30 de junio de 2012

Venerable Álvaro del Portillo.




Benedicto XVI ha firmado el decreto que reconoce las "virtudes heroicas" de Álvaro del Portillo, principal colaborador del fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá, y su primer sucesor.

26 de junio de 2012

Un mensaje viejo y nuevo...



Alzamos con brío, San Josemaría, nuestro canto de alabanza al Dios Uno y Trino, pues nos das a tus hijos un mensaje viejo y nuevo: Que, tanto los casados como los célibes, los ancianos como los jóvenes, conviertan cada día su trabajo ordinaro, en motivo de santificación. Tú nos dijiste; "Que busques a Cristo, que encuentres a Cristo, que ames a Cristo". Así, buscando siempre a Cristo, encontrado y amado sobre todo, alcancemos algún dia la corona eterna, que es el premio de la vida.

En diálogo con San Josemaría.

26 de Junio: San Josemaría Escrivá.




ORACIÓN A SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ


Oh Dios, que por mediación de la Santísima Virgen otorgaste a San Josemaría, sacerdote, gracias innumerables, escogiéndole como instrumento fidelísimo para fundar el Opus Dei, camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano: haz que yo sepa también convertir todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte, y de servir con alegría y con sencillez a la Iglesia, al Romano Pontífice y a las almas, iluminando los caminos de la tierra con la luminaria de la fe y del amor.

Concédeme por la intercesión de San Josemaría el favor que te pido... (pídase). Así sea.

24 de junio de 2012

Natividad de San Juan Bautista.



 "Dios todopoderoso, concede a tu familia

progresar en el camino de la salvación,

para que, siguiendo la voz de san Juan el Precursor,

pueda llegar con seguridad

al Salvador anunciado, Jesucristo nuestro Señor.

Que vive y reina contigo

en la unidad del Espíritu Santo

y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén".


17 de junio de 2012

El Padre Pío; un santo que no deja a nadie indiferente...




Ayer, 16 de junio, se cumplieron 10 años de la canonización de Padre Pio de Pietrelcina, (Roma, 16  de junio de 2002), por el ahora beato y entonces Papa Juan Pablo II, en la que ha sido la canonización más multitudinaria de la historia de la Iglesia, y es que Padre Pio, entonces y ahora, no deja a nadie indiferente...

Con este motivo, he querido añadir unas declaraciones del que es hasta ahora, el mayor especialista español en todo lo referente al Padre Pío, quizás el santo más milagroso del siglo XX. Estamos hablando de Fray Elías Cabodevilla, navarro de nacimiento y sacerdote capuchino. El padre Elías ha estado en Madrid unos días predicando sobre este santo. Cuando Cabodevilla estudiaba en Pamplona para ser sacerdote en los años 60, él y sus compañeros capuchinos sólo oían rumores acerca de un monje rebelde en Italia, quizá loco, quizá estafador, que al parecer se provocaba heridas en las manos y al que muchos le atribuían intercesiones milagrosas. Pero cuando murió el Padre Pío en septiembre de 1968 y las multitudes peregrinaron a su tumba en San Giovanni Rotondo, él, como muchos otros, se preguntó por su figura. Hoy, el padre Elías vive allí casi todo el año y ha hablado con infinidad de personas que conocieron al santo y quedaron transformadas por él. «A sus milagros les acompaña siempre un cambio de vida de la persona», afirma Cabodevilla. «Los devotos del Padre Pío necesitan hablar de él, no he visto un fenómeno con esa intensidad en otros santos. Además, lo consideran como un padre, como uno más de la familia. Incluso Juan Pablo II, durante la homilía de su canonización, lo llamó “amado Padre Pío”», señala este capuchino.

