21 de agosto de 2010

El Papa de la Eucaristía.


Hoy 21 de agosto, recordamos también a unos de los papas más santos que ha tenido la Iglesia; San Pio X.

José Sarto, nombre de pila de San Pio X, nació en Riese, poblado cerca de Venecia (Italia) en 1835,en el seno de una familia humilde siendo el segundo de diez hijos.

Siendo niño perdió a su padre por lo que pensó dejar de estudiar para ayudar a su madre en los gastos de manutención de la familia, sin embargo ésta se lo impidió y pudo continuar sus estudios en el seminario gracias a una beca que le consiguió un sacerdote amigo de la familia.

Una vez ordenado fue vice-párroco, párroco, canónigo, obispo de Mantua y Cardenal de Venecia, puestos donde duró en cada uno de ellos nueve años.

Muchas son las anécdotas de este santo que reflejan tanto su santidad como su lucha por superar sus defectos.

En 1903 al morir León XIII fue convocado a Roma para elegir al nuevo Pontífice. Una vez elegido Sumo Pontífice, cargo que acepto por cumplir solamente la Voluntad de Dios, pues él mismo se consideraba indigno de tal nombramiento, escogió el nombre de Pío inspirado en que los Papas que eligieron ese nombre habían sufrido por defender la fe.

Tres eran sus más grandes características:

La pobreza: fue un Papa pobre que nunca fue servido más que por dos de sus hermanas para las que tuvo que solicitar una pensión para que no se quedaran en la miseria a la hora de la muerte de Pío X.

La humildad: Pío X siempre se sintió indigno del cargo de Papa e incluso no permitía lujos excesivos en sus recámaras y sus hermanas que lo atendían no gozaban de privilegio alguno en el Vaticano.

La bondad: Nunca fue difícil tratar con Pío X pues siempre estaba de buen genio y dispuesto a mostrarse como padre bondadosos con quien necesitara de él.

Dentro de sus obras destaca el combate contra dos herejías muy en boga en esa época: el Modernismo, la cual la combatió con la Encíclica Pascendi, estableciendo que los dogmas son inmutables y la Iglesia si tiene autoridad para dar normas de moral; la otra herejía que combatió fue el Jansenismo que propagaba que la Primera Comunión se debía retrasar lo más posible; en contraposición Pío X decretó la autorización para que los niños pudieran recibir la Primera Comunión desde el momento en que entendiesen quien está en la Sagrada Hostia. Este decreto le valió ser llamado "el Papa de la Eucaristía".

Fundó el Instituto Bíblico para perfeccionar las traducciones de la Biblia y nombró una comisión encargada de ordenar y actualizar el Derecho Canónico. Promovió el estudio del Catecismo.

Murió santamente, el 21 de agosto de 1914, después de once años de pontificado.

ACORDAOS...


Hoy es sábado, y como no, acudimos a la intercesión de la Virgen María. San Bernardo de Claraval, cuya memoria ayer celebrábamos, nos dejó esta bella oración para tratar a la Santísima Virgen:


“Acordaos, oh piadosísima Virgen María,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a vuestra protección,
implorando vuestra asistencia
y reclamando vuestro socorro,
haya sido desamparado de Vos.
Animado con esta confianza,
a Vos también acudo,
oh Madre!, Virgen de las vírgenes;
y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados,
me atrevo a comparecer ante Vuestra presencia Soberana.
No desechéis, oh Santa Madre de Dios!, mis humildes súplicas;
antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos
y acogedlas favorablemente
Amén”.

20 de agosto de 2010

Doctor melífluo.



Celebramos hoy la memoria de San Bernardo de Claraval, el gran impulsor y propagador de la Orden Cisterciense y el hombre más importante de la Europa del siglo XII.

Nació en Borgoña (Francia) en el año 1.090, en el Castillo Fontaines-les-Dijon. Sus padres eran los señores del Castillo y fue educado junto a sus siete hermanos como correspondía a la nobleza, recibiendo una excelente formación en latín, literatura y religión.

San Bernardo es, cronológicamente, el último de los Padres de la Iglesia, pero es uno de los que más impacto ha tenido en ella.

