Comienza el tiempo de Adviento, tiempo de preparación para la jubilosa celebración de la Navidad. Cada uno de nosotros debe proponerse vivir intensamente este tiempo de Adviento con entusiasmo y gozo. Es necesario recordar, que la Navidad no es “Papá Noel”, tampoco es solamente una ocasión para reunirse en familia y hacer grandes comilonas y derroches de dinero. La Navidad es Jesús, y sin Jesús, no hay Navidad. No dejemos, que la cultura de hoy, cada día más secularizada, cultura que vive cada día más lejos de Dios, nos arranque a Jesús de nuestra mente, de nuestro corazón, de nuestra familia, de nuestra sociedad.
El tiempo de Adviento no sólo mira a una preparación externa, de símbolos navideños, de juegos de luces, de compra de regalos. El Adviento invita a una preparación de mucha mayor importancia y transcendencia, la preparación y interior para la venida del Señor, para el encuentro con Él.
El Señor vendrá un día, de forma definitiva, por ello debemos estar vigilantes, para que no nos encuentre desprevenidos cuando llegue. Conviene en estos días de Adviento, avivar la conciencia de que en este mundo sólo estamos de paso, somos peregrinos y nos dirigimos hacia una patria definitiva, y ésa es la única vida que debemos conquistar: la vida eterna.
Pero son muchos los hombres y mujeres, incluso algunos cristianos, que piensan que esta vida lo es todo. Sumergidos en las vanidades de este mundo, ocupados y divertidos en tantas cosas, aprovechando mientras pueden y como pueden el tiempo presente, no esperan ya en nadie, no esperan a ningún Salvador. Tampoco creen que nadie, al final de sus días, les tomará cuentas. Aunque diciendo que creen en Dios, viven como si Dios no existiera. Sus planes, sus proyectos e ilusiones, sus esfuerzos, luchas y sacrificios tienen como meta última esta vida, y olvidan la vida eterna que nos espera.
Sus máximas aspiraciones, sobre todo si son jóvenes, son las de llegar a “ser alguien” en la vida, tener una buena carrera, gozar de algún prestigio, tener dinero, disfrutar de los placeres sin límites, etc. Su esperanza está puesta en el éxito, tan pasajero y vacío.
No es de extrañar, que tantos que sólo ponen sus esperanzas en lo que ven, en lo que pueden palpar y medir, en lo visible y pasajero, terminen pensando que la felicidad es una cruel ilusión, que no existe tal felicidad y que lo único que se puede lograr son sólo algunos momentos fugaces de alegría, gozo o placer.
¿Pero es lo que ofrece este mundo lleno de vacías vanidades e ilusiones de momento todo lo que el ser humano puede esperar, todo a lo que puede aspirar? ¿Hay algo consistente, que dure para siempre, que sea fuente de gozo perenne? ¿Qué pasa con aquellos que esperamos más? ¿Con quienes percibimos fuerte la necesidad del Infinito, la necesidad de ser felices no sólo por unos momentos, sino para siempre? ¿Qué pasa con quienes no nos contentamos simplemente con “pasarla bien” para luego sentirnos nuevamente tan vacíos, solos, abandonados, cada vez más frustrados y decepcionados de la vida?
Para quienes todavía esperan, para los que aún esperamos “contra toda esperanza”, para aquellos que aún esperan en Dios y esperan de Él la salvación, ¡Dios se ha hecho hombre! Y no sólo eso: Jesucristo, el Hijo del Padre eterno que nació de María Virgen hace más de dos mil años, nos ha reconciliado en la Cruz, y resucitando ha abierto para todos los que creen en Él las puertas de la vida eterna, una vida plena de felicidad en la que nuestros más profundos anhelos serán plenamente saciados.
En este tiempo de Adviento los cristianos estamos llamados a intensificar nuestra esperanza, a estar y vivir siempre preparados para cuando el Señor nos llame a su presencia y para saber dar también razón de nuestra esperanza a tantos que en nuestro mundo actual carecen de ella. Que sepamos en este tiempo de Adviento, buscar al Señor, encontrarlo y amarlo con todas nuestras fuerzas.