La relación del Papa polaco con el monje italiano queda reflejada en varias cartas que se conservan. Ya había tratado con él en 1947, cuando Wojtyla era un cura recién ordenado, y ya entonces vio sus estigmas, las heridas en pies, manos y el costado. «En 1962, Karol Wojtyla, ya arzobispo de Cracovia, le escribió: “Venerable Padre, te ruego que eleves a Dios una oración por una madre de cuatro hijas, que tiene 40 años y vive en Cracovia, en Polonia. Durante la última guerra pasó cinco años en un campo de concentración de Alemania. Está en gravísimo peligro de perder la vida a causa de un cáncer». Los médicos le daban un año de vida, pero la mujer se curó milagrosamente y aún vive. Se trata de Wanda Poltawska, famosa amiga del Papa, cuya correspondencia con él se ha publicado recientemente en España. Recientemente, durante el proceso de beatificación de Juan Pablo II, apareció una carta suya de 1963 en la que pide al monje rezar por otros conocidos: la hija de un abogado de Polonia, una señora de Cracovia, «y por mí, por unas dificultades pastorales».

Cabodevilla afirma que el Padre Pío era «jocoso, pronto a la broma», pero con un temperamento fuerte. Era muy exigente como confesor, y a los que acudían a él por morbo les descubría y trataba «con dureza pero con misericordia», explica Cabodevilla.

Con todo, la Iglesia declara oficialmente la santidad del Padre Pío, pero no la realidad de sus estigmas, aunque tanto Juan Pablo II como Pablo VI los mencionan. El padre Elías lleva consigo un mitón del santo, uno de los guantes sin dedos que usaba para ocultar las heridas de sus manos y que tiene certificado vaticano. «El Padre Pío enseñó a amar a Dios, al prójimo y a los necesitados», concluye Cabodevilla.

«Daré más guerra muerto que vivo»

Hablar del Padre Pío es hablar de uno de los santos que más milagros realiza en nuestro tiempo. Para recoger estas impactantes historias de fe y conversión hace unos meses se publicó el  libro «Padre Pío», escrito por José María Zavala. Uno de los testimonios que aparecen en la quinta edición de este libro es el de Charo Andrés. Una mujer que tras las lectura de la obra de Zavala quedó maravillada por la vida del santo capuchino y decidió volver a la Iglesia después de 35 años, hasta hoy no deja de rezar su novena. «Daré más guerra muerto que vivo», profetizó San Pío de Pietrelcina poco antes de morir, algo que demuestran estos milagros que se producen cada día alrededor de su figura.

16 de junio de 2012

Dulce Corazón de María.





María, Madre de Jesús y nuestra, nos señala hoy su Inmaculado Corazón. Un corazón que arde de amor divino, que rodeado de rosas blancas nos muestra su pureza total y que atravesado por una espada nos invita a vivir el sendero del dolor-alegría.

La Fiesta de su Inmaculado Corazón nos remite de manera directa y misteriosa al Sagrado Corazón de Jesús. Y es que en María todo nos dirige a su Hijo. Los Corazones de Jesús y María están maravillosamente unidos en el tiempo y la eternidad...

La Iglesia nos enseña que el modo más seguro de llegar a Jesús es por medio de su Madre.

Por ello, nos consagramos al Corazón de Jesús por medio del Corazón de María. Esto se hace evidente en la liturgia, al celebrar ambas fiestas de manera consecutiva, viernes y sábado respectivamente, en la semana siguiente al domingo del Corpus Christi.

Santa María, Mediadora de todas las gracias, nos invita a confiar en su amor maternal, a dirigir nuestras plegarias pidiéndole a su Inmaculado Corazón que nos ayude a conformarnos con su Hijo Jesús.

Venerar su Inmaculado Corazón significa, pues, no sólo reverenciar el corazón físico sino también su persona como fuente y fundamento de todas sus virtudes. Veneramos expresamente su Corazón como símbolo de su amor a Dios y a los demás.

El Corazón de Nuestra Madre nos muestra claramente la respuesta a los impulsos de sus dinamismos fundamentales, percibidos, por su profunda pureza, en el auténtico sentido. Al escoger los caminos concretos entre la variedad de las posibilidades, que como a toda persona se le ofrece, María, preservada de toda mancha por la gracia, responde ejemplar y rectamente a la dirección de tales dinamismos, precisamente según la orientación en ellos impresa por el Plan de Dios.