Fue declarado Santo en 1.173 por el Papa Alejandro III. Posteriormente, fue declarado Doctor de la Iglesia.

Bernardo tenía un extraordinario carisma de atraer a todos para Cristo. Era amable, simpático, inteligente, bondadoso y alegre, incluso muy apuesto, pues sabemos que su hermana Humbelina le llamaba cariñosamente con el apelativo de "ojos grandes". Durante algún tiempo se enfrió en su fervor y empezó a inclinarse hacia lo mundano. Pero las amistades mundanas, por más atractivas y brillantes que fueran, lo dejaban vacío y lleno de hastío. Después de cada fiesta se sentía más desilusionado del mundo y de sus placeres.

Una noche de Navidad, mientras celebraban las ceremonias religiosas en el templo, se quedó dormido y le pareció ver al Niño Jesús en Belén en brazos de María, y que la Santa Madre le ofrecía a su Hijo para que lo amara y lo hiciera amar mucho por los demás. Desde este día ya no pensó sino en consagrarse a la religión y al apostolado. Un hombre que arrastra con todo lo que encuentra, Bernardo se fue al convento de monjes benedictinos llamado Cister, y pidió ser admitido. El superior, San Esteban Harding lo aceptó con gran alegría.

En la historia de la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya sido dotado por Dios de un poder de atracción tan grande para llevar gentes a la vida religiosa, como el que recibió Bernardo. Las muchachas tenían terror de que su novio hablara con el santo. En las universidades, en los pueblos, en los campos, los jóvenes al oírle hablar de las excelencias y ventajas espirituales de la vida en un convento, se iban en numerosos grupos a que él los instruyera y los formara como religiosos. Durante su vida fundó más de 300 conventos para hombres, e hizo llegar a gran santidad a muchos de sus discípulos. Lo llamaban "el cazador de almas y vocaciones". Con su apostolado consiguió que 900 monjes hicieran profesión religiosa.

Fundador de Claraval. En el convento del Cister demostró tales cualidades de líder y de santo, que a los 25 años (con sólo tres de religioso) fue enviado como superior a fundar un nuevo convento. Escogió un sitio apartado en el bosque donde sus monjes tuvieran que derramar el sudor de su frente para poder cosechar algo, y le puso el nombre de Claraval, que significa "valle claro" ya que allí el sol ilumina fuerte todo el día. Supo infundir del tal manera fervor y entusiasmo a sus religiosos de Claraval, que habiendo comenzado con sólo 20 compañeros, a los pocos años tenía 130 religiosos. De este convento de Claraval salieron monjes a fundar otros 63 conventos. (Trois Fontaines, Fontenay, Foigny, etc.,).

Le llamaban "El Doctor boca de miel" (doctor melífluo). Su inmenso amor a Dios y a la Virgen Santísima y su deseo de salvar almas lo llevaban a estudiar por horas y horas cada sermón que iba a pronunciar, y luego como sus palabras iban precedidas de mucha oración y de grandes penitencias, el efecto era fulminante en los oyentes. Escuchar a San Bernardo era ya sentir un impulso fortísimo a volverse mejor.

Fue el gran enamorado de la Virgen Santísima. Se adelantó en su tiempo a considerarla medianera de todas las gracias y poderosa intercesora nuestra ante su Hijo Nuestro Señor. A San Bernardo se le deben las últimas palabras de la Salve: "Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María"., así como la bellísima oración del "Acordaos".

Tal era su Amor a la Virgen que teniendo costumbre de saludarla siempre que pasaba ante una imagen de ella con las palabras "Dios te Salve María", la imagen un día le contestó "Dios te salve, hijo mío Bernardo".

Después de haber llegado a ser el hombre más famoso de Europa en su tiempo y de haber conseguido varios milagros (como por ejemplo hacer hablar a un mudo, el cual confesó muchos pecados que tenía sin perdonar) y después de haber llenado varios países de monasterios con religiosos fervorosos, ante la petición de sus discípulos para que pidiera a Dios la gracia de seguir viviendo otros años más, exclamaba:

"Mi gran deseo es ir a ver a Dios y a estar junto a Él. Pero el amor hacia mis discípulos me mueve a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo que a Él mejor le parezca". Y a Dios le pareció que ya había sufrido y trabajado bastante, y que se merecía el descanso eterno y el premio preparado para los discípulos fieles, y se lo llevó a su eternidad feliz, el 20 de agosto del año 1153 a los 63 años.

