Hace solo unos días que regresé de mi tercer viaje a Italia, a donde marché a finales del mes de agosto, junto con 18 personas más, y cuyo objetivo, al igual que en años anteriores, era el de peregrinar a Roma, y como no, Pietrelcina y San Giovanni Rotondo, las dos localidades italianas que vieron nacer y morir al Padre Pío de Pietrelcina.
Este viaje, a diferencia de los otros, ha supuesto para mí todo un reto y una nueva experiencia en mi vida, por ser el primer viaje-peregrinación que organizo como sacerdote. Y aunque el Señor me dio el coraje y la valentía suficiente para ello, reconozco que no es nada fácil salir con tantas personas a un país extranjero siendo responsable de grupo y de tantas y tantas cosas...
Ahora, como entonces, y a pocos días de nuestra llegada, solo me salen palabras de agradecimiento al Señor, a la Virgen y a Padre Pio, por todo lo vivido durante estos 15 días, estos intensos y emotivos días en tierras italianas.
Agradezco desde aquí, a todas y cada una de las personas que me acompañaron, porque aunque la mayoría éramos conocidos, llegamos a ser una familia, una gran familia, donde reinó en todo momento la buena convivencia, la oración, la alegría y el buen humor. Gracias a todos, muchísimas gracias de todo corazón.
Y es que todos y cada uno de los lugares visitados, fueron vividos con gran interés y especial emoción.
Comenzar con las misas celebradas en la Parroquia de Santa María de los Ángeles, en la zona del Castillo, parte alta de Pietrelcina, cerca de la casa donde nació Padre Pio. Allí fue bautizado al día siguiente de su nacimiento, el 26 de mayo de 1887, y recibió los sacramentos de la Confirmación y la Eucaristía, y años más tarde, cantó su Primera Misa tras su ordenación sacerdotal en la Catedral de Benevento, el 10 de agosto de 1910.
Y como no, Piana Romana, que tenia esta vez un encanto especial. Habían reformado el altar de la Iglesia y remozado los jardines. En un altar instalado recientemente al aire libre, celebré la Santa Misa. Alli mismo, en Piana Romana, el 7 de septiembre de 1910, bajo un olmo, Padre Pio recibió por primera vez los estigmas, que luego desaparecieron, para hacerse visibles años más tarde durante 50 años. Esta zona cercana a Pietrelcina, era el lugar donde los Forgione tenían las tierras de cultivo y donde pasaban la mayor parte del tiempo.
En Morcone, pasamos una tarde. En ese convento capuchino, llegó por primera vez el joven Padre Pio en 1902 y recibió el hábito franciscano el 22 de enero de 1903.
Especial fue la visita al “Santuario dell´Addolorata di Castelpetroso”, patrona de Molise, donde el 22 de mayo de 1888, la Santísima Virgen Dolorosa, con nuestro Señor muerto en su regazo, se apareció a Fabiana Cicchino y Serafina Valentino, dos chicas del lugar que regresaban a casa tras las labores del campo. En cuanto a nosotros, la subida al monte de las apariciones, supuso todo una gran aventura. Entre rayos y truenos, y caminando con cierto respeto pero amparados en la Santísima Virgen, por la pequeña vereda entre los pinos, llegamos al lugar de las apariciones, y tras el rezo del santo Rosario, era el turno de deshacer ahora todo el camino andado hasta la Basílica, bajo una lluvia incesante. Ya os podéis imaginar el estado en el que llegamos…
En San Giovanni Rotondo, días inolvidables. Así como inolvidable fue la Santa Misa celebrada la tarde de nuestra llegada, en un altar al aire libre, al final del Vía Crucis, en lo más alto. Las obligadas visitas al hospital “Casa Sollievo della Sofferenza” y sus diversas instalaciones, dignas de ser visitadas, obra cumbre de Padre Pio, y como no, la Misa en el mismo altar de la Capilla del hospital, donde Padre Pio celebró tantas y tantas veces, el Santo Sacrificio del Altar.
Y como pasar por alto la ciudad del Monte del Santo Ángel, sobre el Monte Gárgano, en la Apulia. Allí está la Basílica de San Miguel Arcángel, según la tradición, consagrada por el mismo San Miguel Arcángel hace más de 1500 años, allá por el siglo VI. Una vez más, pude celebrar la Santa Misa de San Miguel. Esta Misa fue especial, por ser el día de los santos Arcángeles, aniversario de mi ordenación sacerdotal, 29 de septiembre.
En Foggia, la visita al Convento de Santa Ana, donde en 1916, estuvo hospedado unos meses el Padre Pio, y visita al Santuario de la “Madre di Dio Incoronata”, un hermoso santuario en las afueras de Foggia, que acoge también una hermosa historia de la aparición de la Santísima Virgen.
Ya en Roma, 4 días inolvidables, como siempre. La tarde de nuestra llegada, visita a la Basílica de Santa María de la Paz, en Villa Tevere, Iglesia Prelaticia y sede central del Opus Dei. Allí celebramos la Santa Misa sobre el altar que sirve de urna a las reliquias de San Josemaría Escrivá, y en cuya cripta reposa también Don Álvaro del Portillo, obispo y primer sucesor de San Josemaría Escrivá.
El Vaticano, el Coliseo y las Catacumbas de San Calixto, en cuyos subterráneos celebramos también la Santa Misa en un ambiente que nos hablaba del siglo IV, y todo esto, a 14 metros bajo tierra...
San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros, fueron las tres grandes basílicas romanas, que junto con san Pedro, nos acogieron una vez más, sin dejar atrás Santa María de los Ángeles y de los Mártires, antigua terma romana, de la época del emperador Diocleciano, convertida en su interior en una basílica, por el genial artista Miguel Ángel.
Amigos, y entre estas y otras muchas vivencias, que por espacio omito, transcurrieron nuestros 15 días en Italia. 15 días dan para mucho, pero en verdad, dan para tan poco…
Me siento feliz y enormemente agradecido para con nuestro Señor por tanto bien… Gracias Señor, solo Tú sabes hacer bien las cosas, y hay que ver cómo nos pagas… el ciento por uno en esta vida, y luego, ya sabemos, la Vida Eterna… Gracias Señor, gracias Madre, gracias Padre Pio, una vez más...