30 de noviembre de 2008

La esperanza, un encuentro con el Amor.



Las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad –enseñaba Juan Pablo II– son la fe y la razón. Tomando una etimología de San Isidoro de Sevilla, podemos describir en un trazo el contenido de la “Spe salvi”, segunda encíclica de nuestro Papa Benedicto XVI. La esperanza es «el pie» para avanzar, tender a los bienes futuros. Lo contrario es la desesperación. Y desespera aquel a quien le faltan los pies.
A lo largo de toda la encíclica emerge la pregunta siempre nueva y siempre actual: ¿Qué podemos esperar? La imagen del caminar, del «pie», sintetiza y cristaliza la visión integral de la esperanza cristiana que nos ofrece Benedicto XVI, porque esperanza y salvación son inseparables.
Sorprende en primer lugar su intuición teológica para no encerrar la esperanza en las cadenas de una definición conceptual o estática. Al contrario, presenta la esperanza en su dinamicidad, de forma personalizada, comprensible y en diálogo abierto y actual con todos.
Quizás la originalidad más grande de esta encíclica sea el hecho de mostrar una esperanza integral, pues abraza todos los ámbitos. En primer lugar el tiempo, al abarcar el pasado, el presente y el futuro, atisbando la vida eterna. Esperanza que se ejercita en cuatro lugares de aprendizaje: la oración; el actuar, porque toda actuación seria y recta del hombre es esperanza en acto; el sufrimiento, y aquí conviene señalar cómo el sufrir forma parte de la existencia humana y constituye su grandeza. Más aún, Dios es solidario y cercano a nuestro dolor. El cristianismo enseña que Dios –la Verdad y el Amor en persona– participa y se hace solidario, porque ha querido sufrir por nosotros y con nosotros. Citando a San Bernardo, recuerda que: «Si Dios no puede padecer, pero puede compadecer». El último lugar es el Juicio, porque existe la esperanza de la salvación en la resurrección de la carne y lo exige la justicia. La imagen del Juicio final no es en primer lugar una imagen terrorífica, sino una imagen de esperanza en Cristo, nuestro abogado.
La esperanza se desarrolla en dos dimensiones, como los brazos de una cruz: no permanece en uno mismo, sino que se proyecta en los otros, como la salvación o el pecado, que no son individuales. Nadie vive solo. Ninguno peca solo. Nadie se salva solo.
Destaca esa visión del Papa Benedicto de una estrecha relación e interacción entre las virtudes y la vida. La fe no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía totalmente ausente; la fe nos da algo. Entre líneas el lector puede evocar aquellos pensamientos que el entonces profesor Joseph Ratzinger enseñaba en su «Introducción al cristianismo»: una fe que es esperanza, que se fía de un Dios Padre, que no puede engañarse ni engañarnos.
La esperanza a la que nos invita Benedicto XVI es personal, porque nace del encuentro con una persona, que es Amor, Verdad, Libertad. En una palabra: Dios. Una esperanza revelada y testimoniada por los primeros cristianos.
Es apasionante la relectura de esta encíclica con el prisma de las falsas esperanzas: desde los ideales revolucionarios de los orígenes (Barrabás, Bar-Kochba), la sujeción al fatal destino, los intentos fallidos de la Revolución francesa de instaurar el dominio de la razón y de la libertad, la Europa de la Ilustración, la falsa idea del progreso humano, hasta las consecuencias nefastas de los errores de Marx, olvidando que el hombre es siempre hombre.
Esperanza, por lo tanto, transformante de todos los ámbitos: personal, social, religioso. Esperanza cristiana, evocada en una oración a María, la «Estrella del mar», que brilla sobre nosotros y que nos guía en nuestro camino. Un camino que debe ser recorrido con los pies de la esperanza. J.P.L.

29 de noviembre de 2008

HA LLEGADO EL...