15 de agosto de 2010

En la Asunción de nuestra Señora a los cielos.


"Los santos Padres y grandes doctores, en las homilías y disertaciones dirigidas al pueblo en la fiesta de la Asunción de la Madre de Dios, hablan de este hecho como de algo ya conocido y aceptado por los fieles y lo explican con toda precisión, procurando sobre todo hacerles comprender que lo que se conmemora en esta festividad es no sólo el hecho de que el cuerpo sin vida de la Virgen María no estuvo sujeto a la corrupción, sino también su triunfo sobre la muerte y su glorificación en el cielo, a imitación de su Hijo único Jesucristo.

Y, así, san Juan Damasceno, el más ilustre transmisor de esta tradición, comparando la asunción de la santa Madre de Dios con sus demás dotes y privilegios, afirma, con elocuencia vehemente:

«Convenía que aquella que en el parto había conservado intacta su virginidad conservara su cuerpo también después de la muerte libre de la corruptibilidad. Convenía que aquella que había llevado al Creador como un niño en su seno tuviera después su mansión en el cielo. Convenía que la esposa que el Padre había desposado habitara en el tálamo celestial. Convenía que aquella que había visto a su Hijo en la cruz y cuya alma había sido atravesada por la espada del dolor, del que se había visto libre en el momento del parto, lo contemplara sentado a la derecha del Padre. Convenía que la Madre de Dios poseyera lo mismo que su Hijo y que fuera venerada por toda creatura como Madre y esclava de Dios.»

Según el punto de vista de san Germán de Constantinopla, el cuerpo de la Virgen María, la Madre de Dios, se mantuvo incorrupto y fue llevado al cielo, porque así lo pedía no sólo el hecho de su maternidad divina, sino también la peculiar santidad de su cuerpo virginal:

«Tú, según está escrito, te muestras con belleza; y tu cuerpo virginal es todo él santo, todo él casto, todo él morada de Dios, todo lo cual hace que esté exento de disolverse y convertirse en polvo, y que, sin perder su condición humana, sea transformado en cuerpo celestial e incorruptible, lleno de vida y sobremanera glorioso, incólume y partícipe de la vida perfecta.»

Otro antiquísimo escritor afirma:

«La gloriosa Madre de Cristo, nuestro Dios y salvador, dador de la vida y de la inmortalidad, por él es vivificada, con un cuerpo semejante al suyo en la incorruptibilidad, ya que él la hizo salir del sepulcro y la elevó hacia sí mismo, del modo que él solo conoce.»

Todos estos argumentos y consideraciones de los santos Padres se apoyan, como en su último fundamento, en la sagrada Escritura; ella, en efecto, nos hace ver a la santa Madre de Dios unida estrechamente a su Hijo divino y solidaria siempre de su destino.

Y sobre todo hay que tener en cuenta que, ya desde el siglo segundo, los santos Padres presentan a la Virgen María como la nueva Eva asociada al nuevo Adán, íntimamente unida a él, aunque de modo subordinado, en la lucha contra el enemigo infernal, lucha que, como se anuncia en el protoevangelio, había de desembocar en una victoria absoluta sobre el pecado y la muerte, dos realidades inseparables en los escritos del Apóstol de los gentiles. Por lo cual, así como la gloriosa resurrección de Cristo fue la parte esencial y el último trofeo de esta victoria, así también la participación que tuvo la santísima Virgen en esta lucha de su Hijo había de concluir con la glorificación de su cuerpo virginal, ya que, como dice el mismo Apóstol: Cuando esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: «La muerte ha sido absorbida en la victoria.»

