Me recosté y recé, miré otra vez mis llagas y lloré, elevando himnos de agradecimiento a Dios”.

Los estigmas del Padre Pío eran heridas profundas en el centro de las manos, de los pies y el costado izquierdo. Tenía manos y pies literalmente traspasados y le salía sangre viva de ambos lados, haciendo del Padre Pío el primer sacerdote estigmatizado en la historia de la Iglesia (San Francisco Asís no era sacerdote).

El provincial de los Capuchinos de Foggia invitó al Profesor Romanelli, médico y director de un prestigioso hospital, para que estudiara el caso y diera su parecer. El Doctor Romanelli no tuvo la menor duda del carácter sobrenatural del fenómeno. Poco después la Curia Generalicia de los Capuchinos en Roma envió a San Gionanni Rotondo a otro especialista, el profesor Jorge Festa. Sus conclusiones fueron que “los estigmas del Padre Pío tenían un origen que los conocimientos científicos estaban muy lejos de explicar. La razón de su existencia está mas allá de la ciencia humana”.

La noticia de que el Padre Pío tenía los estigmas se extendió rápidamente. Muy pronto miles de personas acudían a San Giovanni Rotondo para verle, besarle sus manos, confesarse con él y asistir a sus Misas.

La palabra ESTIGMA viene del griego y significa “marca” o “señal en el cuerpo”, y era el resultado del sello de un hierro candente con el cual marcaban a los esclavos. En sentido médico, estigma quiere decir una mancha enrojecida sobre la piel, que es causada porque la sangre sale de los vasos por una fuerte influencia nerviosa, pero nunca llega a ser perforación. En cambio los estigmas que han tenido los místicos son lesiones reales de la piel y de los tejidos, llagas verdaderas como, en este caso, las han descrito los doctores Romanelli y Festa.

Después de minuciosas investigaciones, la Santa Sede quiso intervenir directamente. En aquel entonces era una gran celebridad en materia de psicología experimental, el Padre Agustín Gemelli, franciscano, doctor en medicina, fundador de la Universidad Católica de Milán y gran amigo del Papa Pío XI.

El Padre Gemelli fue a visitar al Padre Pío, pero como no llevaba permiso escrito para examinar sus llagas, este rehúso a mostrárselas. El Padre Gimelli se fue de San Giovanni con la idea de que los estigmas eran falsos, de naturaleza neurótica y publicó su pensamiento en un artículo publicado en una revista muy popular. El Santo Oficio se valió de la opinión de este gran psicólogo e hizo público un decreto el cual declaraba la poca constancia en la sobrenaturalidad de los hechos.

En los años siguientes hubo otros tres decretos y el último fue condenatorio, prohibiendo las visitas al Padre Pío o mantener alguna relación con él, incluso epistolar. Como consecuencia, el Padre Pío pasó 10 años -de 1923 a 1933- aislado completamente del mundo exterior, entre la paredes de su celda. Durante estos años no solo sufría los dolores de la Pasión del Señor en su cuerpo, también sentía en su alma el dolor del aislamiento y el peso de la sospecha. Su humildad, obediencia y caridad no se desmintieron nunca.

El Padre Pío se levantaba todas la mañanas a las tres y media y rezaba el oficio de las lecturas. Fue un sacerdote orante y amante de la oración. Solía repetir: “La oración es el pan y la vida del alma; es el respiro del corazón, no quiero ser más que esto, un fraile que ama”.

Celebraba la Santa Misa en las mañanas acompañado de dos religiosos. Todos querían verlo y hasta tocarlo, pero su presencia inspiraba tanto respeto que nadie se atrevía a moverse en lo más mínimo. La Misa duraba casi dos horas y todos los presentes se sumergían de forma particular en el misterio del sacrificio de Cristo, multitudes se volcaban apretadas alrededor del altar deteniendo la respiración. El Padre Pío vive la Santa Misa, sufriendo los dolores del Crucificado y dando profundo sentido a las oraciones litúrgicas de la Iglesia. En los anales de la Iglesia, Padre Pío es el primer sacerdote estigmatizado; el fue esencialmente sacerdote, y su santidad fue esencialmente sacerdotal. Toda su vida giraba alrededor de esta realidad en la cual prestaba su boca a Cristo, sus manos y sus ojos. Cuando decía: "Esto es mi Cuerpo...Esta es mi Sangre", su rostro se transfiguraba. Olas de emoción lo sacudían, todo su cuerpo se proyectaba en una muda imploración. “La Misa”, dijo una vez a un hijo espiritual, “es Cristo en al Cruz, con María y Juan a los pies de la misma y los ángeles en adoración. Lloremos de amor y adoración en esta contemplación”. Mientras el Padre celebraba el Santo Sacrificio, el tiempo parecía detenerse.