Ella, quien atesoraba y meditaba todos los signos de Dios en su Corazón, nos llama a esforzarnos por conocer nuestro propio corazón, es decir la realidad profunda de nuestro ser, aquel misterioso núcleo donde encontramos la huella divina que exige el encuentro pleno con Dios Amor.
                                       

11 de junio de 2012

Padre Pío en la intimidad...



Dedicado a todos los hijos espirituales del Padre Pío de Pietrelcina y a todos aquellos que me acompañarán  a esta tercera peregrinación a Pietrelcina, San Giovanni Rotondo y Roma.

Padre Pio, prega per noi...

10 de junio de 2012

Yo le miro y Él me mira...



Un artículo del P. Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, tomado de su libro “La Eucaristía, Nuestra Santificación”, me ha recordado el ejemplo que ponía San Josemaría Escrivá sobre un pobre lechero que todos los días iba a saludar al Señor en una capilla. No sabía teología, ni muchas oraciones. Se limitaba a decir “Señor, aquí está Juan el lechero”, y después de un rato se marchaba. El miraba al Señor, y el Señor lo miraba a él. Para alguno esto le puede sonar a superficialidad e infantilismo, pero es auténtica fe, la que tienen precisamente los niños con corazón limpio.

"En sí misma la contemplación no es otra cosa que la capacidad, o mejor aún, el don de saber establecer un contacto de corazón a corazón con Jesús realmente presente en la hostia. Todo esto en el mayor silencio posible, tanto exterior como interior. El silencio es el esposo predilecto de la contemplación que la custodia, como José custodiaba a María. Contemplar es establecerse intuitivamente en la realidad divina y gozar de su presencia. En la meditación prevalece la búsqueda de la verdad, en la contemplación, en cambio, el goce de la verdad encontrada.

Los grandes maestros de espíritu han definido a la contemplación como «una mirada libre, penetrante e inmóvil» (Hugo de San Víctor), o bien como «una mirada afectiva sobre Dios» (San Buenventura). Por eso realizaba una óptima contemplación aquel campesino de la parroquia de Ars que pasaba horas y horas inmóvil, en la iglesia, con su mirada fija en el sagrario y cuando el santo cura le preguntó por qué estaba así todo el día, respondió: «Nada, yo lo miro a él y él me mira a mí». Esto nos dice que la contemplación cristiana nunca tiene un único sentido, ni tampoco está dirigida a la nada (como sucede en otras religiones, como el budismo). Son siempre dos miradas que se encuentran: nuestra mirada sobre la de Dios y la mirada de Dios sobre nosotros. Si a veces se baja nuestra mirada o desaparece, nunca ocurre lo mismo con la mirada de Dios. La adoración eucarística es reducida, en alguna ocasión, a hacerle compañía a Jesús simplemente, a estar bajo su mirada, dándole la alegría de contemplarnos a nosotros que, a pesar de ser criaturas insignificantes y pecadoras, somos sin embargo el fruto de su pasión, aquellos por los que dio su vida: ¡Él me mira!

La contemplación no es impedida de por sí por la aridez que a veces se pude experimentar, ya sea debido a nuestra disipación o sea en cambio permitida por Dios para nuestra purificación. Basta darle un sentido, renunciando también a nuestra satisfacción para hacerle feliz a él y decir con las palabras de Charles de Foucauld: «Tu felicidad me basta». Jesús tiene la eternidad para hacernos felices a nosotros, nosotros no tenemos más que este breve espacio de tiempo para hacerle feliz.