Por todo ello, la augusta Madre de Dios, unida a Jesucristo de modo arcano, desde toda la eternidad, por un mismo y único decreto de predestinación, inmaculada en su concepción, virgen integérrima en su divina maternidad, asociada generosamente a la obra del divino Redentor, que obtuvo un pleno triunfo sobre el pecado y sus consecuencias, alcanzó finalmente, como suprema coronación de todos sus privilegios, el ser preservada inmune de la corrupción del sepulcro y, a imitación de su Hijo, vencida la muerte, ser llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial, para resplandecer allí como reina a la derecha de su Hijo, el rey inmortal de los siglos". (De la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus del Papa Pío XII).

11 de agosto de 2010

Como buques en alta mar...


Esta mañana, un amigo me ha enviado esta curiosa comparación de la vida de los sacerdotes jóvenes y mayores con los buques en el mar. Como me ha parecido ocurrente e interesante al mismo tiempo, la comparto con todos vosotros. De parte de un “buque” que casi acaba de salir a alta mar y que espera llegar algún día al puerto deseado, guiado por la espléndida y luminosa “Estrella de la Mañana”…

“Todo sacerdote joven me parece un buque que parte por primera vez hacia alta mar.

Todo sacerdote viejo me parece un buque que va llegando al puerto.

Me he cruzado en el mar, en uno de los siete mares del mundo, con dos buques, uno viejo y otro nuevo.

No sé por qué razones siempre que veo un buque viejo me pongo a imaginar las aventuras, los peligros, las tormentas que ha pasado; y delante de uno nuevo, todo lo que le aguarda.

Me he cruzado con dos, el uno viejo y el otro nuevo.

El viejo iba llegando al puerto, con su casco despintado, sus velas en jirones, sus masteleros en astillas, pero con su proa tajante y su timón obediente y firme, de modo que se mantenía en la buena ruta.

El otro recién botado al agua, navegaba hacia alta mar, relumbrante, con su arboladura nueva, sus cuerdas blancas, sus velas sonoras y al viento, que le daba en el costado. El agua hervía en espuma, bajo su quilla que abría un profundo surco en las olas.

Todo le sonreía, el sol, el cielo, la brisa, que cantaba en sus obenques, las ligeras nubes que le daban sombra, los delfines que danzaban a su alrededor y las gaviotas que se posaban en sus jarcias. Y él avanzaba libre y ufano, hacia los misterios del primero de los siete mares, seguro de sus lonas, de sus maderas y de sus forros de cobre y de su timón nuevo.

Y yo rogué por él, que antes de llegar al puerto tenía que humillar la soberbia en el Atlántico, cerrar los ojos y oídos a los espejismos y a los cantos de las sirenas en el Mediterráneo; dominar la ira en el Rojo; sobreponerse a la gula en el Índico; desafiar los tifones de la envidia en el Mar de la China; despreciar las mordeduras de la avaricia en el Pacífico; luchar contra el frío del alma en el Ártico; y vencer la pereza en el Mar de Sargazos, que más que un mar es la plaga de todos los mares.

Cuando veo un sacerdote viejo, deslucido en su traje y en su palabra, distraído como quien tiene el corazón en otra parte, sordo a los rumores de la tierra y atento a las voces que le hablan en sueños como a Samuel, pienso que invita a cantar un Te Deum, porque es un navío que ha pasado ya las tormentas de los siete mares.

Cuando veo uno joven, que emprende su periplo, impaciente de surcar los océanos, con demasiada confianza en la altura de sus mástiles y en lo pulido de sus cascos y en la gallardía de sus lonas; que mira poco el cielo para orientar su rumbo y mucho las máquinas que fabrican los hombres, tengo miedo por él.

Y más si es artista; y mucho más si es elocuente; y muchísimo más si es ingenuo y ama el ruido, y cree que le falta tiempo y puede dejar hoy esta rúbrica, mañana este rezo, después esta meditación, ser impuntual en la hora de su Misa; ser distraído en su breviario.

¡Ay! ¡Cuántos mares y cuántos escollos delante de su proa y qué lejos el puerto!

Llegará, sin duda, si deja de mirar la brújula de los hombres y levanta el corazón hasta la Estrella de la Mañana.

Llamamos así a la Virgen, pero es también una de las más preciosas advocaciones de Jesús, que dice de Sí Mismo en el último capítulo del Apocalipsis: “Yo Soy Jesús, la espléndida y luminosa Estrella de la Mañana”.

