13 de agosto de 2008

Todos somos caminantes, todos somos peregrinos


Estamos en pleno verano, y al igual que en otras épocas del año, las fiestas religiosas y las peregrinaciones a diferentes santuarios se suceden a nuestro alrededor como las cuentas de un rosario. Las peregrinaciones se dan desde los primeros tiempos del cristianismo. Roma, Santiago de Compostela o Jerusalem, son algunos de los grandes lugares de peregrinación. La palabra "peregrino" viene del latin, peregrinus, derivado de peregre ("por tierras extrañas"). Esta designación se aplica religiosamente a la persona que por devoción acude a visitar un lugar santo. La esencia de la peregrinación es la conversión al Dios vivo mediante el encuentro personal con Jesucristo en el camino de la vida, siguiendo las huellas de María o de los santos. El peregrino, es por tanto, antes que caminante, un creyente en camino, una persona que busca a Dios en la experiencia cotidiana del propio camino. De ahí, que el lugar de llegada no sea el fin del trayecto, como sucede en los viajes ordinarios, sino el principio. Todos los creyentes en el único Dios vivo y verdadero, sabemos que estamos de paso en esta vida, que somos extranjeros en este mundo, que caminamos hacia la Patria única y definitiva, hacia la Pascua Eterna. Somos peregrinos, sí hermanos, peregrinos aunque no frecuentemos los grandes centros de peregrinación de nuestro mundo. Peregrinamos hacia el Único Templo que es Cristo, el Señor resucitado. ¡Que hermosa peregrinación la del cristiano!. No te canses nunca de peregrinar. ¡Ánimo!.

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