Comienza el tiempo de Adviento, tiempo de preparación para la jubilosa celebración de la Navidad. Cada uno de nosotros debe proponerse vivir intensamente este tiempo de Adviento con entusiasmo y gozo. Es necesario recordar, que la Navidad no es “Papá Noel”, tampoco es solamente una ocasión para reunirse en familia y hacer grandes comilonas y derroches de dinero. La Navidad es Jesús, y sin Jesús, no hay Navidad. No dejemos, que la cultura de hoy, cada día más secularizada, cultura que vive cada día más lejos de Dios, nos arranque a Jesús de nuestra mente, de nuestro corazón, de nuestra familia, de nuestra sociedad.

El tiempo de Adviento no sólo mira a una preparación externa, de símbolos navideños, de juegos de luces, de compra de regalos. El Adviento invita a una preparación de mucha mayor importancia y transcendencia, la preparación y interior para la venida del Señor, para el encuentro con Él.

El Señor vendrá un día, de forma definitiva, por ello debemos estar vigilantes, para que no nos encuentre desprevenidos cuando llegue. Conviene en estos días de Adviento, avivar la conciencia de que en este mundo sólo estamos de paso, somos peregrinos y nos dirigimos hacia una patria definitiva, y ésa es la única vida que debemos conquistar: la vida eterna.

Pero son muchos los hombres y mujeres, incluso algunos cristianos, que piensan que esta vida lo es todo. Sumergidos en las vanidades de este mundo, ocupados y divertidos en tantas cosas, aprovechando mientras pueden y como pueden el tiempo presente, no esperan ya en nadie, no esperan a ningún Salvador. Tampoco creen que nadie, al final de sus días, les tomará cuentas. Aunque diciendo que creen en Dios, viven como si Dios no existiera. Sus planes, sus proyectos e ilusiones, sus esfuerzos, luchas y sacrificios tienen como meta última esta vida, y olvidan la vida eterna que nos espera.

Sus máximas aspiraciones, sobre todo si son jóvenes, son las de llegar a “ser alguien” en la vida, tener una buena carrera, gozar de algún prestigio, tener dinero, disfrutar de los placeres sin límites, etc. Su esperanza está puesta en el éxito, tan pasajero y vacío.

No es de extrañar, que tantos que sólo ponen sus esperanzas en lo que ven, en lo que pueden palpar y medir, en lo visible y pasajero, terminen pensando que la felicidad es una cruel ilusión, que no existe tal felicidad y que lo único que se puede lograr son sólo algunos momentos fugaces de alegría, gozo o placer.

¿Pero es lo que ofrece este mundo lleno de vacías vanidades e ilusiones de momento todo lo que el ser humano puede esperar, todo a lo que puede aspirar? ¿Hay algo consistente, que dure para siempre, que sea fuente de gozo perenne? ¿Qué pasa con aquellos que esperamos más? ¿Con quienes percibimos fuerte la necesidad del Infinito, la necesidad de ser felices no sólo por unos momentos, sino para siempre? ¿Qué pasa con quienes no nos contentamos simplemente con “pasarla bien” para luego sentirnos nuevamente tan vacíos, solos, abandonados, cada vez más frustrados y decepcionados de la vida?

Para quienes todavía esperan, para los que aún esperamos “contra toda esperanza”, para aquellos que aún esperan en Dios y esperan de Él la salvación, ¡Dios se ha hecho hombre! Y no sólo eso: Jesucristo, el Hijo del Padre eterno que nació de María Virgen hace más de dos mil años, nos ha reconciliado en la Cruz, y resucitando ha abierto para todos los que creen en Él las puertas de la vida eterna, una vida plena de felicidad en la que nuestros más profundos anhelos serán plenamente saciados.

En este tiempo de Adviento los cristianos estamos llamados a intensificar nuestra esperanza, a estar y vivir siempre preparados para cuando el Señor nos llame a su presencia y para saber dar también razón de nuestra esperanza a tantos que en nuestro mundo actual carecen de ella. Que sepamos en este tiempo de Adviento, buscar al Señor, encontrarlo y amarlo con todas nuestras fuerzas.

