19 de abril de 2010

VIVIR LA SANTA MISA.


"Vivir la Santa Misa" de editorial RIALP, es el nuevo libro de monseñor Javier Echevarría, Obispo Prelado del Opus Dei, que junto a monseñor Álvaro del Portillo, fue la persona más cercana a San Josemaría Escrivá de Balaguer.

Monseñor Javier Echevarría, miembro de la Congregación vaticana para las Causas de los Santos y del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, consultor de la Congregación vaticana para el Clero y miembro honorario de la Academia Pontificia de Santo Tomás de Aquino, busca con este nuevo libro, redescubrir el amor a la Eucaristía, “que debe ser el centro de nuestra vida”, según explica en la siguiente entrevista concedida a ZENIT.


-¿Qué recomendaría a los católicos que dicen que se “aburren” en misa?

Monseñor Echevarría: Yo les recomendaría que participaran con sinceridad en la misa, buscando y amando a Jesús. Escribió san Josemaría en Camino: “La Misa es larga, dices, y añado yo: porque tu amor es corto”. No hay que dar demasiada importancia al sentimiento: entusiasmo o apatía, ganas o desgana. La misa es sacrificio: Cristo se entrega por amor. Es una acción de Dios, y no podemos captar plenamente su grandeza, por nuestra condición limitada de criaturas. Pero hemos de hacer el esfuerzo no sólo de estar en misa, sino de vivir la misa en unión con Cristo y con la Iglesia.


-¿Cuándo descubrió usted el misterio que esconde y revela la Eucaristía?

Monseñor Echevarría: Gracias a Dios, procuro redescubrirlo todos los días: en la liturgia de la palabra —que ayuda a mantener la conversación con Dios durante la jornada— y en la liturgia eucarística. Deberíamos admirarnos siempre de nuevo ante esa realidad que nos supera, pero en la que el Señor nos permite participar, mejor dicho, nos invita a participar. En la misa no sólo se cumple una comunicación descendente del don redentor de Dios, sino también una mediación ascendente, ofrecimiento del hombre a Dios: su trabajo y sus padecimientos, sus penas y sus alegrías, todo eso unido a Cristo: por Él, con Él y en Él. No puedo callar que ver cómo San Josemaría celebraba el Santo Sacrificio me produjo un serio impacto, al contemplar cómo era su devoción eucarística diaria.Remueve hondamente la consideración de que en la presentación de las ofrendas, el sacerdote pide a Dios que acoja el pan y el vino, que son “fruto de la tierra (o de la vid) y del trabajo de los hombres”. En cualquier circunstancia puede el hombre ofrecer su trabajo a Dios, pero en la misa esa ofrenda alcanza su pleno sentido y valor, porque Cristo la une a su sacrificio, que ofrece al Padre por la salvación de los hombres.Cuando la misa es el centro y la raíz de la jornada del cristiano, cuando todo su quehacer está orientado al sacrificio eucarístico, se puede afirmar que todo su día es una misa y que su lugar de trabajo es un altar, donde se entrega plenamente a Dios como amado hijo suyo.


-Benedicto XVI, en su pontificado, está impulsando un redescubrimiento de la inmensidad de este Sacramento. ¿Qué es lo que más le ha llamado la atención de las palabras o gestos del Papa sobre la Eucaristía?

Monseñor Echevarría: Me parece especialmente importante, en estos momentos, su insistencia en que la liturgia es acción de Dios y, como tal, es recibida en la continuidad de la Iglesia.El Papa ha escrito que la mejor catequesis sobre la Eucaristía es la Eucaristía misma bien celebrada. Por tanto, el primer deber de piedad del sacerdote que celebra o del fiel que participa en la misa es la observancia atenta, devota, de las prescripciones litúrgicas: la obediencia de la pietas. Por otro lado, el Papa también insiste en que la Eucaristía es el corazón de la Iglesia: Dios presente en el altar, el Dios cercano, edifica la Iglesia, congrega a los fieles y los envía a todos los hombres.


-Algo más personal. Según sus recuerdos, ¿qué era para san Josemaría la Eucaristía? ¿Qué papel tenía en su jornada?

