25 de marzo de 2014

El Hijo de Dios hace su entrada...




La majestad asume la humildad, el poder la debilidad, la eternidad la mortalidad; y, para saldar la deuda contratada por nuestras condición pecadora, la naturaleza invulnerable se una a la naturaleza pasible; de este modo, tal como convenía para nuestro remedio, el único y mismo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también él, quiso ser a la vez mortal e inmortal, por la conjunción en él de esta doble condición.

El que es Dios verdadero nace como hombre verdadero, sin que falte nada a la integridad de su naturaleza humana. Y, al decir nuestra esencia humana, nos referimos a la que fue plasmada en nosotros por el Creador, y que él asume para restaurarla.

Esta naturaleza nuestra quedó viciada cuando el hombre ese dejó engañar por el maligno, pero ningún vestigio de este vicio original hallamos en la naturaleza asumida por el Salvador. Él, en efecto, aunque hizo suya nuestra misma debilidad, no por esto se hizo partícipe de nuestros pecados.

Tomó la condición de esclavo, pero libre de la sordidez del pecado, ennobleciendo nuestra humanidad sin mermar su divinidad, porque aquel anonadamiento suyo --por el cual, él, que era invisible, se hizo visible, y él, que es el Creador y Señor de todas las cosas, quiso ser uno más entre los mortales-- fue una dignación de su misericordia, no una falta de poder.

Por tanto, el mismo que, permaneciendo en su condición divina, hizo al hombre es el mismo que se hace él mismo hombre, tomando la condición de esclavo.

Y, así, el Hijo de Dios hace su entrada en la bajeza de este mundo, bajando desde el trono celestial, sin dejar la gloria que tiene junto al Padre, siendo engendrado en un nuevo orden de cosas. En un nuevo orden de cosas, porque el que era invisible por su naturaleza se hace visible en la nuestra, el que era inaccesible a nuestra mente quiso hacerse accesible, el que existía antes del tiempo empezó a existir en el tiempo, el Señor de todo el universo, velando la inmensidad de su majestad, asume la condición de esclavo, el Dios impasible e inmortal se digna hacerse hombre pasible y sujeto a las leyes de la muerte.

El mismo que es Dios verdadero es también hombre verdadero, y en él, con toda verdad, se unen la pequeñez del hombre y la grandeza de Dios. Ni Dios sufre cambio alguno con esta dignación de su piedad, ni el hombre queda destruido al ser elevado a esta dignidad. Cada una de las dos naturalezas realiza sus actos propios en comunión con la otra, a saber, la Palabra realiza lo que es propio de la Palabra, y la carne lo que es propio de la carne.

En cuanto que es la Palabra, brilla por sus milagros; en cuanto que es carne, sucumbe a las injurias. Y así como la Palabra retiene su gloria igual al Padre, así también su carne conserva la naturaleza propia de nuestra raza. La misma y única persona, no nos cansaremos de repetirlo, es verdaderamente Hijo de Dios y verdaderamente hijo del hombre. Es Dios, porque ya al comienzo de las cosas existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios; es hombre porque la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros. (De las cartas de San León Magno, Papa).

Como María...


Para llevar nuestras cargas...


Interesante,,,


¿Nos arrodillamos en la Consagración?



En el número 43 de la Ordenación General del Misal Romano se dice, sobre gestos y posturas en Misa:

"Por otra parte, estarán de rodillas, a no ser por causa de salud, por la estrechez del lugar, por el gran número de asistentes o que otras causas razonables lo impidan, durante la consagración. Pero los que no se arrodillen para la consagración, que hagan inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración"

El texto es muy claro, y flexible desde la caridad cristiana que no obliga nada a quien le sea difícil. Pero si nos trasladamos a la praxis actual comprobamos con inquietud que en no pocos Templos, y durante la consagración en la Santa Misa, muchos fieles permanecen de pié sin que se constate en ellos causa alguna que les impida arrodillarse para adorar a Dios.

Meditemos porqué sucede esa desafección y, a la vez, qué remedios pastorales se pueden realizar para recuperar el respeto y cariño debidos a la PRESENCIA REAL DE CRISTO por el milagro de la transubstanciación.