¡Feliz Adviento a todos!.

22 de noviembre de 2008

En la fiesta de Cristo Rey


El año litúrgico llega a su fin, y desde que lo comenzamos, hemos ido recorriendo el círculo que describe la celebración de los diversos misterios que componen el único misterio de Cristo: el anuncio de su venida (Adviento), su muerte y resurrección (Ciclo Pascual), pasando por su nacimiento (Navidad), presentación al mundo (Epifanía) y el encuentro semanal de cada domingo. Con cada uno de ellos, hemos ido construyendo un arco, al que hoy ponemos la piedra angular. Este es el sentido profundo de la solemnidad de Cristo Rey del Universo, es decir, de Cristo Glorioso, centro de la creación, de la historia y del mundo.
Pío XI, estableciendo esta fiesta en 1925, quiso centrar la atención de todos en la imagen de Cristo, Rey divino, tal como la representaba la primitiva Iglesia, sentado a la derecha del Padre en el ábside de las basílicas cristianas, aparece rodeado de gloria y majestad. La cruz nos indica que de ella arranca la grandeza imponente de Jesucristo, Rey de vivos y de muertos.
Al anunciar y celebrar hoy el triunfo de Cristo, nos llenamos de alegría y esperanza, sabiendo que Él nos llevará a su reino eterno, si ahora damos de comer al hambriento, y de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar a los enfermos, como nos dice en el Evangelio.
“Yo soy Rey”, fue la respuesta rotunda de Jesús a Pilato. Aunque la respuesta completa fue ésta: “Pero mi reino no es de aquí”.Pero si el reino de Jesucristo no es de este mundo, comienza y se realiza ya en este mundo.
Es verdad, que sólo al final de los tiempos y tras el juicio final alcanzará su plenitud definitiva, pero ya ahora, “el reino instaurado por Jesucristo actúa como fermento y signo de salvación para construir un mundo más justo, más fraterno, más solidario, inspirado en los valores evangélicos de la esperanza y de la bienaventuranza, a la que todos estamos llamados”.
Sin embargo, hoy son tantos los que se oponen al reino de Jesucristo. Porque es evidente que son muchos los hombres y mujeres que gritan: ¡No queremos Jesús, que Tú reines sobre nosotros!”. Ese es el grito que se esconde tras tantos diseños de la familia, de la educación, de la moda, de la cultura, de la sociedad actual.
Nosotros, los cristianos, los bautizados en la fe de la Iglesia, los que seguimos a Cristo y lo reconocemos como nuestro Rey y nuestro Dios, hemos de empeñarnos en lo contrario. Es decir, dejarle reinar en nuestra inteligencia, en nuestro corazón, en nuestra familia. Hacer que reine en nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo y gente que se cruce en nuestro caminar.
Cristo viene de la traducción griega del término hebreo “Mesías” que quiere decir “ungido”. No pasa a ser nombre propio de Jesús sino porque Él cumple perfectamente la misión divina que esa palabra significa, se le concede ese título.
A Cristo, como Hijo de Dios, le corresponde por naturaleza un absoluto dominio sobre todas las cosas salidas de sus manos creadoras. “Todas han sido creadas por y en Él. En el cielo y en la tierra, todas las cosas subsisten por Él, las visibles y las invisibles”. Pero además es Rey nuestro por derecho de conquista. Él nos rescató del pecado, de la muerte eterna.
Cristo reina ya mediante la Iglesia “Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de vivos y muertos”. Cristo es el Señor del Universo y de la historia.
Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo. Elevado al cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia.
Profundicemos hermanos en esta fiesta, llenos de agradecimiento, como aquellos colosenses a quienes Pablo dirige su carta, en el misterio de amor que es para nosotros Cristo Rey: “Demos gracias a Dios Padre, que nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo dignos de la herencia de los santos en la luz, introduciéndonos en el Reino del Hijo de su amor, en el cual obtenemos por su sangre, el perdón de los pecados”.
Cristo se ofreció en la cruz, y con esa entrega, nos hace participar de su Reino de verdad y de vida, Reino de Santidad y de gracia, Reino de justicia, de amor y de paz.
Que el Señor nos aumente cada día el amor, la alegría, la entrega, la fidelidad, la constancia a su llamada, para trabajar en medio del mundo extendiendo su Reino, ese Reino que estamos llamados a vivir en esta vida, para luego gozarlo en plenitud cuando el Señor nos llame a su presencia.