A veces nuestra adoración puede parecer una pérdida de tiempo, pura y simplemente una mirada sin ver; pero en cambio ¡cuánto testimonio encierra! Jesús sabe que podríamos marcharnos y hacer cientos de cosas más gratificantes, mientras estamos ahí quemando nuestro tiempo, perdiéndolo «miserablemente». Cuando no conseguimos orar con el alma siempre podemos orar con nuestro cuerpo, y eso es orar con nuestro cuerpo.
En el libro del Éxodo leemos que cuando Moisés bajó del Monte Sinaí no sabía que la piel de su rostro se había vuelto radiante, por haber hablado con Dios. Moisés no sabía y nosotros tampoco lo sabremos; pero quizá nos suceda también a nosotros que, volviendo entre los hermanos después de estos momentos, alguien vea que nuestro rostro se ha hecho radiante, porque hemos contemplado al Señor. Y este será el más hermoso don que nosotros podamos ofrecerles.

Alabado sea el Santísimo, Sacramento del Altar...

6 de junio de 2012

San Norberto; Predicador incansable del Evangelio.



Celebramos hoy a San Norberto, obispo, (1080 - 1134), hombre de austeras costumbres y totalmente dedicado a la unión con Dios y a la predicación del Evangelio, que instituyó, cerca de Laon, en Francia, la Orden Premonstratense de Canónigos Regulares, y luego, designado obispo de Magdeburgo, en Sajonia, se mostró pastor eximio en la renovación de la vida cristiana y en la difusión de la fe entre las poblaciones vecinas. Fue elevado a la gloria de los altares en 1582, por el Papa Gregorio XIII.


Oración

Señor, tú hiciste del obispo san Norberto un pastor admirable de tu Iglesia por su espíritu de oración y su celo apostólico; te rogamos que, por su intercesión, tu pueblo encuentre siempre pastores ejemplares que lo conduzcan a la salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

5 de junio de 2012

San Bonifacio, obispo y mártir.


Bonifacio nació hacia el año 680, en el territorio de Wessex (Inglaterra). Su verdadero nombre era Winfrido. Ordenado sacerdote, en el año 716 con dos compañeros se encaminó a Turingia; pero aún no era la hora de su apostolado. Regresó a su monasterio y en el año 718 viajó a Roma para solicitar del papa Gregorio II autorización de misionar en el continente. El Sumo Pontífice lo escuchó complacido y, en el momento de otorgarle la bendición, le dijo: "Soldado de Cristo, te llamarás Bonifacio". Este nombre significa "bienhechor".

En 719 se dirigió a Frislandia. Allí estuvo tres años; luego se marchó a Hesse, convirtiendo a gran número de bárbaros. En Amoneburg, a orillas del río Olm, fundó el primer monasterio. Regresó a Roma, donde el papa lo ordenó obispo.

Poco después, en el territorio de Hesse, fundaba el convento de Fritzlar. En el año 725 volvió a dirigirse a Turingia y, continuando su obra misionera, fundó el monasterio de Ordruf. Presidió un concilio donde se encontraba Carlomán, hijo de Carlos Martel y tío de Carlomagno, quien lo apoyó en su empresa. En el año 737, otra vez en Roma, el papa lo elevó a la dignidad de arzobispo de Maguncia. Prosiguió su misión evangelizadora y se unieron a él gran cantidad de colaboradores. También llegaron desde Inglaterra mujeres para contribuir a la conversión del país alemán, emparentado racialmente con el suyo. Entre éstas se destacaron santa Tecla, santa Walburga y una prima de Bonifacio, santa Lioba. Este es el origen de los conventos de mujeres. Prosiguió fundando monasterios y celebrando sínodos, tanto en Alemania como en Francia, a consecuencia de lo cual ambas quedaron íntimamente unidas a Roma.

El anciano predicador había llegado a los ochenta años. Deseaba regresar a Frisia (la actual Holanda). Tenía noticias de que los convertidos habían apostatado. Cincuenta y dos compañeros fueron con él. Atravesaron muchos canales, hasta penetrar en el corazón del territorio. Al desembarcar cerca de Dochum, miles de habitantes de Frisia fueron bautizados. El día de pentecostés debían recibir el sacramento de la confirmación.