¡Feliz Adviento a todos!.
El tiempo de Adviento no sólo mira a una preparación externa, de símbolos navideños, de juegos de luces, de compra de regalos. El Adviento invita a una preparación de mucha mayor importancia y transcendencia, la preparación y interior para la venida del Señor, para el encuentro con Él.
El Señor vendrá un día, de forma definitiva, por ello debemos estar vigilantes, para que no nos encuentre desprevenidos cuando llegue. Conviene en estos días de Adviento, avivar la conciencia de que en este mundo sólo estamos de paso, somos peregrinos y nos dirigimos hacia una patria definitiva, y ésa es la única vida que debemos conquistar: la vida eterna.
Pero son muchos los hombres y mujeres, incluso algunos cristianos, que piensan que esta vida lo es todo. Sumergidos en las vanidades de este mundo, ocupados y divertidos en tantas cosas, aprovechando mientras pueden y como pueden el tiempo presente, no esperan ya en nadie, no esperan a ningún Salvador. Tampoco creen que nadie, al final de sus días, les tomará cuentas. Aunque diciendo que creen en Dios, viven como si Dios no existiera. Sus planes, sus proyectos e ilusiones, sus esfuerzos, luchas y sacrificios tienen como meta última esta vida, y olvidan la vida eterna que nos espera.
Sus máximas aspiraciones, sobre todo si son jóvenes, son las de llegar a “ser alguien” en la vida, tener una buena carrera, gozar de algún prestigio, tener dinero, disfrutar de los placeres sin límites, etc. Su esperanza está puesta en el éxito, tan pasajero y vacío.
No es de extrañar, que tantos que sólo ponen sus esperanzas en lo que ven, en lo que pueden palpar y medir, en lo visible y pasajero, terminen pensando que la felicidad es una cruel ilusión, que no existe tal felicidad y que lo único que se puede lograr son sólo algunos momentos fugaces de alegría, gozo o placer.
¿Pero es lo que ofrece este mundo lleno de vacías vanidades e ilusiones de momento todo lo que el ser humano puede esperar, todo a lo que puede aspirar? ¿Hay algo consistente, que dure para siempre, que sea fuente de gozo perenne? ¿Qué pasa con aquellos que esperamos más? ¿Con quienes percibimos fuerte la necesidad del Infinito, la necesidad de ser felices no sólo por unos momentos, sino para siempre? ¿Qué pasa con quienes no nos contentamos simplemente con “pasarla bien” para luego sentirnos nuevamente tan vacíos, solos, abandonados, cada vez más frustrados y decepcionados de la vida?
Para quienes todavía esperan, para los que aún esperamos “contra toda esperanza”, para aquellos que aún esperan en Dios y esperan de Él la salvación, ¡Dios se ha hecho hombre! Y no sólo eso: Jesucristo, el Hijo del Padre eterno que nació de María Virgen hace más de dos mil años, nos ha reconciliado en la Cruz, y resucitando ha abierto para todos los que creen en Él las puertas de la vida eterna, una vida plena de felicidad en la que nuestros más profundos anhelos serán plenamente saciados.
En este tiempo de Adviento los cristianos estamos llamados a intensificar nuestra esperanza, a estar y vivir siempre preparados para cuando el Señor nos llame a su presencia y para saber dar también razón de nuestra esperanza a tantos que en nuestro mundo actual carecen de ella. Que sepamos en este tiempo de Adviento, buscar al Señor, encontrarlo y amarlo con todas nuestras fuerzas.
¡Feliz Adviento a todos!.
1 comentario:
Bonito y rico texto para una homilía. Las personas y entre ellas muchos cristianos viven desorientados sin saber cúal es la meta hacía la que correr. Paradógicamente es la mayoría de cristianos los que necesitan ser evangelizados y conocer que Dios ha nacido y que Dios viene.
Feliz adviento para usted Padre.
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