Santa Cecilia de Roma


Santa Cecilia es la patrona de los músicos y su onomástica se celebra hoy 22 de noviembre. Cecilia vivió en el siglo III pero todos sus datos se conocen a través de las actas del martirio divulgadas siglos más tarde, que cuentan que esta ilustre doncella romana fue prometida por sus padres a un joven caballero de nombre Valeriano. La felicidad de Cecilia ante esta boda no era tanta, ya que había consagrado su virginidad a Jesucristo, pero no quiso oponerse a la voluntad de sus padres y finalmente la boda se celebró bajo las leyes romana, pero junto a su esposo, hizo voto perpetuo de virginidad.
Durante años la santa entregó su vida a los más pobres, catequizando a muchos ciudadanos de roma, 400 según las actas, y entregando sus bienes a los más necesitados. Según estas mismas actas, Santa Cecilia fue arrestada por propagar la fe cristiana. La encerraron en el cuarto de calefacción de unos baños romanos con la intención que falleciera asfixiada, pero como no moría al final la degollaron.
El hecho que se le relacione con la música es porque desde muy joven tocaba instrumentos musicales, algunos dicen el arpa. También se le representa tocando el piano, aunque este instrumento no fue inventado hasta el siglo XVIII. También se dice que cuando fue arrestada no dejaba de entonar cánticos al Señor.
En 1584 fue elegida patrona de la Academia de Música de Roma, y desde esa fecha, las diversas corales, orquestas, bandas y cantantes la festejan en su fiesta. Su ejemplo de caridad a los pobres se ve traducido porqué su familia disponía de unos terrenos en la Vía Appia donde se refugiaban los pobres (el mismo terreno que cuenta la tradición que Valeriano fue bautizado por Urbano). En este mismo sitio hubo un cementerio y existe actualmente una iglesia dedicada a ella. Es una de las santas que a lo largo de la historia, más templos ha tenido dedicados en la ciudad de Roma. Valeriano, esposo de Cecilia y su hermano Tiburcio, también sufrieron martirio por proclamar la fe cristiana.

"Señor y Dios nuestro, tu escogiste desde sus más tiernos años a Santa Cecilia. Ella amó a Dios, a su familia, a sus semejantes, hasta entregar todos sus bienes a los pobres. Queremos aprender de ella esa fe y esa valentía para vivir nuestro cristianismo renunciando a los placeres de este mundo y dejar la vida por amor a Cristo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén".

13 de noviembre de 2008

San Leandro, arzobispo de Sevilla.


Celebramos hoy a San Leandro, hermano de los santos Fulgencio, Florentina e Isidoro. Presidió el Concilio III de Toledo en el año 589, en el que se logró la conversión del rey visigodo Recaredo y la unidad católica de la nación. Murió hacia el año 600, y su cuerpo fue trasladado a la catedral hispalense.
A continuación, podemos leer la homilía pronunciada por San Leandro, en honor de la Iglesia, al final del Concilio III de Toledo:


“Regocíjate y alégrate, Iglesia de Dios, gózate porque formas un solo cuerpo para Cristo. Armate de fortaleza y llénate de júbilo. Tus aflicciones se han convertido en gozo. Tu traje de tristeza se cambiará por el de alegría. Ya queda atrás tu esterilidad y pobreza. En un solo parto diste a Cristo innumerables pueblos. Grande es tu Esposo, por cuyo imperio eres gobernada. Él convierte en gozo tus sufrimientos y te devuelve a tus enemigos convertidos en amigos.
No llores ni te apenes, porque algunos de tus hijos se hayan separado de ti temporalmente. Ahora vuelven a tu seno gozosos y enriquecidos.
Fíate de tu cabeza, que es Cristo. Afiánzate en la fe. Se han cumplido las antiguas promesas. Sabes cuál es la dulzura de la caridad y el deleite de la unidad. No predicas sino la unión de las naciones. No aspiras más que a la unidad de los pueblos. No siembras más que se semillas de paz y caridad. Alégrate en el Señor, porque no has sido defraudada en tus sentimientos. Pasados los hielos invernales y el rigor de las nieves, has dado a luz, como fruto delicioso, como suaves flores de primavera aquellos que concebiste entre gemidos y oraciones ininterrumpidas”.

7 de noviembre de 2008

Madre del Amor Hermoso


Un amigo sacerdote, me ha hecho llegar esta oración en agradecimiento a la Virgen del Amor Hermoso, compuesta por los estudiantes de la Universidad de Navarra, tras el atentado perpetrado días atrás y en el cual no hubo que lamentar vidas humanas. Dicha imagen de la Virgen, se venera en una pequeña capilla situada en el lugar de acceso a la Facultad y cerca del lugar de la explosión.

ORACIÓN DE LOS ESTUDIANTES A LA VIRGEN DEL AMOR HERMOSO.


¡Madre del Amor Hermoso!, ayúdanos a ver siempre, hasta en el clima, la mano del Padre dirigiéndonos. Gracias a que estaba lloviendo, no hubo ningún estudiante muerto que hubiera podido caminar, casualmente, cerca del lugar del atentado. Todos estaban resguardándose de la lluvia.


¡Madre del Amor Hermoso!, ayúdanos a ver con ojos de eternidad, a aceptar todos los pequeños retrasos, contratiempos; en fin, todo lo que no "está en nuestro plan". Gracias a que el aparcamiento estaba lleno no hubo ningún conductor estacionando en el momento de la explosión ni nadie en los coches aledaños.


¡Madre del Amor Hermoso!, haz nuestra fe tan fuerte como el edificio Central que, construido de piedra maciza, toleró la explosión y el incendio sin ceder un ápice. Al igual que la fortaleza del edificio Central salvó las vidas de quienes trabajaban en Oficinas Generales, que nuestra fortaleza salve almas.


¡Madre del Amor Hermoso!, que aprendamos a asumir cada crisis siempre con la serenidad de ser hijos de Dios, al igual que los empleados del edificio Central exhortaban a la calma en el momento de desalojar las oficinas administrativas y a los estudiantes que estaban en el momento de la explosión asistiendo a clase en el edificio Central.


¡Madre del Amor Hermoso!, gracias por guardar la vida de todos cuando pudo haber muerto tanta gente. Asimismo, guarda nuestras almas, nuestras ilusiones y nuestros estudios para que podamos ser mejores ciudadanos. Así, el día de mañana podremos con nuestro ejemplo y con nuestra profesión sembrar más luz en un mundo donde cada vez más personas se pierden porcaminos errados al no haber tenido una mano amiga que les guiara en momentos de oscuridad y haber decidido seguir un ideal de un modo equivocado.


¡Madre del Amor Hermoso!, tal vez muchos de nosotros nos hemos planteado hoy acercarnos más a Ti viendo lo efímero que puede ser el mundo, que nuestra vida puede acabar con un "¡Bum!", que lo importante es encontrarnos contigo después. Así como hemos decidido convertirnos hoy un poco más, así como esta circunstancia nos ha acercado un poco más a nuestro Padre, así como nos acercamos a tu ermita para agradecer que nos cubras con tu mando, acerca también a las almas que fueron capaces de atentar contra vidas inocentes. Que puedan palpar el inmenso Amor de Padre que les tiene Dios a cada uno. Conviérteles, Madre. Que nuestro sincero perdón hacia estas personas, ¡almas!, sea una plegaria incesante al Cielo por su conversión, porque encuentren una auténtica felicidad.