Monseñor Echevarría: He ayudado a misa a san Josemaría muchas veces. En esas ocasiones me solía pedir que rezara para que no se acostumbrara a celebrar aquella acción tan sublime, tan sagrada. He podido comprobar, en efecto, algo que dijo alguna vez: que experimentaba la misa como trabajo: un esfuerzo a veces extenuante, tal era la intensidad con que la vivía. A lo largo del día, solía recordar los textos que había leído, en particular el Evangelio, y muchas veces los comentaba, con naturalidad, como un alimento de su vida espiritual y humana.Era consciente de que en la misa el protagonista es Jesucristo, no el ministro, y de que el cumplimiento fiel de las prescripciones permite al sacerdote “desaparecer”, para que sólo Jesús brille. Muchas personas que asistieron a su misa —incluso en las circunstancias difíciles de la guerra civil española— comentaban luego que su modo de celebrarla poseía algo que les había removido hondamente, y se sentían invitados a crecer en su devoción al Santo Sacrificio. Estoy convencido de que lo que removía a quienes participaban —a quienes participábamos— en su misa era precisamente eso: que dejaba que apareciera Cristo y no su persona.

18 de abril de 2010

"Señor, tú sabes que te amo".


“Yo te amo Pedro. Me negaste tres veces, pero yo te amo”. Ahora Pedro puede entender que su amor sólo puede apoyarlo en el amor a Jesús, porque no puede apoyarse en sí mismo. En la última cena se atrevió a ser un héroe: “Entregaré mi vida por ti”. “No es verdad, Pedro. Tú crees que me amas, pero no me amas. Sólo amas tu propia generosidad, queriendo demostrarte a ti mismo que me quieres. Yo no necesito que me demuestres nada”. Es ahora cuando Pedro realmente empieza a entenderlo. “Tú lo sabes todo. Sólo puedo quererte porque Tú has sido fiel, porque Tú sostienes mi amor. Y no podré seguirte ni ser fiel, si cada día no encuentro en ti la fuente de mi propio amor”.(J.I. Blanco).


¡POR TU NOMBRE, SEÑOR!

Echaré las redes de mi vida,
para que otros tengan savia y en abundancia
Esperaré a que el sol se imponga sobre las tinieblas
y comprender que, no hay noche que dure una eternidad
Miraré al fondo de los acontecimientos
y confiare en que, Tú y sólo Tú,
eres quien iluminas las sombras de la existencia humana

¡POR TU NOMBRE, SEÑOR!

Me desgastaré, en cuerpo y alma,
para llevar almas y corazones a tu encuentro
para que, el mundo, tan colapsado de cosas
como vacío de sentido
recupere la alegría que nos ofrece tu ser resucitado

¡POR TU NOMBRE, SEÑOR!

Mantendré firme mi amor y fe en Ti
para luego, ser ardiente antorcha
que irradie luz y paz allá donde me encuentre
Mantendré firme mi esperanza en Ti
para que, el hombre que busca y no encuentra,
sepa que en Ti encontrará siempre una respuesta

¡POR TU NOMBRE, SEÑOR!

Te amaré hasta el final y, amándote como Tú mereces,
sembraré de fraternidad y de perdón mis caminos
de alegría y de belleza los corazones de los que te anhelan
de regocijo y de seguridad
los rostros cansados
de tantos caminos retorcidos. Amén.

17 de abril de 2010

En la Jornada mundial de oración por las vocaciones.


«Elemento fundamental y reconocible de toda vocación al sacerdocio y a la vida consagrada es la amistad con Cristo. Jesús vivía en constante unión con el Padre, y esto era lo que suscitaba en los discípulos el deseo de vivir la misma experiencia, aprendiendo de Él la comunión y el diálogo incesante con Dios. Si el sacerdote es el “hombre de Dios”, que pertenece a Dios y que ayuda a conocerlo y amarlo, no puede dejar de cultivar una profunda intimidad con Él, permanecer en su amor, dedicando tiempo a la escucha de su Palabra. La oración es el primer testimonio que suscita vocaciones. Como el apóstol Andrés, que comunica a su hermano haber conocido al Maestro, igualmente quien quiere ser discípulo y testigo de Cristo debe haberlo “visto”personalmente, debe haberlo conocido, debe haber aprendido a amarlo y a estar con Él» (Mensaje de Benedicto XVI para la JMOV 2010).

13 de abril de 2010

Por el Papa.