Una vez se le preguntó al Padre cómo podía pasar tanto tiempo de pie en sus llagas durante toda la Santa Misa, a lo que él respondió: “Hija mía, durante la Misa no estoy de pie: estoy suspendido con Jesús en la cruz”.

Quien participara en la celebración Eucarística del Padre Pío no podía quedar tranquilo en su pecado. Después de la Santa Misa, el Padre Pío se sentaba en el confesionario por largas horas, dándole preferencia a los hombres, pues él decía que eran los que más necesitaban de la confesión. Al ser tantos los que acudían a la confesión, fue necesario establecer un orden, y confesarse con el Padre Pío podía tomarse fácilmente tres o cuatro días de espera.

Son muchos los impresionantes testimonios y las emotivas conversiones generadas a través de las Confesiones con el Padre Pío. Severo con los curiosos, hipócritas y mentirosos, y amoroso y compasivo con los verdaderamente arrepentidos. Uno de los dones que más impresionaba a la gente era que podía leer los corazones. Una vez se le preguntó al Padre por qué echaba a los penitentes del confesionario sin darles la absolución, a lo que él respondió: “Los echo, pero los acompaño con la oración y el sufrimiento, y regresarán”.

El Padre se le acercó y le preguntó el porqué de su llanto. El muchacho respondió que “lloraba, porque no le había dado la absolución”. Padre Pío lo consoló con ternura diciendo: “Hijo, ves, la absolución no es que te la he negado para mandarte al infierno sino al Paraíso”.

El Padre Pío era un hombre muy duro contra todo tipo de pecado, pero tierno, jovial y amante de la vida. Era un conversador brillante, con la astucia para mantener en suspenso a sus oyentes. Le gustaban mucho los chistes, y en su repertorio, no faltaban los que se referían a los soldados, políticos y religiosos. De la boca del Padre Pío, el chiste y la anécdota no eran solo sano humorismo y simple distracción, sino también una especie de apostolado: el apostolado de la alegría y el buen humor.

A muchos que acudían a él para pedir su intercesión en momentos de necesidad, el Padre no faltaba en darles una mano con su oración. En una ocasión contaba un monseñor que a un campesino conocido de él, al cual le vino un fuerte y repentino dolor de muelas una noche, en su desesperación por sentirse que el Padre no había escuchado su súplica de intercesión, tomó un zapato y lo arrojó contra el cuadrito en el que estaba la foto del Padre Pio. Pasado el tiempo y habiendo olvidado el gesto irreverente, fue a confesarse con el Padre, el cual le replicó en el confesionario: “Y todavía tienes el coraje, después del zapatazo que me distes en la cara...”.

Una de las sanaciones más conocidas del Padre Pío fue la de una niña llamada Gema, que había nacido sin pupilas en los ojos. La abuelita de ésta la llevó a San Giovanni Rotondo con la esperanza de que el Señor obrara un milagro a través de la intercesión del Padre. El Padre Pio la bendijo e hizo la señal de la cruz sobre sus ojos. La niña recuperó la vista, aunque el milagro no terminó allí. Gema vio desde ese momento, sin nunca tener pupilas. Ya de adulta, Gema entró en la Vida Religiosa.

La vida del Padre Pío está tan llena de acontecimientos extraordinarios que es necesario buscar las causas de ellos en su vida íntima. Quien es llamado a servir en la misión redentora de Jesucristo tiene que sufrir mucho moral y físicamente.