¿Porqué no nos arrodillamos en la Consagración?

- Quizás porque no creamos en la Presencia Real de Cristo ni en el milagro mencionado (transubstanciación)

- Quizás porque la nuestra comodidad esté por encima del respeto debido a Dios

- Quizás porque seamos protestantes sin saberlo (o sea, si creemos que la presencia de Dios se da solo en la asamblea reunida y no en la Eucaristía, además de la comunidad)

- Quizás porque creamos en un Dios “coleguilla” al que uno se mete en el bolsillo

- Quizás porque al ver que otros no lo hacen, tengamos “vergüenza” de señalarnos ante los demás, olvidando así que hay que amar a Dios sobre todas las cosas

- Quizás porque pensemos que el cristiano “moderno” no precisa de hacer gestos tan “anticuados”

- Quizás porque…………………ni haya quizás…………por pura indiferencia

-Quizás es que NADIE en la Iglesia nos ha recordado que hay que arrodillarse por cariño y respeto

¿Hay remedios pastorales?….creemos que SI…. por ejemplo:

* Desde la catequesis de primera comunión inculcar a los niños que hay que arrodillarse en la consagración y así vayan tomando la “costumbre” de hacer lo que la Iglesia manda

* Desde otras catequesis recordar a jóvenes y adultos que arrodillarse no es un signo de sumisión sino de amor y admiración ante el milagro de Dios bajando del Cielo al Altar por nuestra salvación

* Desde todo ámbito formativo exhortar a adorar al Santísimo recordando la doctrina católica sobrela Presencia Real de Cristo en la Eucaristía

* En la misma celebración de la Santa Misa, que el acólito (o en su defecto el mismo ministro) tenga en “valor” de solicitar, en su momento, que todos los que puedan se arrodillen (yo lo he hecho y desde luego da resultado)

Es muy urgente recuperar el sentido de amor y adoración (que es efecto del amor) a Jesús Sacramentado. Y en el largo camino de recuperación hemos de prestar un interés especial por el debido gesto de arrodillarse durante la consagración. (Por D. Santiago González. Sacerdote Diocesano de Sevilla)

20 de marzo de 2014

19 de marzo de 2014

José, hijo de David...



"Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado".(Mt 1,16.18-21.24a)

En la Solemnidad de San José.



ORACIÓN DE LA HUMILDAD A SAN JOSÉ

Enséñanos José;
Cómo se es “no protagonista”.
Cómo se avanza sin pisotear.
Cómo se colabora sin imponerse.
Cómo se ama sin reclamar.

Dinos José;
Cómo se vive siendo ‘número dos’.
Cómo se hacen cosas fenomenales 
desde un segundo puesto.

Explícanos José;
Cómo se es grande sin exhibirse.
Cómo se lucha sin aplauso.
Cómo se avanza sin publicidad.
Cómo se persevera y se muere uno 
sin esperanza de recibir un homenaje.

La verdadera felicidad...


8 de marzo de 2014

Para ser santos...


San Juan de Dios.




San Juan de Dios, nace en Montemor-o-Novo (Portugal) el 8 de marzo de 1495 - y muere en Granada (España), el 8 de marzo de 1550). Es el fundador de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Su nombre de pila era João Cidade Duarte.

Cuando aún no contaba con doce años, se establece en Oropesa, (Toledo) (España), en la casa de Francisco Cid Mayoral, al cual le servía como pastor.

El 20 de enero de 1539 se produce un hecho trascendental. Mientras escuchaba el sermón predicado por San Juan de Ávila en la Ermita de los Mártires, tiene lugar su conversión. Las palabras de Juan de Ávila producen en él una conmoción tal, que le lleva a destruir los libros que vendía, vaga desnudo por la ciudad, los niños lo apedrean y todos se burlan de él. Su comportamiento es el de un loco y, como tal, es encerrado en el Hospital Real. Allí trata con los enfermos y mendigos y va ordenando sus ideas y su espíritu mediante la reflexión profunda. Juan de Ávila dirige su joven e impaciente espíritu y lo manda peregrinar al santuario de la Virgen de Guadalupe en Extremadura. Allí madura su propósito y a los pies de la Virgen promete entregarse a los pobres, enfermos y a todos los desfavorecidos del mundo.