¡Madre del Amor Hermoso, Madre de todos nosotros!, gracias por tu amparo y protección.

Con cariño, tus hijos:

Los estudiantes de la Universidad de Navarra.

4 de noviembre de 2008

Buscando a Dios...como Gandhi


Anoche, al término de una reunión en la parroquia, terminábamos con una oración que no conocía, atribuida a uno de los hombres más conocidos de nuestro planeta. Se trata del político y pensador indio Mohandas Karamchand Gandhi, más conocido como Mahatma Gandhi, asesinado a los 78 años por un radical hindú, en Nueva Delhi, el 30 de enero de 1948. Dios está donde se le busca, Dios no sabe de juegos, por eso no se esconde cuando se le busca, Él siempre sale al encuentro y a Gandhi le salió. Que nosotros no nos escondamos cuando nos llama, salgámosle al encuentro. Busquemos a Dios... como Gandhi:


" Señor…
…Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.
Si mes das fortuna, no me quites la razón.
Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame siempre a ver la otra cara de la moneda, no me dejes inculpar de traición a los demás, por no pensar igual que yo.
Enséñame a querer a la gente como a mí mismo y a no juzgarme como a los demás. No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso.
Más bien recuérdame, que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es un signo de grandeza y que la venganza es una señal de bajeza.
Si me quitas el éxito, déjame fuerzas para aprender del fracaso. Si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme y si la gente me ofende, dame valor para perdonar.
¡Señor…si yo me olvido de ti,
nunca te olvides de mí!".

3 de noviembre de 2008

Pues sí, el Papa habló del infierno...


Querido amigo, como bien sabes y hemos hablado hace poco, el Papa Benedicto XVI, declaro hace meses que “El infierno existe, es eterno y no está vacío”. Estas declaraciones, que tanto te han escandalizado y tantas otras, las realizó el Papa con motivo del inicio de la pasada Cuaresma, y afirmó que el infierno, es una realidad para los pecadores y que la salvación no es para todos, al tiempo que llamó la atención sobre lo poco que se habla en la Iglesia actual del pecado y del Paraíso. “La salvación no es inmediata ni llegará para todos. El infierno es una posibilidad real”, señaló el Santo Padre durante un encuentro con párrocos en la Diócesis de Roma.

Juan Pablo II, en el verano de 1999 dijo; “El cielo”, no es “un lugar físico entre las nubes, el infierno tampoco es un lugar, sino la situación de quien se aparta de Dios”. El purgatorio, es un estado provisional de “purificación” que nada tiene que ver con ubicaciones terrenales. “Satanás, -aunque siga molestando-, ya está vencido, Jesús nos ha liberado de su temor”. Benedicto XVI, aseguró que “el infierno del que se habla poco en este tiempo, existe y es eterno”, y agregó, como ya sabes, que no está vacío.

El Papa señaló que la vida no acaba en el vacío y subrayó la doctrina sobre la existencia del purgatorio y del infierno. Benedicto XVI en ningún momento ha dicho que el infierno sea un lugar, como se ha afirmado en algunos sectores. El anterior Papa, nunca desconoció la doctrina y la existencia del infierno, sino que afirmó que sí existía como un estado del ser humano. Juan Pablo II “dijo que el infierno lo producimos nosotros, y que es, básicamente, la ausencia de Dios en cada ser”.

Benedicto XVI, quiso hacer una reflexión sobre el pecado y la penitencia, temas de los que se ha dejado de hablar en los tiempos modernos. Lo cierto, querido amigo, es que las conductas humanas tienen consecuencias a la hora de la muerte, y de eso, no te quede la menor duda.

