27 de diciembre de 2010

Déjame, Señor, poner mi cabeza en tu costado...


Tú que revelaste a Juan
tus misterios más secretos
y los altos vericuetos
que mis ojos no verán,
haz que yo logre entender
cuanto Juan nos ha contado.
Déjame, Señor, poner
mi cabeza en tu costado.

Tú que en el monte Calvario
entre sus manos dejaste
el más santo relicario:
la carne donde habitaste;
tú que le dejaste ser
el hijo bien adoptado,
déjame, Señor, poner
mi cabeza en tu costado.

Y tú, Juan, que a tanto amor
con amor correspondiste
y la vida entera diste
por tu Dios y tu Señor,
enséñame a caminar
por donde tú has caminado.
Enséñame a colocar
la cabeza en su costado. Amén.

25 de diciembre de 2010

24 de diciembre de 2010

El sueño de la Virgen María...


"José, anoche tuve un sueño muy extraño, como una pesadilla. La verdad es que no lo entiendo. Se trataba de una fiesta de cumpleaños de nuestro Hijo.

La familia se había estado preparando por semanas decorando su casa. Se apresuraban de tienda en tienda comprando toda clase de regalos. Parece que toda la ciudad estaba en lo mismo porque todas las tiendas estaban abarrotadas. Pero algo me extrañó mucho: ninguno de los regalos era para nuestro Hijo.

Envolvieron los regalos en papeles lindísimos y les pusieron cintas y lazos muy bellos. Entonces los pusieron bajo un árbol. ¡Sí!, un árbol, José, ahí mismo dentro de su casa. También decoraron el árbol; las ramas estaban llenas de bolas de colores y ornamentos brillantes. Había una figura en el tope del árbol. Parecía un angelito. Estaba precioso.

Por fin, el día del cumpleaños de nuestro Hijo llegó. Todos reían y parecían estar muy felices con los regalos que daban y recibían. Pero fíjate José, no le dieron nada a nuestro Hijo. Yo creo que ni siquiera lo conocían. En ningún momento mencionaron su nombre. ¿No te parece raro, José, que la gente pase tanto trabajo para celebrar el cumpleaños de alguien que ni siquiera conocen? Me parecía que Jesús se habría sentido como un intruso si hubiera asistido a su propia fiesta de cumpleaños.

Todo estaba precioso, José y todo el mundo estaba tan feliz, pero todo se quedó en las apariencias, en el gusto de los regalos. Me daban ganas de llorar que esa familia no conocía a Jesús. ¡Qué tristeza tan grande para Jesús - no ser invitado a Su propia fiesta!

Estoy tan contenta de que todo era un sueño, José. ¡Qué terrible si ese sueño fuera realidad".

23 de diciembre de 2010

"O Emmanuel,...


... Rex et legifer noster,
exspectatio gentium,
et Salvator earum:
veni ad salvandum nos, Domine Deus noster.”


“Oh Emmanuel,
Rey y Legislador nuestro,
Esperanza de las naciones
y Salvador de los pueblos:
ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.”

22 de diciembre de 2010

"O Rex Gentium,...


... et desideratus earum,
lapisque angularis,
qui facis utraque unum:
veni et salva hominem,
quem de limo formaste.”


“Oh Rey de las naciones
y Deseado de los pueblos,
Piedra angular de la Iglesia,
que haces de los dos pueblos uno solo:
ven y salva al hombre
que formaste del barro de la tierra.”

21 de diciembre de 2010

"O Oriens,...


... splendor lucis aeternae,
et sol justitiae:
veni, et illumina sedentes in tenebris,
et umbra mortis.”


“Oh Sol naciente,
Esplendor de la Luz eterna
y Sol de justicia:
ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte.”

20 de diciembre de 2010

"O Clavis David,...


... et sceptrum domus Israel;
qui aperis, et nemo claudit;
claudis, et nemo aperit:
veni, et educ vinctum de domo carceris,
sedentem in tenebris, et umbra mortis.”


“Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel,
que abres y nadie puede cerrar,
cierras y nadie puede abrir,
ven y libra a los cautivos
que viven en tinieblas y en sombra de muerte.”

19 de diciembre de 2010

"O Radix Jesse,...



… qui stas in signum populorum,
super quem continebunt reges os suum,
quem gentes deprecabuntur:
veni ad liberandum nos, jam noli tardare.”