Bonifacio se encontraba leyendo, cuando escuchó el rumor de gente que se acercaba. Salió de su tienda creyendo que serían los recién convertidos, pero lo que vio fue una turba armada con evidente determinación de matarlo. Los misioneros fueron atacados con lanzas y espadas. "Dios salvará nuestras almas", grito Bonifacio. Uno de los malhechores se arrojó sobre el anciano arzobispo, quien levantó maquinalmente el libro del evangelio que llevaba en la mano, para protegerse. La espada partió el libro y la cabeza del misionero. Era el 5 de junio del año 754.

El sepulcro de san Bonifacio se halla en Fulda, en el monasterio que él fundó. Se lo representa con un hacha y una encina derribada a sus pies, en recuerdo del árbol que los gentiles adoraban como sagrado y que Bonifacio abatió en Hesse. Es el apóstol de Alemania y el patriarca de los católicos de ese país.

Pide, busca, llama...

"Adeus".




"Procesión del Adeus" (Procesión del adiós) a la Santísima Virgen de Fátima, que tiene lugar cada 13 de Mayo, desde el frontis de la Basílica, donde se celebra la Santa Misa Solemne, hasta la Capelinha, lugar donde se apareció a los tres pastorcitos aquel 13 de mayo de 1917, hace ya 95 años.

Dedicado con afecto a mis amigos G. y M., que aunque no estuvieron físicamente conmigo en Fátima en esta última peregrinación, si que estuvieron en mi oración y en mi recuerdo. Gracias al Señor y a la Virgen Madre. Gracias por habernos encontrado en el camino ...

3 de junio de 2012

La vida es poca cosa,... sin Ti.

Los cristianos celebramos...




El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: "La Iglesia, desde la tradición apostólica que tiene su origen en el mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que se llama con razón "día del Señor" o domingo. El día de la Resurrección de Cristo es a la vez el "primer día de la semana", memorial del primer día de la creación, y el "octavo día" en que Cristo, tras su "reposo" del gran Sabbat, inaugura el Día "que hace el Señor", el "día que no conoce ocaso". El "banquete del Señor" es su centro, porque es aquí donde toda la comunidad de los fieles encuentra al Señor resucitado que los invita a su banquete... Para los cristianos vino a ser el primero de todos los días, la primera de todas las fiestas, el día del Señor ("Hé kyriaké hémera", "dies dominica"), el "domingo"" (CIC, 1166.2174). Es mediante la Resurrección del Señor que el domingo es establecido como el día privilegiado, como el día de la Reconciliación.

A pesar de esto hay quienes critican fuertemente a la Iglesia católica por haber cambiado el precepto bíblico del descanso sabático, sustituyendo así la enseñanza divina con preceptos humanos, tomándose la libertad de convertir el domingo como el Día de los días, el Día principal. ¿Es esto verdad?

Para responder a esta crítica repasemos rápidamente los inicios de la historia de manera que entendamos el significado del día sábado: "Y acabó Dios en el día séptimo su obra que hizo y descansó el día séptimo de toda su obra que había hecho y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó; porque en él cesó Dios toda la obra creadora..." (Gén 2, 2-3). Este día, el último día de la creación, donde Dios había terminado su obra creadora fue declarado día Santo y día de descanso en el Monte Sinaí; el día para recordar la alianza de Dios con su pueblo. "Recuerda el día del sábado (sabbath = descanso) para santificarlo. Seis días trabajarás, pero el día séptimo es día de descanso para Yahvé, tu Dios. No harás ningún trabajo..." (Ex 20, 8, 10). Los elementos que podemos extraer del relato de la Creación de la Sagrada Escritura son los siguientes:

a. Último día de la creación.

El día del descanso es "bendecido" y "santificado" por Dios, o sea, separado de otros días para ser, entre todos el "día del Señor". Es un día para ocuparnos de las cosas santas y no de las profanas, trabajar sería "profanar" el día santo.

b. Día de liberación.

