11 de enero de 2009

En la fiesta del Bautismo del Señor


Las fiestas de Navidad, ya han finalizado, y comienza el Tiempo Ordinario en la Liturgia de la Iglesia.

Después de estas fiestas de Navidad y de Epifanía, que hemos vivido, la Iglesia nos invita este domingo, a contemplar los hechos y las enseñanzas de Jesús en el inicio de su vida pública, inaugurada con su Bautismo en el río Jordán.

Ahora es el tiempo de vivir con Jesús, proclamando la venida del Reino de Dios. Ahora es el tiempo de compartir la gloria del Señor, aclamado por todos como el salvador de Israel, pero además, es el tiempo de seguir a Jesús hasta el Calvario, para entrar por siempre en la Gloria del cielo.

El bautismo para el cristiano, es el sacramento por el cual nos incorporamos a la Iglesia, es la puerta que se nos abre para seguir a Jesús y entrar en su vida inmortal.

Juan Bautista bautizó con agua; Jesús ahora nos bautiza en el Espíritu Santo. Porque este es el Espíritu de Amor que, en el momento de la Creación, aleteaba sobre la superficie de las aguas, y este es el mismo Espíritu de Amor que condujo a Jesús a ofrecerse por Amor, a su Padre, para todos los hombres.

Jesús es nuestro Salvador: él está puro de cualquier pecado. ¿Entonces por qué lo bautizó Juan? Simplemente, para que se manifestara visiblemente en Jesús, la gloria del Padre, por medio del Espíritu Santo.

No nos olvidemos: el Espíritu Santo está ahí para recordarnos todo lo que el Señor ha dicho y hecho. El Espíritu Santo invita a la Iglesia a vivir otra vez la humildad de su Maestro, de manera que ella pueda compartir, un día, la Gloria de su Resurrección.

En el Bautismo, recordamos que Jesús fue glorificado por su Padre: Jesús se humilló ante Juan el Bautista, y su Padre manifestó su Gloria, Omnipotencia y su amor para con Él. Pero es el Espíritu Santo que viene para manifestar su presencia, visible, corporal, bajo la forma de una paloma nada más ser bautizado.

También nosotros hemos recibido en el sacramento del Bautismo al Espíritu Santo, que hace posible en nuestra existencia una vida nueva como hijos e hijas de Dios para en todo amarlo y servirlo, participando así en su reino de amor y de paz, en esta vida y en la eterna. Pero para que esto sea posible en nosotros, depende de la disposición que tengamos para escuchar y poner en práctica sus enseñanzas, identificándonos con Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios y el Servidor por excelencia. Hoy es un día para recordar nuestro propio bautismo y darle gracias al Señor por abrirnos las puertas de la Iglesia, de la gran familia de los Hijos de Dios. Hoy es un día propicio, para renovar nuestra fe, la fe que nuestros padres nos transmitieron, la misma fe que hace que descubramos cada día en Jesús, a nuestro Dios y Señor, al Salvador del mundo.

3 comentarios:

__________Ignacio____________ dijo...

El Bautismo no sólo es el sacramento por el cual entramos a formar parte de la Iglesia, es más que es un rito de iniciación, es un hecho teológico porque el bautizado queda divinizado, se convierte en Cielo nuevo que alberga a la Trinidad Santísima, es sellado con esa marca indeleble del Espirítu Santo que imprime caracter. Actualicemos frecuentemente las gracias recibidas en la pila buatismal.

Anónimo dijo...

Muy bien Norbeto, la verdad es que tienes un espacio bastante chulo, me alegro de que se te den tan bien estas nuevas tecnologías y bitácoras, y las reflexiones son bastante profundas. Ánimo y como nos decían en el Seminario: "Pa'lante, Don".

Nano.

Anónimo dijo...

Felicidades padre por el blog.