V. Oremos por nuestro Santo Padre Benedicto XVI.


R. El Señor lo proteja, preserve su vida, lo bendiga en la tierra y lo defienda de sus enemigos.

Señor, que en tu providencia edificaste la Iglesia sobre el fundamento de Pedro, y lo pusiste al frente de los demás Apóstoles; mira con bondad a nuestro Papa Benedicto XVI, a quien has constituido sucesor de Pedro, y concédele que sea para tu pueblo principio y fundamento visible de la unidad de fe y comunión. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

12 de abril de 2010

Benedicto XVI no está solo.


Según Zenit, algo más de 70 obispos de los cinco continentes se han movilizado para firmar conjuntamente una carta de apoyo a Benedicto XVI, quien en días pasados recibió duros ataques por el levantamiento de la excomunión a cuatro obispos seguidores de monseñor Marcel Lefebvre.

Al mismo tiempo, los prelados en la misiva agradecen la carta que el Papa escribió este jueves a los obispos del mundo para explicar que había tomado aquella decisión como un "gesto de misericordia" para promover la paz y la unidad en la Iglesia, confirmando que desconocía las declaraciones de negación del Holocausto del obispo Richard Williamson.

La carta de los obispos fue entregada en la mañana de este viernes, en nombre de los signatarios, por el arzobispo Claudio Maria Celli, presidente del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, al cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, para que se la entregara personalmente al Papa.

Los obispos, casi todos responsables de las comisiones para los medios de comunicación de las conferencias episcopales de 82 países, han participado en esta semana en un seminario promovido por ese dicasterio vaticano.

En el documento expresan "cercanía" y aseguran que se sienten confortados por la carta que escribió el Papa "para el desarrollo de nuestro trabajo diario".

Los prelados manifiestan su solidaridad y su fidelidad incondicional al obispo de Roma.
Al recibir la carta, el cardenal Bertone explicó a los obispos que "en estos momentos el Papa ha experimentado la comunión con muchos obispos, a pesar de alguna voz desentonada, entre los mismos obispos y también entre los periodistas".

"Benedicto XVI no está solo", dijo el purpurado en respuesta a algunos artículos. "Todos sus colaboradores más cercanos son lealmente fieles al pontífice y están profundamente unidos a él, incluidos los jefes de los dicasterios de la Santa Sede".

Con su visita a los obispos, el cardenal secretario de Estado clausuró este seminario sin precedentes, pues ha sido la iniciativa que ha reunido al mayor número de obispos desde el Concilio Vaticano II para reflexionar explícitamente sobre la pastoral de los medios de comunicación.

11 de abril de 2010

Tomás, Tomás...


Celebramos el II Domingo de Pascua.

El evangelio de este fin de semana, nos presenta a Jesús resucitado, en una de sus apariciones a los discípulos.

Hoy contemplamos la confesión de fe del apóstol Tomás. Ciertamente, a Tomás, apodado el Mellizo, no le faltaban razones, para desconfiar de las palabras de sus compañeros. Todos habían estado convencidos de que el Maestro, antes de morir, iba a restaurar el reino de Israel, todos ellos habían llegado a creer que el Reino de los cielos estaba a punto de llegar. Pero, después todo fue muy distinto... tristeza, desastre, desilusión... muerte.

A Jesús lo habían condenado y asesinado como un asesino más, colgándolo de un madero, y ahora, eran sus mismos compañeros los que le decían, ¡hemos visto al Señor!.

Ya habían pasado mucho para creerse ahora esto... Y si él mismo no veía en las manos del Señor a señal de los clavos, si no metía el dedo en el agujero de los clavos y no metía la mano en su costado, no lo iba a creer.

Y a los ocho días, ¡qué emoción!, ¡qué detalle de ternura y generosidad por parte del Señor!. Trae tu dedo, le dice a Tomás, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

Esa era la palabra clave “creyente”. Tomás hasta ahora había querido ser racionalistamente lógico, pero no había sido creyente. No se había terminado de fiar de la Palabra del Señor. Probablemente es porque la Tomás, le había faltado el amor necesario. No había sabido mirar a su maestro con los ojos del corazón, con los ojos del alma. ¡las mujeres, siempre nos llevan la delantera, entre otras cosas porque aman mejor!. Pero ahora también él lo tenía claro: ¡Señor mío y Dios mío! Comenzaba ahora para él, un tiempo nuevo, tal vez de muerte, pero seguro que también de resurrección.

