29 de septiembre de 2012

Un año más, y tanto que agradecer...




Aún me sigue pareciendo que fue ayer, pero ya van cinco. Sí, Señor, cinco años de sacerdote. Una mañana como hoy, 29 de septiembre, día de los santos Arcángeles, del año 2007, a las 11:40, fui ungido sacerdote para siempre.

Por ello, cada 29 de septiembre, es para mi y para la gente que me rodea, un día especial, como cada año que pasa. Un día de Acción de Gracias, que agradeceré al Señor dentro de pocas horas en la Santa Misa, cuando lo tenga entre mis manos y le diga, ¡bienvenido al altar Señor, gracias, un año más!.

Agradeceré al Señor, entre otras cosas, tanto don inmerecido, pero que me ha sido entregado por Él, que un dia se fijó en mí, me llamó y comenzó esta obra buena. Sólo pido y deseo, que Él mismo, que la comenzó, la lleve a término.

Y esta mañana, al igual que hice hace dos semanas en la Basílica de San Miguel Arcángel, en la Apulia sobre el Monte Gárgano, en Italia, me encomiendo a los Santos Arcángeles, para que me asistan en mi ministerio sacerdotal y sirva a nuestro Señor en los demás. Gracias Señor, gracias...

28 de septiembre de 2012

Al anochecer...



Un día más que se acaba...
A esta hora, quiero acudir ante Ti
para presentarte las acciones de esta jornada,
como buen trabajador o administrador
de los bienes que hoy me has concedido.
Aquí te presento lo que hoy he hecho;
respondo ante Ti de mis obras,
de las buenas y de las malas.
Todo lo pongo ante tu mirada de Padre,
porque sé que me amas y sé que me ayudarás,
para que mañana me «salgan» mejor las cosas.
Gracias por las cosas buenas que hoy he hecho.
Perdona las otras.
Acoge, sobre todo, Señor,
los esfuerzos por caminar junto a Ti,
en el día que acaba.
A tus manos entrego mi sueño y mi descanso,
porque sé que no me dejarás solo.


17 de septiembre de 2012

Gracias a todos y de todo corazón...





Ayer, me tocó vivir uno de esos momentos que a nadie nos gusta que lleguen, pero que a los sacerdotes, nos toca pasar varias veces en nuestra vida. Me estoy refiriendo a las tan temidas despedidas.

A la 1 del mediodia, en una iglesia cercana, donde he pasado momentos inolvidables, nos reunimos familiares, amigos y parroquianos para tener la celebración de la Santa Misa como despedida y acción de gracias por estos cuatro años. Cuatro años que llevo compartiendo con ellos la vida y la fe, al igual que con tantas personas que me he ido encontrando a lo largo de todo este tiempo.

Tras la Misa y la inevitable entrega de obsequios, pasamos a la mesa, donde pudimos disfrutar de una agradable comida compartida y como siempre abundante, ¡que exagerados son siempre!.

Sólo dar las gracias a las más de 70 personas que me acompañaron y a los que por varios motivos no pudieron estar. Gracias por los momentos vividos, por los amigos que dejo atrás pero que siempre me acompañarán, gracias a todos y de todo corazón.

16 de septiembre de 2012

Crónica de una peregrinación...




Hace solo unos días que regresé de mi tercer viaje a Italia, a donde marché a finales del mes de agosto, junto con 18 personas más, y cuyo objetivo, al igual que en años anteriores, era el de peregrinar a Roma, y como no, Pietrelcina y San Giovanni Rotondo, las dos localidades italianas que vieron nacer y morir al Padre Pío de Pietrelcina.

Este viaje, a diferencia de los otros, ha supuesto para mí todo un reto y una nueva experiencia en mi vida, por ser el primer viaje-peregrinación que organizo como sacerdote. Y aunque el Señor me dio el coraje y la valentía suficiente para ello, reconozco que no es nada fácil salir con tantas personas a un país extranjero siendo responsable de grupo y de tantas y tantas cosas...

Ahora, como entonces, y a pocos días de nuestra llegada, solo me salen palabras de agradecimiento al Señor, a la Virgen y a Padre Pio, por todo lo vivido durante estos 15 días, estos intensos y emotivos días en tierras italianas.

Agradezco desde aquí, a todas y cada una de las personas que me acompañaron, porque aunque la mayoría éramos conocidos, llegamos a ser una familia, una gran familia, donde reinó en todo momento la buena convivencia, la oración, la alegría y el buen humor. Gracias a todos, muchísimas gracias de todo corazón.