Benedicto XVI dijo que en la Iglesia “tal vez” se habla “demasiado poco” del pecado, del paraíso y del infierno, y que por ello ha querido tocar esos temas en su segunda encíclica Spe salvi, en la que ofrece un horizonte de esperanza a la humanidad.

De igual modo, manifestó que “quien no trabaja buscando el Paraíso, no trabaja siquiera para el bien de los hombres sobre la Tierra”, y subrayó también que “el nazismo y el comunismo afirmaron que querían cambiar el mundo y, sin embargo, intentaron destruirlo”.

2 de noviembre de 2008

En la vida y en la muerte, somos de Dios.


El día 2 de noviembre, la Iglesia conmemora a todos los Fieles Difuntos. Hoy, es un día muy oportuno para recordar el sentido cristiano de la muerte y la práctica de la Iglesia desde tiempo inmemorial. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos” y en otro lugar afirma también: “Nuestra oración por los difuntos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor”.
La Iglesia ora por los difuntos en todas las celebraciones de la Eucaristía y hoy lo hace de forma especial. Es hoy un día especialmente oportuno para vivir la fe en la verdad de la comunión de los santos; esto es la profunda comunión que hay, en Cristo, entre los miembros de la Iglesia que peregrina en la tierra, la Iglesia de los que se purifican de sus culpas, y la Iglesia de la gloria, de los que ya han alcanzado la patria celestial y la visión de Dios. Hoy es, sobre todo, un día para vivir la fe en Jesucristo, vencedor de la muerte por su Resurrección.
Y termino con una de las oraciones del ritual de difuntos; “Que el Señor sea misericordioso con nuestros hermanos, para que, libres de la muerte, absueltos de sus culpas, reconciliados con el Padre y llevados sobre los hombros del buen Pastor, merezcan gozar de la perenne alegría de los santos en el séquito del rey eterno”.
Que todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Amén.

1 de noviembre de 2008

DICHOSOS VOSOTROS...



Porque, sin meter ruido, fuisteis escuchados por Dios.
Porque, sin ser reconocidos, Dios os ha galardonado.
Porque sin pretender riquezas, el Señor fue vuestro gran tesoro.
Porque sin ser comprendidos, comprendisteis que Dios era la última Palabra.
DICHOSOS VOSOTROS…
Que gozáis lo que, nosotros quisiéramos festejar.
Que saltáis de alegría al lado del Creador.
Que destelláis en alegría desbordante y celestial.
Que gustáis lo que, tantas veces, vivisteis con sencillez y obediencia.
DICHOSOS VOSOTROS…
Que no buscasteis la paz que el mundo pretendía sino la justicia de Dios.
Que os acobardasteis ante las dificultades.
Que no confundisteis paz con tranquilidad de conciencia.
Que no os dejasteis vencer por el poderoso caballero don dinero.
DICHOSOS VOSOTROS…
Que siendo perseguidos, supisteis ver en ello un soplo hacia el cielo.
Que, siendo humillados, intuisteis que Dios os engrandecía.
Que siendo apartados de mil caminos, no os alejasteis del verdadero.
Que no sucumbisteis a falsos ideales que el mundo os ofreció.
DICHOSOS VOSOTROS…
Que sonreís a carcajada limpia en el cielo.
Que cantáis la gloria de un Dios que os dice ¡bienaventurados!.
Que rezáis por los que, aquí y ahora, intentamos ser bienaventurados.
Que ofrecéis a Dios, vuestra felicidad, por los que no la poseemos.
DICHOSOS VOSOTROS…
Porque, después de cumplir con fidelidad el plan de Dios, tenéis bien merecida esa santidad que hoy el Señor, la Iglesia, los cristianos y todos los hombres de buena voluntad, reconocen en vuestra heroica, constante y sin tregua.
¡DICHOSOS… Y FELICES VOSOTROS!. (J.L.)