“Oh Renuevo del tronco de Jesé,
que te alzas como un signo para los pueblos,
ante quien los reyes enmudecen
y cuyo auxilio imploran las naciones:
ven a librarnos, no tardes más.”

18 de diciembre de 2010

"O Adonai,...


...et Dux domus Israel,
qui Moysi in igne flammae rubi apparuisti,
et in Sina legem dedisti:
veni ad redimendum nos in bracchio extento.”



“Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel,
que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente
y en el Sinaí le diste tu ley:
ven a librarnos con el poder de tu brazo.”

17 de diciembre de 2010

"O Sapientia,...


...quae ex ore Altissimi prodiisti,
attingens a fine usque ad finem,
fortiter suaviterque disponens omnia:
veni ad docendum nos vias prudentiae.”



“Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo,
abarcando del uno al otro confín
y ordenándolo todo con firmeza y suavidad:
ven y muéstranos el camino de la salvación.”

Las Antífonas de la O.


Hoy, 17 de diciembre, como cada año y ya cercanos a la Navidad, comenzamos con la liturgia de toda la Iglesia a recitar las llamadas “Antífonas de la O”.

Como nos dice el P. José Aldazabal, las “Antífonas de la O” son siete, y la Iglesia las canta con el Magnificat del Oficio de Vísperas desde el día 17 hasta el día 23 de diciembre. Son un llamamiento al Mesías recordando las ansias con que era esperado por todos los pueblos antes de su venida, y, también son, una manifestación del sentimiento con que todos los años, de nuevo, le espera la Iglesia en los días que preceden a la gran solemnidad del Nacimiento del Salvador.

Se llaman así porque todas empiezan en latín con la exclamación «O», en castellano «Oh». También se llaman «antífonas mayores».

Fueron compuestas hacia los siglos VII-VIII, y se puede decir que son un magnífico compendio de la cristología más antigua de la Iglesia, y a la vez, un resumen expresivo de los deseos de salvación de toda la humanidad, tanto del Israel del A.T. como de la Iglesia del N.T.

Son breves oraciones dirigidas a Cristo Jesús, que condensan el espíritu del Adviento y la Navidad. La admiración de la Iglesia ante el misterio de un Dios hecho hombre: «Oh». La comprensión cada vez más profunda de su misterio. Y la súplica urgente: «ven»

Cada antífona empieza por una exclamación, «Oh», seguida de un título mesiánico tomado del A.T., pero entendido con la plenitud del N.T. Es una aclamación a Jesús el Mesías, reconociendo todo lo que representa para nosotros. Y termina siempre con una súplica: «ven» y no tardes más.

O Sapientia = sabiduría, Palabra.
O Adonai = Señor poderoso.
O Radix = raíz, renuevo de Jesé (padre de David).
O Clavis = llave de David, que abre y cierra.
O Oriens = oriente, sol, luz.
O Rex = rey de paz.
O Emmanuel = Dios-con-nosotros.

Leídas en sentido inverso las iniciales latinas de la primera palabra después de la «O», dan el acróstico «ero cras», que significa «seré mañana, vendré mañana», que es como la respuesta del Mesías a la súplica de sus fieles.

Se cantan -con la hermosa melodía gregoriana o en alguna de las versiones en las lenguas modernas- antes y después del Magnificat en las Vísperas de estos siete días, del 17 al 23 de diciembre, y también, un tanto resumidas, como versículo del aleluya antes del evangelio de la Misa.

8 de diciembre de 2010

Sin pecado concebida...


"Santísima Virgen María,
yo creo y confieso
vuestra Santa e Inmaculada Concepción,
pura y sin mancha.

¡Oh Purísima Virgen!,
por vuestra pureza virginal,
vuestra Inmaculada Concepción
y vuestra gloriosa cualidad de Madre de Dios,
alcanzadme de vuestro amado Hijo
la humildad, la caridad, una gran pureza
de corazón, de cuerpo y de espíritu,
una santa perseverancia en el bien,
el don de oración,
una buena vida
y una santa muerte.
Amén"

6 de diciembre de 2010

Un regalo de Dios al mundo...


Hace poco más de un mes, terminé de leer un libro titulado “El secreto del Padre Pío”, del italiano Antonio Socci. El autor, con esta obra, nos acerca a la figura del padre Pío de Pietrelcina, conocido como el “fraile de los estigmas”, aunque a decir verdad, sigue siendo aún, un desconocido para muchos.