Y es que todos y cada uno de los lugares visitados, fueron vividos con gran interés y especial emoción.

Comenzar con las misas celebradas en la Parroquia de Santa María de los Ángeles, en la zona del Castillo, parte alta de Pietrelcina, cerca de la casa donde nació Padre Pio. Allí fue bautizado al día siguiente de su nacimiento, el 26 de mayo de 1887, y recibió los sacramentos de la Confirmación y la Eucaristía, y años más tarde, cantó su Primera Misa tras su ordenación sacerdotal en la Catedral de Benevento, el 10 de agosto de 1910.

Y como no, Piana Romana, que tenia esta vez un encanto especial. Habían reformado el altar de la Iglesia y remozado los jardines. En un altar instalado recientemente al aire libre, celebré la Santa Misa. Alli mismo, en Piana Romana, el 7 de septiembre de 1910, bajo un olmo, Padre Pio recibió por primera vez los estigmas, que luego desaparecieron, para hacerse visibles años más tarde durante 50 años. Esta zona cercana a Pietrelcina, era el lugar donde los Forgione tenían las tierras de cultivo y donde pasaban la mayor parte del tiempo.

En Morcone, pasamos una tarde. En ese convento capuchino, llegó por primera vez el joven Padre Pio en 1902 y recibió el hábito franciscano el 22 de enero de 1903.

Especial fue la visita al “Santuario dell´Addolorata di Castelpetroso”, patrona de Molise, donde el 22 de mayo de 1888, la Santísima Virgen Dolorosa, con nuestro Señor muerto en su regazo, se apareció a Fabiana Cicchino y Serafina Valentino, dos chicas del lugar que regresaban a casa tras las labores del campo. En cuanto a nosotros, la subida al monte de las apariciones, supuso todo una gran aventura. Entre rayos y truenos, y caminando con cierto respeto pero amparados en la Santísima Virgen, por la pequeña vereda entre los pinos, llegamos al lugar de las apariciones, y tras el rezo del santo Rosario, era el turno de deshacer ahora todo el camino andado hasta la Basílica, bajo una lluvia incesante. Ya os podéis imaginar el estado en el que llegamos…

En San Giovanni Rotondo, días inolvidables. Así como inolvidable fue la Santa Misa celebrada la tarde de nuestra llegada, en un altar al aire libre, al final del Vía Crucis, en lo más alto. Las obligadas visitas al hospital “Casa Sollievo della Sofferenza” y sus diversas instalaciones, dignas de ser visitadas, obra cumbre de Padre Pio, y como no, la Misa en el mismo altar de la Capilla del hospital, donde Padre Pio celebró tantas y tantas veces, el Santo Sacrificio del Altar.

Y como pasar por alto la ciudad del Monte del Santo Ángel, sobre el Monte Gárgano, en la Apulia. Allí está la Basílica de San Miguel Arcángel, según la tradición, consagrada por el mismo San Miguel Arcángel hace más de 1500 años, allá por el siglo VI. Una vez más, pude celebrar la Santa Misa de San Miguel. Esta Misa fue especial, por ser el día de los santos Arcángeles, aniversario de mi ordenación sacerdotal, 29 de septiembre.

En Foggia, la visita al Convento de Santa Ana, donde en 1916, estuvo hospedado unos meses el Padre Pio, y visita al Santuario de la “Madre di Dio Incoronata”, un hermoso santuario en las afueras de Foggia, que acoge también una hermosa historia de la aparición de la Santísima Virgen.

Ya en Roma, 4 días inolvidables, como siempre. La tarde de nuestra llegada, visita a la Basílica de Santa María de la Paz, en Villa Tevere, Iglesia Prelaticia y sede central del Opus Dei. Allí celebramos la Santa Misa sobre el altar que sirve de urna a las reliquias de San Josemaría Escrivá, y en cuya cripta reposa también Don Álvaro del Portillo, obispo y primer sucesor de San Josemaría Escrivá.

El Vaticano, el Coliseo y las Catacumbas de San Calixto, en cuyos subterráneos celebramos también la Santa Misa en un ambiente que nos hablaba del siglo IV, y todo esto, a 14 metros bajo tierra...

San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros, fueron las tres grandes basílicas romanas, que junto con san Pedro, nos acogieron una vez más, sin dejar atrás Santa María de los Ángeles y de los Mártires, antigua terma romana, de la época del emperador Diocleciano, convertida en su interior en una basílica, por el genial artista Miguel Ángel.