Juan vuelve a Granada en otoño de ese mismo año, lleno de entusiasmo y humanidad. Los recursos con los que cuenta son su propio esfuerzo y la generosidad de la gente. En un principio Juan utiliza las casas de sus bienhechores para acoger a los enfermos y desfavorecidos de la ciudad. Pero pronto tuvo que alquilar una casa, en la calle Lucena, donde monta su primer hospital. Pronto crece su fama por Granada, y el obispo le pone el nombre de Juan de Dios.

En los siguientes diez años crece su obra y abre otro hospital en la Cuesta de Gomérez. Es, así mismo, un innovador de la asistencia hospitalaria de su época. Sus obras se multiplican y crece el número de sus discípulos -entre los cuales destaca Antón Martín, creador del Hospital de la Orden en Madrid llamado de Nuestra Señora del Amor de Dios- y se sientan las bases de su obra a través del tiempo. El 8 de marzo de 1550, a los 55 años, moría Juan de Dios en Granada, víctima de una pulmonía a consecuencia de haberse tirado al Genil para salvar a un joven que, aprovechando la crecida del río, había ido para recoger leña pero se cayó en medio de la corriente y estaba en trance de ahogarse. Lógico final para una vida totalmente entregada a los demás.

Fue beatificado por el papa Urbano VIII el 1 de septiembre de 1630 y canonizado por el papa Alejandro VIII, el 16 de octubre de 1690. Fue nombrado santo patrón de los hospitales y de los enfermos.

A su muerte su obra se extendió por toda España, Portugal, Italia y Francia y hoy día está presente en los cinco continentes.


Jesucristo es fiel y lo provee todo.




"Si mirásemos cuán grande es la misericordia de Dios, nunca dejaríamos de hacer bien mientras pudiésemos: pues que, dando nosotros, por su amor, a los pobres lo que él mismo nos da, nos promete ciento por uno en la bienaventuranza. ¡Oh bienaventurado logro y ganancia! ¿Quién no da lo que tiene a este bendito mercader, pues hace con nosotros tan buena mercancía y nos ruega, los brazos abiertos, que nos convirtamos y lloremos nuestros pecados y hagamos caridad primero a nuestras ánimas y después a los prójimos? Porque, así como el agua mata al fuego, así la caridad al pecado.

Son tantos los pobres que aquí se llegan, que yo mismo muchas veces estoy espantado cómo se pueden sustentar, mas Jesucristo lo provee todo y les da de comer. Como la ciudad es grande y muy fría, especialmente ahora en invierno, son muchos los pobres que se llegan a esta casa de Dios. Entre todos, enfermos y sanos, gente de servicio y peregrinos, hay más de ciento diez. Como esta casa es general, reciben en ella generalmente de todas enfermedades y suerte de gentes, así que aquí hay tullidos, mancos, leprosos, mudos, locos, paralíticos, tiñosos, y otros muy viejos y muy niños, y, sin estos, otros muchos peregrinos y viandantes, que aquí se allegan, y les dan fuego y agua, sal y vasijas para guisar de comer. Para todo esto no hay renta, mas Jesucristo lo provee todo.

De esta manera, estoy aquí empeñado y cautivo por solo Jesucristo. Viéndome tan empeñado, muchas veces no salgo de casa por las deudas que debo, y viendo padecer tantos pobres, mis hermanos y prójimos, y con tantas necesidades, así al cuerpo como al ánima, como no los puedo socorrer, estoy muy triste, mas empero confío en Jesucristo; que él me desempeñará, pues él sabe mi corazón. Y, así, digo que maldito el hombre que fía de los hombres, sino de solo Jesucristo; de los hombres has de ser desamparado, que quieras o no; mas Jesucristo es fiel y durable, y pues que Jesucristo lo provee todo, a él sean dadas las gracias por siempre jamás. Amén". (De las cartas de San Juan de Dios, religioso).


Para pensar...


Felicidades...