Esta mañana, un amigo al que le tengo un cariño especial, una de esas personas estupendas que aparecen en nuestras vidas sin buscarlas y menos aún, sin esperarlas, me llamó por teléfono y estuvimos charlando un buen rato, y entre otras cosas que no vienen a cuento, me recordaba lo que yo muchas veces le repito, de que todos, en nuestras vidas de cristianos, tenemos que llevar de una forma u otra, la cruz de cada día, y siempre con alegría.
Y queridos amigos, es que nuestro Señor Jesucristo ya nos lo dice en el Evangelio: “El que no lleva su cruz y viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío”. (Lucas 14, 27).
Los discípulos comprendieron pronto el alcance de aquellas palabras del Maestro. Seguramente sabían, que los criminales, en esos tiempos eran ejecutados en una cruz, y por tanto, sabían de sobra, que llevar la cruz significaba una sola cosa: un viaje a la muerte. Y es que el discípulo de Jesús que lleva la cruz muere a la vida pasada y entra en una nueva vida, la vida de Cristo. Es una vida con Cristo crucificado, una vida en la que la voluntad de Dios está siempre por encima de cada cosa que emprendemos. Es seguir a Cristo en el camino de la negación propia, aceptar el sufrimiento como parte de la vida.
De esta manera, una vez aprendida y aceptada la aplicación de la cruz a la vida personal, queda resuelto el problema de la toma de decisiones en la vida diaria. Mi deseo ya no está centrado en lo que quiero hacer, sino en lo que es bueno y perfectamente aceptable hacer según la voluntad de Dios para mi vida. Llevar la cruz significa, morir a uno mismo y nacer para Dios en Cristo.
Llevando la cruz morimos al hombre viejo, que consistía en marchar al ritmo del mundo. Ahora, el nuevo hombre ve al mundo de otra manera, desde la aceptación de la voluntad de Dios en cada momento.
La vida del cristiano no es fácil, y esto lo sabemos de sobra. Nadie llega jamás a ser discípulo de Cristo y vivir a su vez una vida fácil y cómoda, al margen de sufrimientos y contrariedades. Jamás se encontrará un verdadero discípulo de Cristo viviendo cómodamente la vida, sino preocupado por el cumplimiento fiel de su misión bien sea como casado, soltero o célibe.
Ser cristiano, entre otras cosas, es saber llevar nuestra cruz y la de los demás, aceptando con amor y esperanza, no con resignación, las contrariedades de cada jornada, mirando en la Cruz al Crucificado, al autor de nuestra salvación que por nosotros murió, y como nos dice el apóstol, más aún, resucitó.
En la Cruz está la salvación, de la Cruz nos vino la salvación. Cristo la abrazó hace más de dos mil años, y salió victorioso, a nosotros nos toca cada día, ahora, en este momento…y saldremos también victoriosos junto con Él.
En definitiva, y como se suele decir; “Ninguna joya puede ser pulida sin fricción, ni el hombre perfeccionarse (ser santo) sin dificultades (sin las pequeñas o grandes cruces de cada día)”.
6 comentarios:
D.NORBERTO TODO LO QUE ESCRIBES ES MUY BONITO GRACIAS
usted lee los comentarios
"Casi todos vienen a mí para que les alivie la Cruz; son muy pocos los que se me acercan para que les enseñe a llevarla. San Pío de Pieltrecina " - "Si Dios nos somete a una cruz muy pesada, y nos da la fuerza necesaria para soportarla con mérito, son signos inequívocos y únicos de su amor por nosotros. San Pío de Pieltrecina"
Don Norberto, poco a poco con su ayuda y la del Padre Pio voy aprendiendo día a día, que se me haga menos pesada, y a tener ESPERANZA.Un Abrazo. jsanbry
Bonito comentario don Norberto. Gracias por la ayuda que nos presta. Un saludo.
Reciban bendiciones.
Mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
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