24 de diciembre de 2008

EN EL MISTERIO DE BELÉN.


Esta noche, todos los caminos llevan a Belén. ¡Ha nacido Jesús, en Belén de Judá!.
Las Escrituras Santas nos cuentan algo de este acontecimiento que ha marcado para siempre el rumbo de la humanidad, y nos dice el Evangelio de Lucas; “Por aquellos días, salió un decreto del emperador César Augusto ordenando un censo en todo el Imperio. Y todos iban a empadronarse, cada uno a su ciudad. También José, desde Galilea, subió a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, y allí se inscribió con su esposa María que estaba embarazada. Y mientras estaban en Belén, le llegó a María el momento de parto, y dio a luz a su hijo y lo envolvió en pañales acostándolo en un pesebre, por no haber sitio en la posada”.
También escuchamos en el Evangelio, lo que en la Noche santa los Ángeles dijeron a los pastores y que ahora la Iglesia nos proclama: “Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis una señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.
Nada prodigioso, nada extraordinario, nada espectacular se les da como señal a los pastores. Verán solamente un niño envuelto en pañales que, como todos los niños, necesita los cuidados maternos; un niño que ha nacido en un establo y que no está acostado en una cuna, sino en un pesebre. La señal de Dios es el niño, su necesidad de ayuda y su pobreza. Sólo con el corazón los pastores podrán ver que en este niño se ha realizado la promesa del profeta Isaías que hemos escuchado en la primera lectura: “un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”.
Tampoco a nosotros se nos ha dado una señal diferente. El ángel de Dios, a través del mensaje del Evangelio, nos invita también a encaminarnos con el corazón, hacia el portal de Belén para ver al niño acostado en el pesebre
La señal de Dios es la sencillez, la señal de Dios es el niño. La señal de Dios es que Él se hace pequeño por nosotros. Éste es su modo de reinar. Él no viene con poderío y grandiosidad. Viene en la debilidad de un niño recién nacido y necesitado de nuestra ayuda. Pide nuestro amor: por eso se hace niño. No quiere de nosotros más que nuestro amor, a través del cual aprendemos espontáneamente a entrar en sus sentimientos, en su pensamiento y en su voluntad: aprendamos a vivir con Él y a practicar también con Él la humildad de la renuncia que es parte esencial del amor. Dios se ha hecho pequeño para que nosotros pudiéramos comprenderlo, acogerlo, amarlo.
El Hijo mismo es la Palabra, la Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como para estar en un pesebre. Se ha hecho niño para que la Palabra esté a nuestro alcance. Dios nos enseña así a amar a los pequeños. A amar a los débiles. A respetar a los niños.
El niño de Belén nos hace poner los ojos en todos los niños que sufren y son explotados en el mundo, tanto los nacidos como los no nacidos. En los niños que sufren la miseria y el hambre; en los que son maltratados y explotados, en los niños carentes de todo amor. En todos ellos, es el niño de Belén quien nos reclama; nos interpela el Dios que se ha hecho pequeño. En esta noche, oremos para que el resplandor del amor de Dios acaricie a todos estos niños, y pidamos a Dios que nos ayude a hacer todo lo que esté en nuestra mano para que se respete la dignidad de los niños; que nazca para todos la luz del amor, que el hombre necesita más que las cosas materiales necesarias para vivir.
La Navidad, se ha convertido en la fiesta de los regalos, pero el verdadero regalo que podemos hacer en Navidad a los demás, es darnos a nosotros mismos para imitar a Dios que se ha dado a sí mismo. Entre tantos regalos que compramos y recibimos no olvidemos el verdadero regalo: darnos mutuamente algo de nosotros mismos. Darnos mutuamente nuestro tiempo. Abrir nuestro tiempo a Dios.
Y en las comidas de estos días de fiesta recordemos la palabra del Señor: “Cuando des una comida o una cena, no invites a quienes corresponderán invitándote, sino a los que nadie invita ni pueden invitarte”. Precisamente, esto significa también: Cuando tú haces regalos en Navidad, no has de regalar algo sólo a quienes, a su vez, te regalan, sino también a los que nadie hace regalos ni pueden darte nada a cambio. Así ha actuado Dios mismo, y nosotros, lo hemos hecho también en la parroquia con la campaña de alimentos para los más necesitados.
Pidámosle al Señor en esta noche santa, que nos dé la gracia de mirar esta noche el pesebre con la sencillez de los pastores para recibir así la alegría con la que ellos volvieron a sus casas. Roguémoslo que nos dé la humildad y la fe con la que san José miró al niño que María había concebido del Espíritu Santo. Pidamos que nos conceda mirarlo con el amor con el cual María lo contempló. Y pidamos que la luz que vieron los pastores también nos ilumine y se cumpla en todo el mundo lo que los ángeles cantaron en aquella noche: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”.
Jesús, que en tu nacimiento lo haces al modo de los más abandonados, danos a nosotros la capacidad de soportar todo con amor, con paciencia, con esperanza. Tú eres el único, que teniéndolo todo, preferiste no ser nadie, enséñanos a aprender de ti, a esperar siempre y nada más que en ti..
Acuérdate buen Jesús, Rey de Reyes, Señor de Señores, de los muchos niños que no escucharán villancicos en esta Navidad, de los muchos niños que no tendrán regalos, de los muchos niños que quizás, ahora y nunca, tendrán una Feliz Navidad.
Ten misericordia de nosotros, Señor, de los hombres y mujeres que peregrinamos en este mundo, y vamos a tu encuentro, ten misericordia.
Y recuerda, Jesús, que el mejor regalo que hemos tenido, lo has sido tú. Si tú no naces en nuestros corazones, es inútil celebrar la Navidad.
Gracias Jesús, por nacer en la pobreza de Belén. Gracias, mil gracias, Jesús, por hacerte niño, y venir a vivir con nosotros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bonita su reflexión padre. Tambièn para usted ¡Felicidades!.