5 de diciembre de 2009

Preparemos los caminos...





En el segundo domingo del Tiempo de Adviento, las lecturas de la misa de hoy nos presentan el Anuncio de la llegada del Señor y la preparación que debemos tener para recibirlo.

El Adviento es el tiempo de la preparación para la solemnidad de Navidad, cuando conmemoramos la primera venida del Hijo de Dios a los hombres. Pero también dirige nuestra mirada hacia la segunda venida del Señor al final de los tiempos, la Parusía.

Con el prefacio de este domingo decimos; “Cristo Señor nuestro, quién al venir por primera vez en la humildad de nuestra carne, realizó el plan de redención trazado desde antiguo y nos abrió el camino de salvación; para que, cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria, revelando así la plenitud de su obra, podamos recibir los bienes prometidos, que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar”.

Durante el tiempo de adviento aparece el significado de la misión de San Juan Bautista. Su figura se impone como una actitud de fidelidad y de respuesta a la nueva manifestación de Dios que se avecina. San Juan, en el Evangelio de hoy, nos habla de la necesidad de la conversión, del cambio de mentalidad, para poder encontrar y seguir a Jesús.

En el Evangelio según San Lucas, se nos presenta hoy la imagen de Juan el Bautista. Juan el Bautista aparece como la señal de la llegada de la salvación. San Juan es una figura enigmática. Es un profeta movido por el Espíritu de los profetas, que llama a un bautismo en señal de penitencia, porque detrás de él viene el que bautizará con el Espíritu Santo. Es testigo de la luz, cuyo testimonio anuncia la llegada de los tiempos mesiánicos.

San Juan señala la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: es el último de los Profetas que anuncia la vendida del Señor, y el primero de los testigos de Jesús. Mientras los demás Profetas habían anunciado a Cristo desde lejos, Juan Bautista lo señala diciendo “Ese es el Cordero de Dios”.

Juan se presenta predicando la necesidad de convertirse. El bautismo de Juan tenía un marcado carácter de conversión interior, que disponía para recibir la llegada de Jesús.

El Bautista prepara el camino del Señor. El es simplemente el que anuncia la Salvación: “Viene aquel a quien yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias”.

Cuando en la casa de una familia antiguamente, se esperaba el nacimiento de un nuevo miembro todos vivían los preparativos con intensidad. Hasta los más alejados de la pareja se preocupan por preguntar cómo van las cosas, y los más cercanos colaboran en la preparación del niño que ya venía.

Preparar el nacimiento de Jesús en nuestra vida, debe ocasionar similares preparativos y revolucionar de manera parecida nuestro corazón. Por eso, es bueno preguntarnos cómo nos estamos preparando para el nacimiento de Cristo.

Debemos arreglar la habitación de nuestra vida, acercándonos al sacramento de la reconciliación, confeccionando una gran red de oraciones y consiguiendo todo lo necesario para que nuestra propia vida sea una estancia agradable donde pueda acomodarse nuestro Redentor.

Qué bueno sería, que para ese momento, estemos preparados interiormente. El Señor viene, allanemos los caminos, para que todos sean testigos de la salvación.

Pidamos a María y a San José, que con tanto esmero prepararon la llegada de Jesús, que nos ayuden también a nosotros, a que en nuestras familias, en todas las familias del mundo, todos lo recibamos como ellos lo recibieron.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias Padre Norberto, por volver al blog después de tantos meses... Le estaba esperando. Muchas gracias.

Anónimo dijo...

y que tenga un feliz Adviento Padre.