(Tomado de "Navega hacia alta mar", de Hugo Wast).

5 de agosto de 2010

Servite Domino in laetitiae.


Ayer, cuatro compañeros sacerdotes y yo, celebrábamos el día del Santo Cura de Ars comiendo juntos. Durante la comida, todo el que entraba en el restaurante y los de las mesas de alrededor, miraban con asombro, a cinco sacerdotes, riendo con alguna que otra broma, y pasándolo bien, además, el día que celebrábamos no era para menos, ¿o no?, y es que menudo fue San Juan Mª Vianney, y no lo digo por su físico, sino por la de lecciones que nos dejó para que los sacerdotes fuésemos de verdad santos. Y todo esto lo digo, porque en el estupendo documental “La última cima”, en una de las diferentes preguntas que sobre los sacerdotes se le iba haciendo a la gente, en un momento dado, le preguntan a una señora si ella conocía a algún sacerdote alegre, recordamos ¿verdad?, y después de una espera considerable, la mujer responde que no…y sinceramente, las veces que fui a ver este documental al cine, esto me dio mucho que pensar…la alegría, la alegría del sacerdote…¿y es que no somos realmente alegres, o es que la gente no lo percibe?...

Como se suele decir: un santo triste, es un triste santo…estamos hechos de la misma pasta que el resto de los hombres, y como dice un amigo sacerdote; "venimos todos con un defecto de fábrica”, pero eso no quita para que la alegría en el sacerdote este presente. Los problemas y las dificultades vienen solos, pero si nos agarra la tristeza, ahora sí que hay un verdadero problema y una gran dificultad.

Sí amigos, para ser alegres testigos del amor de Dios estamos los sacerdotes, pero también para amar y servir. Nosotros, los que libremente nos hemos consagrado al Señor, no somos los solteros de turno, los tristes y amargados, somos hombres célibes, que hemos renunciado a una familia en la carne, pero no a la gran familia de los hijos de Dios, a un amor humano, pero no al amor y al poder amar.

Este mediodía, charlaba por el móvil con una persona estupenda y que el Señor ha puesto en mi camino; un amigo entrañable, un padre ejemplar…Lo llamaba para decirle tan solo que lo echaba de menos, que no sabía nada de él desde hacía varios días, que lo quería mucho, que rezaba por él y por su familia…y que si le podía ayudar en algo, que me lo pidiese...como hasta ahora…

Sí amigos, amamos y queremos de verdad, con el único corazón que tenemos, pero amamos. Cristo murió amando, con los brazos extendidos sobre la Cruz… y así, caminamos en alegría hacia la resurrección, con el pueblo santo de Dios a nosotros encomendado, orando por él y junto con él.

Hoy, 5 de agosto, aunque litúrgicamente es la dedicación de la basílica de Santa María la Mayor, en Roma, por el Papa Sixto III, celebramos el día de la Virgen María, en su advocación de las Nieves. Ella, que es alegría y esperanza nuestra, nos ayude a los sacerdotes y a todos los cristianos, a vivir la alegría, el servicio y el amor, hasta el final de nuestras vidas. Ya nos lo dice el apóstol; "Servite Domino in laetitiae", "Servid al Señor con alegría".

Santa María, ruega por nosotros.

4 de agosto de 2010

El hombre que se hizo misericordia...


Hoy, como cada 4 de agosto, celebramos la memoria de San Juan María Vianney, el santo cura de Ars, sacerdote francés, (Dardilly, 8 de mayo de 1786 - Ars, 4 de agosto de 1859), nombrado por el Papa Benedicto XVI, patrono de todos los sacerdotes del mundo, el 19 de junio de 2009, al inicio del ya clausurado Año Sacerdotal.