Amigos, y entre estas y otras muchas vivencias, que por espacio omito, transcurrieron nuestros 15 días en Italia. 15 días dan para mucho, pero en verdad, dan para tan poco…

Me siento feliz y enormemente agradecido para con nuestro Señor por tanto bien… Gracias Señor, solo Tú sabes hacer bien las cosas, y hay que ver cómo nos pagas… el ciento por uno en esta vida, y luego, ya sabemos, la Vida Eterna… Gracias Señor, gracias Madre, gracias Padre Pio, una vez más...

14 de septiembre de 2012

La Exaltación de la Santa Cruz.





Hoy, 14 de septiembre, como cada año, celebramos la fiesta de la Exaltación  de la Santa Cruz. Entre otras cosas, se nos recuerda el hallazgo de la Santa Cruz en el año 320, por parte de Santa Elena, madre de Constantino. Más tarde Cosroas, rey de Persia se llevó la cruz a su país. Heraclio la devolvió a Jerusalén.

El cristianismo es un mensaje de amor. ¿Por qué entonces exaltar la Cruz?. Además, la Resurrección, más que la Cruz, da sentido a nuestra vida.

Pero ahí está la Cruz, el escándalo de la Cruz, de San Pablo. Nosotros no hubiéramos introducido la Cruz. Pero los caminos de Dios son diferentes. Los apóstoles la rechazaban. Y nosotros también. Cuando Clovodeo leía la Pasión exclamaba: ¡Ah, si hubiera estado allí yo, con mis francos!

La Cruz es fruto de la libertad y amor de Jesús. No era necesaria. Jesús la ha querido para mostrarnos su amor y su solidaridad con el dolor humano. Para compartir nuestro dolor y hacerlo redentor.

Jesús no ha venido a suprimir el sufrimiento: el sufrimiento seguirá presente entre nosotros. Tampoco ha venido para explicarlo: seguirá siendo un misterio. Ha venido para acompañarlo con su presencia. En presencia del dolor y muerte de Jesús, el Santo, el Inocente, el Cordero de Dios, no podemos rebelarnos ante nuestro sufrimiento ni ante el sufrimiento de los inocentes, aunque siga siendo un tremendo misterio.

Jesús, en plena juventud, es eliminado y lo acepta para abrirnos el paraíso con la fuerza de su bondad: "En plenitud de vida y de sendero dio el paso hacia la muerte porque El quiso. Mirad, de par en par, el paraíso, abierto por la fuerza de un Cordero" (Himno de Laudes).

En toda su vida Jesús no hizo más que bajar: en la Encarnación, en Belén, en el destierro. Perseguido, humillado, condenado. Sólo sube para ir a la Cruz. Y en ella está elevado, como la serpiente en el desierto, para que le veamos mejor, para atraernos e infundirnos esperanza. Pues Jesús no nos salva desde fuera, como por arte de magia, sino compartiendo nuestros problemas. Jesús no está en la Cruz para adoctrinarnos olímpicamente, con palabras, sino para compartir nuestro dolor solidariamente.

Pero el discípulo no es de mejor condición que el maestro, dice Jesús. Y añade: "El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y me siga". Es fácil seguir a Jesús en Belén, en el Tabor. ¡Qué bien estamos aquí!, decía Pedro. En Getsemaní se duerme, y, luego le niega.

"No se va al cielo hoy ni de aquí a veinte años. Se va cuando se es pobre y se está crucificado" (León Bloy). "Sube a mi Cruz. Yo no he bajado de ella todavía" (El Señor a Juan de la Cruz). No tengamos miedo. La Cruz es un signo más, enriquece, no es un signo menos. El sufrir pasa, el haber sufrido -la madurez adquirida en el dolor- no pasa jamás. La Cruz son dos palos que se cruzan: si acomodamos nuestra voluntad a la de Dios, pesa menos. Si besamos la Cruz de Jesús, besemos la nuestra, astilla de la suya.

La Cruz aceptada - no la buscada - tiene un gran valor... Dijo una ostra a otra ostra: "Siento un gran dolor dentro de mí. Es pesado y redondo y me lastima". Y la otra ostra replicó con arrogancia: "Alabados sean los cielos y el mar. Yo no siento dolor dentro de mí. Me siento bien e intacta'". Un cangrejo que pasaba por allí las escuchó y dijo a la que estaba bien e intacta: "Sí, te sientes bien, pero el dolor de la otra es una hermosa perla".

Es la ambigüedad del dolor. El que no sufre, queda inmaduro. El que lo acepta, se santifica. El que lo rechaza, se amarga y se rebela.