14 de junio de 2010

Huellas en la arena.


Durante los años de formación en el Seminario, en una ocasión, uno de los sacerdotes que a comienzo de curso nos predicaba los Ejercicios Espirituales, nos dejó a los seminaristas de entonces, un pequeño poema-reflexión cristiana que llevaba por título “Huellas en la arena”.

En la mañana de ayer domingo, un amigo y su familia, a los que tengo un cariño especial, me regalaron un pequeño cuadro con el mismo poema que años atrás me dejó aquel sacerdote y cuya enseñanza he utilizado estos años en varias ocasiones para hacer ver a muchos, el gran amor del Señor para con nosotros en momentos difíciles, especialmente en aquellos momentos en los que por falta de fe, o más bien, de amor, dejamos de sentir su presencia en nuestras vidas.

Y dice así:


"Una noche tuve un sueño... soñé que estaba caminando por la playa con el Señor y, a través del cielo, pasaban escenas de mi vida.

Por cada escena que pasaba, percibí que quedaban dos pares de pisadas en la arena: unas eran las mías y las otras del Señor.

Cuando la última escena pasó delante nuestro, miré hacia atrás, hacia las pisadas en la arena y noté que muchas veces en el camino de mi vida quedaban sólo un par de pisadas en la arena.

Noté también que eso sucedía en los momentos más difíciles de mi vida. Eso realmente me perturbó y pregunté entonces al Señor: "Señor, Tu me dijiste, cuando resolví seguirte, que andarías conmigo, a lo largo del camino, pero durante los peores momentos de mi vida, había en la arena sólo un par de pisadas. No comprendo porque Tu me dejaste en las horas en que yo más te necesitaba".

Entonces, El, clavando en mi su mirada infinita me contestó: "Mi querido hijo. Yo te he amado y jamás te abandonaría en los momentos más difíciles. Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas fue justamente allí donde te cargué en mis brazos".

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Después de pasar por varias experiencias muy duras en mi vida, he notado cómo Dios siempre ha estado a mi lado y me ha dado fuerza y ánimo para seguir adelante, de un modo especial a través de mis verdaderos amigos, ya que son en estos momentos difíciles cuando están ahí, dispuestos a ayudarte y a levantarte si caes.

Anónimo dijo...

Don Norberto, este poema refleja como me senti el miercoles de Semana Santa, si no fué Jesús, fué usted quién me cogió entre sus brazos.
Que suerte tener un Amigo Sacerdote, estoy muy orgulloso de ello. Usted tiene un Don especial, sabe llegar a las personas y atravez de sus palabras trasmitir paz. Gracias. jsanbry.

Anónimo dijo...

La vida se hace muy dura cuando uno se aleja de la fe, cuando deja de lado al Señor y se sumerje en los problemas. Que el Señor nos ayude a descubir su prencia en nuestras vidas. Para ello, vosotros los sacerdotes sois imprescindibles. Un fuerte abrazo D. Norberto.Y gracias.

Rafael Mérida dijo...

Este es un testimonio, real y enteramente humano. Mi esposa Amparito venía con algunos achaques en su salud, particularmente estaba perdiendo el apetito e imaginábamos que algo la entristecía. El 30 de noviembre del 2019 cumplimos 62 años de casados y ni siquiera hubo un almuerzo especial, pero de ella no salió una sola queja.
EN diciembre muere nuestro hijo Rafael Francisco y ella cae en una severa depresión, dejo de comer, dormía mucho y principio a tener poca comunicación con nosotros… solamente un hijo y yo. Pero para colmo, el dos de marzo del 2020 padecí de un infarto y eso la preocupó, aún más, todo se fue agravando hasta que el día 18 de junio fue llevado de urgencia a un hospital…
Y AQUÍ SE INICIA EL CALVARIO POR COVID 19
Para ingresarla de emergencia a las 8 de la noche, hubo de hacérsele exámenes minuciosos para descartar que fuera infección del coronavirus, de lo contrario tendría que ser atendida en otro centro, NO TENIA EL VIRUS. También a nosotros nos hicieron los exámenes, pero aun así a mí no me permitieron están con ella. Nos informaron que llevaba una infección de una arteria gastrointestinal que sería operada… a las 2.20 del día 19 nos informaron de su fallecimiento. Luego de hacer todos los pagos, mi hijo inicio los tramites de la funeraria, ellos nos pusieron en información que debido a la emergencia no podría haber contacto social. Así que sería trasladada directamente al Cementerio General. NO HUBO SEPELIO. Para ingresarla al cementerio, solamente podrían ser, mi hijo y diez personas, previamente enlistadas con nombre, dirección y número telefónico. A MI NO ME DEJARON INGRESAR, personas mayores de 60 años no se les permite la entrada. Derramando lagrimas me quede afuera y me encontró un hermano que se hacía acompañar de un primo, ellos me hicieron compañía.

Dr. Rafael Mérida Cruz-Lascano
Guatemala, C. A.