Socci, entre otras cosas destaca la gran riada humana que se desplazaba en vida de padre Pío hasta San Giovanni Rotondo, atraídas por esas impresionantes marcas del crucifijo, impresas en las carnes de aquel pobre fraile del Gárgano.

Efectivamente, una infinidad de personas se sintió atraídas por ese fraile, lo buscaron y se reunieron con él en aquella perdida aldea. Un fraile que vivió oculto y silencioso. Su vida transcurrió en unos pocos metros cuadrados, entre su celda, el altar y el confesionario del convento, alguien que no hizo nada para convocar a tantas personas, ni discursos, ni simposios, ni iniciativas públicas, ni entrevistas, ni libros, sino que se limitó a celebrar la Santa Misa y, sobre todo, a confesar entre quince y diecinueve horas al día y a rezar incansablemente durante horas y horas evitando el dormir y el comer durante años, especialmente después de la estigmatización. Así fue su vida durante cincuenta años, salvo los periodos en los que las persecuciones eclesiásticas se lo prohibieron.

Era tal la evidencia de santidad de padre Pío, que en tiempos del papa Benedicto XV, y siendo aún un joven fraile de apenas 32 años, se llegó a decir de él; “Un hombre verdaderamente extraordinario, de esos que Dios manda de tanto en cuanto a la tierra para convertir a los hombres”.

Es inimaginable la cantidad de personas que acudían al padre Pío y que se convirtieron a través de él, en años en los que las iglesias y los seminarios se vaciaban y en donde miles de sacerdotes dejaban el ministerio.

Como ejemplo, nos sirve el hecho de que en el año 1967, un año antes de su fallecimiento, cuando su estado de salud era ya extremadamente precario, se ha calculado que en esos doce meses confesó a unas quince mil mujeres y diez mil hombres.

Podemos imaginarnos rápidamente, cuál podrá ser el total de cincuenta años de misión. De hecho, se ha calculado que hubo unos dos millones de personas, que se le acercaron personalmente pidiendo consejo, petición o confesión y que superan los diez millones quienes acudieron a San Giovanni Rotondo para asistir a sus misas.

Son verdaderamente cifras inauditas, especialmente si nos ponemos a considerar aquellos tiempos y las dificultades de desplazamiento. Después de su muerte, acaecida el 23 de septiembre de 1968, una auténtica marea humana será la que viaje cada año hasta el convento de San Giovanni Rotondo y se arrodille ante su tumba. Hace cuatro años, en el 2006, fueron cerca de seis millones los peregrinos que pasaron por su tumba, un numero parecido al de quienes viajaron a Tierra Santa.

Se calcula también, que en el espacio de veinticinco años, desde 1968, año de su muerte hasta 1993, la tumba del Padre Pio fue visitada por alrededor de cincuenta millones de personas, sí, cincuenta millones de peregrinos procedentes de todas las partes del mundo que han subido hasta esa aldea para rezar ante su tumba y obtener algún favor del Cielo mediante su intercesión.

Pero no solo los que iban, sino también los que se dirigían a padre Pío desde bastante lejos. Miles y miles eran las cartas que cada año llegaban a sus manos. En solo seis años, recibió un total de 1.014.469 cartas. Si esta cifra se multiplica por cincuenta años de misión, descubrimos que decenas de millones de personas se han puesto en contacto desde lejos con el padre Pío, para pedir su intercesión ante dificultades o para agradecerle simplemente las gracias recibidas.

La devoción al padre Pío es tal, que su canonización ha sido la más numerosa de la historia de la Iglesia, y según reveló una encuesta realizada en octubre de 2006, el padre Pío, es el santo más invocado y venerado en la Iglesia.

En efecto, nadie que acuda a San Giovanni Rotondo regresa con las manos vacías, y yo personalmente puedo dar fe de ello. En el mes de septiembre, hace unos tres meses, tuve la gran oportunidad de estar cinco días como peregrino en San Giovanni Rotondo y pude comprobar directamente todo esto y mucho más...

Y termino con las mismas palabras que el Cardenal Siri dijo en su día sobre el padre Pío: “El padre Pío ha sido el mayor místico de nuestro tiempo y uno de los hombres más grandes de la historia de la Iglesia”.

San Pío de Pietrelcina, ruega por nosotros. Amén