10 de diciembre de 2009

Un pueblo que reniega de su historia...


A continuación podemos leer un artículo que me ha enviado un amigo sacerdote, sobre la retirada de los crucifijos de las escuelas. El autor es Mons. Fernando Sebastián, Arzobispo emérito de Pamplona. Ciertamente, Don Fernando sabe muy bien lo que dice, y sabe decirlo muy bien. No tiene desperdicio.

"¿Vamos a renegar de todo lo bueno de nuestra civilización?

Quieren quitar los crucifijos de las escuelas, de todos los centros concertados, aunque sean católicos. El gobierno necesita los votos de la extrema izquierda y éstos le ponen su precio. El PSOE pasa por todo con tal de seguir mandando.

El gran argumento es: el Estado español es laico y en donde se paga con dinero público no tiene que haber ningún signo religioso. Muy contundente, pero falso.

El Estado paga para que los ciudadanos puedan vivir de acuerdo con sus conciencias. Eso es lo que dice la Constitución. Los gobernantes no pueden imponer sus opiniones aprovechándose del dinero público. El dinero no es del Estado, es de los ciudadanos y para los ciudadanos. Los espacios públicos no son del Estado, son de los ciudadanos y tienen que reflejar los gustos y los deseos de los ciudadanos, no los de los gobernantes.

Los padres católicos no deben permitir que se quiten los crucifijos ni de los centros concertados ni de los públicos. Los centros públicos no son del Estado, son de los ciudadanos, los pagan los ciudadanos y tienen que responder a los deseos de los ciudadanos. Y si los alumnos son de varias religiones, lo justo es que cada grupo pueda poner sus signos, con paz, con respeto, con verdadera tolerancia y convivencia. Eso es lo civilizado, lo democrático, lo razonable. Lo otro es revanchismo, incultura, persecución cultural.

¿Por qué la voluntad de uno que no quiere el crucifijo se ha de imponer sobre la voluntad de muchos que sí lo queremos? Esto sin entrar a analizar lo que el crucifijo significa. Ante todo es un símbolo religioso de primera categoría, significa el amor y el perdón de Dios, la esperanza de la salvación, la unidad y la paz para todos los pueblos. ¿A quién le puede molestar? Son ganas de fastidiar. A mí no me molesta ver la media luna donde haya un grupo de devotos musulmanes. Por otra parte el crucifijo es el símbolo básico de la religión cristiana de la que ha nacido en gran parte la cultura europea, el conocimiento de la dignidad suprema de la persona humana, el concepto de libertad y de responsabilidad, la igualdad básica de varón y mujer, la estabilidad y fidelidad de la familia, la unidad de la humanidad y la igualdad de todos los pueblos, la esperanza de una historia abierta y progresista, la dignidad del trabajo humano, los valores morales de occidente, el perdón, la misericordia, el amor y la convivencia, la mayor parte del arte europeo, la pintura, la arquitectura, la música y tantas cosas más.

¿Vamos a renegar de todo lo que ha creado el cristianismo en la historia y en la vida de Europa y de España? Corrijamos los errores, de acuerdo, pero no destruyamos nuestra civilización.

Si nuestro gobierno termina aceptando e imponiendo esa consigna extranjera y sectaria –que se lo pensará–, manifestaría una increíble inmadurez cultural y una alarmante falta de patriotismo serio y profundo. Detrás de todo esto hay una negación del Cristianismo, una negación de la religión en general, y en el caso concreto de España un suicidio cultural e histórico.

Un pueblo que reniega de su historia no puede durar. Si en nuestra sociedad no nacen hijos y ahora negamos nuestra cultura y nuestra historia, tenemos los días contados. Esto tiene que cambiar. Alguien tiene que levantar otra bandera. "

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los radicalismo fueron, en mi opinión, los responsables de la inestabilidad política de la II República Española que desembocó en la Guerra Civil del 1936. En aquellos años se prohibieron hasta las procesiones, se expulsaron a órdenes religiosas, sin ni siquiera estar formado el tribunal de Garantías Constitucionales para recurrir las medidas. Sin caer en alarmismos, hoy estamos haciendo algo parecido, no sólo renegar de nuestra cultura sino vetar el sentir de una amplia mayoría y generar tensiones innecesarias. Si asumismo el discurso laicista de que en ningún lugar público debe haber símbolos religiosos, habrá que empezar a suprimir los belenes en las calles, las procesiones, la festividad de Navidad, la Semana Santa y otras, tendremos que cambiar los nombres de los pueblos, Santiago de Compostela se tendrá que llamar "democracia", no vaya a ser que algún ateo se moleste, cuando alguien estornude diremos, si nos encotramos en la calle "la constitución te guarde", las Iglesias no deberían tener simbología relegiosa en su exterior pues ¿qué hay más público que la calle?, habrá que cambiar muchos símbolos, muchas banderas como la bandera de España que en su escudo, sobre la corona, muestra una pequeña cruz.
Cambiar la sana convivencia por una neodictadura es un grandísimo error que tarde o temprano pagaremos. Si de algo habría que tildar a muchos políticos de la actualidad es de irresponsables.

Jonathan dijo...

Pues los sacerdotes debiera hacer autocrítica porque es fácilmente comprobable cómo ya prácticamente en todas las Iglesias se ha retirado la cruz sobre el altar a la hora de oficiar Misa, dicho sea de paso, contradiciendo el ejemplo del Santo Padre que hace mucho incapié en la centralidad de la cruz en la liturgica, que no tiene que ver con que exista otra cruz en algún lugar del Presbiterio.