El sábado se establece como ley de liberación en el Monte Sinaí (ver Dt 5,15). Yahvéh quiere que los judíos festejen el día de su liberación y del poder de Dios.

c. Día santo y santificado por Dios.

El día del descanso es "bendecido" y "santificado" por Dios, o sea, separado de otros días para ser, entre todos, el "día del Señor". Es un día para ocuparnos de las cosas santas y no de las profanas, trabajar -para el judío- sería "profanar" el día santo

d. Día consagrado a Yahvé.

El Señor del sábado es Yahvé, los judíos lo llamaban el día de Yahvé, el día consagrado a Yahvé (ver Ex 16, 23- 25).

Después de haber visto todo esto alguien podría preguntar ¿Es qué hay una oposición entre lo dicho en el Antiguo Testamento y el anuncio del Señor Jesús? No hay ninguna oposición, todos los elementos que hemos repasado encuentran su plenitud con la venida del Señor Jesús; análogamente -siendo conscientes de la limitación de la analogía- es como si primero tuvieras un televisor a blanco y negro en el que ves la imagen tal como es pero luego tienes un televisor a colores en el que ves la misma imagen pero de manera más nítida y más clara. El Papa Juan Pablo II menciona en la carta apostólica Dies Domini: "El domingo, pues, más que una "sustitución" del sábado, es su realización perfecta, y en cierto modo su expansión y su expresión más plena, en el camino de la historia de la salvación, que tiene su culmen en Cristo... Lo que Dios obró en la creación y lo que hizo por su pueblo en el Éxodo encontró en la muerte y resurrección de Cristo su cumplimiento... Es en Cristo que se realiza plenamente el sentido espiritual del sábado, como subraya San Gregorio Magno: "Nosotros consideramos como verdadero sábado la persona de nuestro Redentor, Nuestro Señor Jesucristo"" (Dies Domini, 18). Entre los elementos más importantes sobre este punto están:

a. Jesucristo es el Señor del sábado.

Los judíos se enfadaban con Jesús porque trabajaba el sábado sanando a las personas. (ver Mc 3, 1). Jesús se defiende afirmando que Él es "el Señor del sábado". (ver Mc 2, 23-28). Con su ejemplo, el Señor nos enseña que el sábado debemos trabajar haciendo el bien a los demás, porque la caridad no tiene tiempo, está por encima de los demás mandamientos.

b. El domingo es el día de la fe, para confesar que "Jesús es el Señor".

Jesucristo al declararse Señor del sábado, se adjudica además un título divino, por eso los fariseos querían matarlo. El domingo es el día en que los cristianos confesamos la divinidad y el señorío de Cristo; en ese día Tomás confesó su divinidad y señorío: "Señor mío y Dios mío" (ver Jn 20,26-28). Al cambiar el día de culto, confesamos a Jesús como Dios y Señor del tiempo y de la historia.

c. Dios sigue trabajando.

El Antiguo Testamento dice que Yahvé descansó de toda obra creadora, el Nuevo Testamento nos revela que Dios sigue trabajando (ver Jn 5,17). Si sigue trabajando, quiere decir que la obra de Dios no se acabó el sábado. El pecado de Adán introdujo desorden en el mundo y era necesario un día más de trabajo y un nuevo día de descanso.

d. Un nuevo día.

Con Cristo se inaugura un tiempo nuevo y definitivo. Él es el Alfa y el Omega, y como el domingo es el día primero de la semana y el último de la creación. La Sagrada Escritura lo llama y la Iglesia lo proclama: El día del Señor (ver Ap 1, 8.10).

e. Nueva Creación.

Ya con el profeta Isaías se predice una nueva creación (ver Is 65,17). ¿Y cuál es la Nueva Creación? La nueva creación es la iniciada con la resurrección de Cristo porque él es el primer nacido de entre los muertos, él es el principio de esa nueva creación (ver Col 1,18).