Al convocar dicho Año Sacerdotal, el Santo Padre nos decía: "El corazón del Cura de Ars, era un corazón inflamado de amor divino. La Iglesia tiene necesidad de sacerdotes santos, de ministros que ayuden a lo fieles a experimentar el Amor Misericordioso del Señor y sean sus testigos convencidos". Y Juan Pablo II, al regreso de una peregrinación a Ars, el 6 de octubre de 1986, manifestaba; "La figura del Santo Cura de Ars, no deja de hablar también al hombre de hoy. Su extraordinaria vida llena de oración y de mortificación, el heróico servicio a la Palabra de Dios y a los sacramentos, especialmente el de la Penitencia, continúan siendo un punto de viva referencia para los sacerdotes de la Iglesia contemporánea".


Breve reflexión del Santo Cura de Ars:

“Estaba profundamente convencido de que una persona es feliz cuando vive con Dios; y que es infeliz sólo cuando esa persona libremente se ha separado de Dios: porque no conoce lo que Dios dice, porque ha dejado de escucharle y hacerle caso. Hijos míos; ¿por qué somos tan ciegos y tan ignorantes?. Porque no hacemos caso de la Palabra de Dios!. Pero lo primero para poder hacer caso a Dios es saber qué dice, estar formado: Con una persona formada hay siempre recursos. Una persona que no está formada en su religión es como un enfermo agónico; no conoce ni la grandeza del pecado, ni la belleza del alma, ni el precio de la virtud..”.


Oración del Santo Cura de Ars:

Te amo, oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, oh infinitamente amoroso Dios,
y prefiero morir amándote
que vivir un instante sin Ti.
Te amo, oh mi Dios,
y mi único temor es ir al infierno
porque ahí nunca tendría
la dulce consolación de tu amor.
Dios mío, si mi lengua no es capaz de decir
a cada momento que te ama,
quiero que mi corazón lo diga
tantas veces cuanto respiro.
Dios mío, concédeme la gracia de sufrir amándote
y de amar sufriendo.
Yo te amo, oh Dios mío,
porque tú me tienes aquí abajo crucificado por ti.
Concédeme la gracia de morir amándote
y sintiendo que te amo. Amén.

3 de agosto de 2010

Mis padres no me quieren sacerdote...


En estos últimos años, varios han sido los monaguillos que me he ido encontrando en las diferentes parroquias por las que he tenido el gusto de pasar primero como seminarista y diácono, y luego como sacerdote, y que me han expresado la idea de ser algún día sacerdotes. Otros, por timidez, no me lo han expresado, pero sé que les gusta. Aunque son solo niños, Dios no se hace el sordo al deseo de estos pequeños. Y no sé por qué, bueno..., si que lo sé, pero siempre he estado convencido de que las oraciones de los niños llegan antes al cielo que las nuestras, tal vez porque ellos si que saben pedir a Dios con fe y confianza... no como nosotros, con exigencias...

Ojalá algún día no muy lejano, estos monaguillos que he conocido y conozco, y pienso en uno en concreto...sigan adelante con sus "planes de futuro" pues mi oración no les faltará, y cuando lleguen al Seminario, en la puerta de entrada se encuentren con un cartel como el de la foto que diga: "bienvenidos al SEMINARIO monaguillos".

A continuación, dos historias conmovedoras del padre Fernando Pascual, nos hablan de dos mensajes enviados desde el cielo; el primero dirigido a un niño que quiere ser sacerdote y se encuentra con la oposición de sus padres, y el segundo va dirigido a un padre, a quien su hijo le pide permiso para ir al Seminario. Y dice así:

"En el cielo están inquietos. Varios ángeles han llegado con mensajes dramáticos de jóvenes que no encuentran el apoyo de sus padres a la hora de seguir la vocación de Dios al sacerdocio.

“¿Por qué, Dios mío, mis padres no quieren que sea sacerdote?”. “Mi madre me ha dicho furiosa que no desea saber nada de mi vocación”. “Ayúdame, Jesús, a encontrar fuerzas para hacer lo que Dios quiere de mí”. “¿Cómo puedo decirle a mis padres que Dios me quiere sacerdote?”