La fe y el amor le habían transformado. Tomás, el apóstol, puede ser, debe ser hoy para nosotros un ejemplo de persona creyente. Con los ojos del cuerpo miramos a nuestro alrededor y sólo vemos materialismo y ansias de dinero y de poder. Los caminos de Dios no son nuestros caminos, son bien distintos. Vamos a creer, con fe y amor, que Dios, a través de sus pobres criaturas humanas que somos todos nosotros, es capaz de transformar este equivocado mundo en el que vivimos. Ahora es tiempo de gozo, de resurrección, de vida.

Seamos nosotros, cada uno de nosotros, instrumentos de Dios para ir adelantando la venida del Reino de los cielos. Qué por nosotros no quede.

9 de abril de 2010

Así es el Amor...


Hace unos días, tuve la oportunidad de hablar largo rato con una persona a la cual conocía poco, y como las palabras de la Escritura superan con creces las nuestras, le animé después de la conversación a meditar la Carta de San Pablo a los Corintios (1 Cor 13), sobre el Amor cristiano. Hoy, me alegra saber, amigo A., que te hayan servido de mucho. Por eso, nuevamente, te las dedico a ti y a todos los que le puedan servir de algo, o tal vez, de mucho...

"Auque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, no soy más que una campana que resuena o un platillo que retiñe.
Aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y una fe capaz de mover montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve de nada.


El amor es paciente y servicial;
no es envidioso, ni grosero,
ni orgulloso, ni egoísta,
no se irrita, no lleva cuentas del mal,
no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
El amor todo lo disculpa,
todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasa nunca".

4 de abril de 2010

El Señor resucitó, ¡ALELUYA!.



“Enciende tu fe. No es Cristo una figura que pasó. No es un recuerdo que se pierde en la historia. ¡Vive!: "Jesus Christus heri et hodie: ipse et in saecula!" -dice San Pablo- ¡Jesucristo ayer y hoy y siempre!” (Camino, 584).


¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!

3 de abril de 2010

Junto al sepulcro, la Iglesia espera.


Hoy, la Iglesia no se separa del sepulcro del Señor, meditando su Pasión y su Muerte. No celebramos la Eucaristía hasta que haya terminado el día, hasta mañana, que comenzará con la Solemne Vigilia de la resurrección.

Hoy es día de silencio, de dolor, de tristeza, de reflexión y de espera. Hoy no encontramos la Reserva Eucarística en el sagrario. Hay sólo el recuerdo y el signo de su “amor hasta el extremo”, la Santa Cruz que adoramos devotamente.

Hoy es el día para acompañar a María, la madre. La tenemos que acompañar para poder entender un poco el significado de este sepulcro que velamos. Ella, que con ternura y amor guardaba en su corazón de madre los misterios que no acababa de entender de aquel Hijo que era el Salvador de los hombres, está triste y dolida: «Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron» (Jn 1,11). Es también la tristeza de la otra madre, la Santa Iglesia, que se duele por el rechazo de tantos hombres y mujeres que no han acogido a Aquel que para ellos era la Luz y la Vida.

Hoy, rezando con estas dos madres, el seguidor de Cristo reflexiona y va repitiendo la antífona de la plegaria de Laudes: «Cristo se hizo por nosotros obediente hasta la muerte y una muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre» (cf. Flp 2,8-9).

1 de abril de 2010

Con un beso...


La traición de una persona querida trae siempre un dolor muy profundo. Jesús ha vivido este dolor sin una reacción violenta, sino que ha hecho todo lo posible por evitar la violencia con Judas de tal manera que, cuando éste llega a Getsemaní con una turba de gente armada, Jesús no rechaza el beso del traidor. Se limita a hacerle ver su error con los ojos de la conciencia y del corazón: “¿Con un beso traicionas al Hijo del Hombre?”.
Si, así fue, con un beso...Parece una paradoja el hecho de que un beso, un gesto afectivo, llegue a ser un acto de traición.
Existe una bella oración que se recita en la Iglesia Oriental tomada de la antigua liturgia de san Juan Crisóstomo, que dice así:
“Hijo de Dios, hazme hoy partícipe de tu místico convite, porque no revelaré el Misterio a tus enemigos, ni te daré el beso de Judas. Más bien, como el buen ladrón, te pido que te acuerdes de mí, Señor, cuando estés en tu Reino".
Que así sea Señor, y que cumplamos siempre y en todo, tu divina voluntad.