Por último nos debe quedar muy claro que el domingo es "el día del Señor, el día de la Resurrección, el día de los cristianos, es nuestro día. Por eso es llamado día del Señor: porque es en este día cuando el Señor subió victorioso junto al Padre. Si los paganos lo llaman día del sol, también lo hacemos con gusto; porque hoy ha amanecido la luz del mundo, hoy ha aparecido el sol de justicia cuyos rayos traen la salvación" (CIC, 1166).

Del Dios Uno y Trino.



Celebramos con toda la Iglesia, el Domingo de la Santísima Trinidad. La Santísima Trinidad, es el más grande de los misterios de nuestra fe. Y por eso es imposible de ser comprendido por nosotros, pues nuestro limitado intelecto humano, es ¡tan pobre para explicar las cosas de Dios!

El Misterio de la Santísima Trinidad es una verdad que están muy ... muy por encima de nuestras capacidades intelectuales, pues entre nuestra inteligencia y la Sabiduría de Dios existe una distancia ¡infinita!

Se cuenta que mientras San Agustín se encontraba preparándose para dar una enseñanza sobre el misterio de la Santísima Trinidad, le pareció estar caminando en la playa frente a un mar inmenso. Vio de repente a un niño que se distraía recogiendo agua del mar con una concha de caracol y tratando de vaciarla en un hoyito que había hecho en la arena. Al preguntarle San Agustín qué estaba haciendo, el niño le respondió que estaba tratando de vaciar el mar en el hoyito. San Agustín, por supuesto, se dio cuenta de que era imposible que el niño lograra esa absurda pretensión. Entonces le dijo al niño: “Pero, ¡estás tratando de hacer una cosa imposible!” Y el Niño le replicó: “Esto no es más imposible de lo que es para tí meter el misterio de la Santísima Trinidad en tu cabeza”. Y con estas palabras el “Niño” desapareció.

Así es nuestro intelecto: tan limitado como es el hoyito para contener el agua del mar, sobre todo cuando trata de explicarse verdades infinitas como este misterio.

Sin embargo, lo importante de este misterio central de nuestra fe no es explicarlo, sino vivirlo. Y aquí en la tierra somos llamados a participar de la vida de Dios Trinitario.

Nuestro fin último es la unión para siempre con Dios en el Cielo. Pero desde aquí en la tierra podemos comenzar a estar unidos a la Santísima Trinidad y a ser habitados por las Tres Divinas Personas. Recordemos lo que Jesucristo nos ha dicho: “Si alguno me ama guardará mi Palabra y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn.14, 23).

La Santísima Trinidad es uno de los misterios escondidos de Dios, que no puede ser conocido a menos de que Dios nos lo dé a conocer. Y Dios nos lo ha dado a conocer revelándose como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo: Tres Personas distintas, pero un mismo Dios. Aunque las Tres Divinas Personas son inseparables en su ser y en su obrar, al Padre se le atribuye la Creación, al Hijo la Redención y al Espíritu Santo la Santificación.

Recordemos, que lo importante de este misterio central de nuestra fe no es explicarlo, sino vivirlo. Y vivirlo, es vivir en la Santísima Trinidad. ¿Cómo?. Nos lo explica la Segunda Lectura de este domingo: “Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios ... y podemos llamar Padre a Dios. Y si somos hijos de Dios también somos herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Rm. 8, 14-17).

La clave está en dejarnos guiar por el Espíritu Santo; es decir, en ser perceptivos, dóciles y obedientes a sus inspiraciones, que siempre nos llevan a buscar y cumplir la Voluntad de Dios. El nos irá haciendo semejantes al Hijo. El Hijo nos dará a conocer al Padre y así seremos herederos con El, y seremos “glorificados junto con Él. ”. (Rom 8, 17)

Que al meditar la profundidad del Misterio de la Santísima Trinidad, podamos vivir lo que nos dice San Pablo al final de la segunda Carta a los Corintios, que es esa frase trinitaria importantísima que se repite al comienzo de cada Misa: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos nosotros” (2 Cor. 13, 14).