La tarde del 9 de enero de 1940, el Padre Pío reunió a tres de sus grandes amigos espirituales y les propuso un proyecto al cual él mismo se refirió como “su obra más grande aquí en la tierra”: la fundación de un hospital que habría de llamarse “Casa Alivio del Sufrimiento”. El Padre sacó una moneda de oro de su bolsillo que había recibido en una ocasión como regalo y dijo: “Esta es la primera piedra”. El 5 de mayo de 1956 se inauguró el hospital con la bendición del cardenal Lercaro y un inspirado discurso del Papa Pío XII. La finalidad del hospital es curar al enfermo tanto espiritual como físicamente: la fe y la ciencia, la mística y la medicina, todos de acuerdo para auxiliar la persona entera del enfermo: cuerpo y alma.

“Lo que le falta a la humanidad, repetía con frecuencia, es la oración”. A raíz de la Segunda Guerra Mundial, el mismo Padre funda los “Grupos de Oración del Padre Pío”. Los Grupos se multiplicaron por toda Italia y el mundo. A la muerte del Padre los Grupos eran 726 y contaban con 68.000 miembros, y en marzo de 1976 pasaban de 1.400 grupos con más de 150.000 miembros. “Yo invito a las almas a orar y esto ciertamente fastidia a Satanás. Siempre recomiendo a los Grupos la vida cristiana, las buenas obras y, especialmente, la obediencia a la Santa Iglesia”.

La envidia humana se echó encima de la obra del Padre Pío. Desde 1959, periódicos y semanarios empezaron a publicar artículos y reportajes mezquinos y calumniosos contra la “Casa Alivio del Sufrimiento”. Para quitar al Padre los donativos que le llegaban de todas partes del mundo para el sostenimiento de la Casa, sus enemigos planearon una serie de documentaciones falsas y hasta llegaron, sacrílegamente, a colocar micrófonos en su confesionario para sorprenderlo en error.

Algunas oficinas de la Curia Romana condujeron investigaciones, le quitaron la administración de la Casa Alivio del Sufrimiento y sus Grupos de Oración fueron dejados en el abandono. A los fieles se les recomendó no asistir a sus Misas ni confesarse con él. El Padre Pío sufrió mucho a causa de esta última persecución que duró hasta su muerte, pero su fidelidad y amor intenso hacia la Santa Madre Iglesia fue firme y constante. En medio del dolor que este sufrimiento le causaba, solía decir: “Dulce es la mano de la Iglesia también cuando golpea, porque es la mano de una madre”.

El viernes 20 de septiembre de 1968, el Padre Pío cumplía 50 años de haber recibido los estigmas del Señor. Fue grande la celebración en San Giovanni. El Padre Pío celebró la Misa a la hora acostumbrada. Alrededor del altar había 50 grandes macetas con rosas rojas para sus 50 años de sangre... De la misma manera milagrosa como los estigmas habían aparecido en su cuerpo 50 años antes, ahora, 50 años más tarde y unos días antes de su muerte, habían desaparecido sin dejar rastro alguno de cinco décadas de dolor y sangre, con lo cual el Señor ha confirmado su origen místico y sobrenatural.

Tres días después, murmurando por largas horas “¡Jesús, María!”, muere el Padre Pío, en la madrugada del 23 de septiembre de 1968. Los funerales del Padre Pío fueron impresionantes. Se tuvo que esperar cuatro días para que las multitudes pasaran a despedirlo. Se calcula que más de 100 mil personas participaron del entierro.Muchas han sido las sanaciones y conversiones concedidas por la intercesión del Padre Pío e innumerables milagros han sido reportados a la Santa Sede.

Los preliminares de su Causa se iniciaron en noviembre de 1969. El 18 de diciembre de 1997, Su Santidad Juan Pablo II lo pronunció venerable. Este paso, aunque no tan ceremonioso como la beatificación, es ciertamente la parte más importante del proceso.

El venerable Padre Pío fue beatificado el 2 de mayo de 1999. Tan grande fue la multitud en la Misa de beatificación, que desbordaron la Plaza de San Pedro y toda la Avenida de la Conciliación hasta el río Tiber sin ser estos lugares suficientes. Millones además lo contemplaron por la televisión en el mundo entero.

El día 16 de junio del 2002, su Santidad Juan Pablo II canonizó al Padre Pío, quien desde ese momento pasó a ser el primer sacerdote canonizado que ha recibido los estigmas de nuestro Señor Jesucristo.

San Pio de Pietrelcina, ruega por nosotros. Así sea.