Hay revoloteo de alas, prisas, llamadas de emergencia. Querubines y serafines buscan en los archivos las mejores respuestas dadas en los últimos 300 años. Pero un arcángel muy experimentado, con su sabiduría milenaria, ha dicho la palabra definitiva: “A nuevas situaciones nuevas respuestas: hemos de elaborar mensajes adecuados a los tiempos modernos”. Por fin, reina la calma en el departamento de “vocaciones para el nuevo milenio”. Los ángeles, sin palabras (se comunican directamente, de espíritu a espíritu) han preparado varios mensajes. Con la aprobación celestial, según las indicaciones de la supervisión divina, bajan a la tierra los primeros mensajes.

“Mensaje urgente a Manuel. Dios esté contigo.

No temas la oposición de tus padres. Si el Señor te ha sugerido que te quiere sacerdote no va a dejarte abandonado precisamente ahora, cuando más lo necesitas.

Lo primero que te recomendamos es que sigas en oración. ¿No recuerdas que Dios te había escogido allí, ante el Sagrario? Vuelve con Jesús y dile lo que pasa en tu familia.

Explícale lo que tú dijiste, el enfado de tu padre, las lágrimas de tu madre. Reza mucho por tus padres. Ellos están convencidos de que te quieren, y no se dan cuenta de lo absurdo de sus miedos ante tu vocación.

Necesitan descubrir que el regalo más hermoso que Dios puede ofrecer a una familia es invitar a uno de sus hijos a ser sacerdote. Necesitan recordar que el hijo no es propiedad de nadie, sino de Dios.

Porque tu padre y tu madre se amaban, Dios les regaló tu vida. Ahora Dios les está dando un nuevo regalo: ¡un hijo sacerdote! Pero no se dan cuenta, o no quieren ver, lo hermosa que es una vida entregada a los demás. Ni lo maravilloso que es ver que un día tú dirás las palabras de Jesús: Esto es mi cuerpo... Esta es mi sangre... Tus pecados están perdonados...

No tengas miedo. Confía, reza, ama. Hay tormentas que pueden durar semanas, meses o años. Pero si estás junto a Dios, nada te pasará.

De parte de Dios, el Arcángel Gabriel”.


“Mensaje al Sr. Francisco.

Dios te bendice con cariño. Especialmente, Dios te bendice con la vocación de tu hijo Carlos, que te acaba de pedir permiso para ir al seminario. Sé que lo amas mucho, sé que soñabas otra cosa para él. Pero, de verdad, si abres los ojos, si tienes un corazón de padre bueno, sentirás cada día una alegría mayor, porque verás a Carlos entre los seres humanos más felices de la tierra.

Es cierto que no te dará nietos según la carne, pero sí miles y miles de nietos en el espíritu. ¿Ves esa multitud de niños bulliciosos junto al sacerdote en la misa de 11? Un día estarán alrededor de Carlos, y, en cierto modo, también alrededor de ti.

¿Que hoy la vida del sacerdote es muy difícil, que muchos despreciarán a tu hijo, que habrá quien lo calumnie y lo persiga? Pues, la verdad, deberías de sentir orgullo en vez de pena: ¡qué privilegio ser padre de un hijo que imita tan de cerca a Jesucristo!

¿Qué es mejor un hijo que sea un buen abogado y no un hijo que sea un mal sacerdote? Pues muchísimo mejor será un hijo buen sacerdote que un hijo mal abogado. No te imaginas la paz que Carlos ofrecerá a los moribundos, la ayuda que dará a los novios, la esperanza que distribuirá entre los ancianos, las ayudas que repartirá entre los pobres, la sonrisa que dibujará en los niños cuando empiece a decirles que Jesús les ama. Sr. Francisco, de verdad, en el cielo eres envidiado. Y en la tierra, sin que ellos lo sepan, sin que tú te des cuenta, miles de personas esperan que apoyes a Carlos, que le acompañes en el camino de su vocación sacerdotal.

Entonces sí que podrás decir a tu mujer que Dios os ha bendecido como a ninguna otra familia del mundo, que la amas mucho porque tú y ella habéis sido generosos, porque tendréis ante Dios a un hijo sacerdote para siempre.

Que Dios siga contigo. Y que María, que también sabe lo que significa ver a un Hijo que camina entre críticas y sustos, te conceda la gracia de ser padre feliz de un hijo sacerdote, es decir, de un hijo hecho pan para ser repartido entre los hombres hambrientos de esperanza”.