24 de febrero de 2009

Una Iglesia que no sirve...



Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada.
¿Sirve la Iglesia para algo?.

No hace mucho que leí un magnífico artículo sobre la indiferencia religiosa, en donde una persona trataba de justificar su indiferencia ante la religión diciendo más o menos que la Iglesia no le mantenía a los hijos. Desde luego, y como decía el autor, que si sólo es bueno lo que da de comer, cabría decir que hay muchas cosas y personas que no sirven para nada como el ver una obra de arte, leer un poema o cuidar de un niño o un anciano. ¿Será la Iglesia una institución inútil que no sirve para nada?, ¿Qué puede hacer la Iglesia por este mundo? ¿No basta con la labor de los políticos, de los economistas, de los científicos...?


El autor nos proponía imaginar que en el mundo habían desaparecido los problemas más acuciantes: el hambre, el paro, la guerra, las injusticias, las enfermedades, la incultura... Pues bien, creemos que a pesar de ello sería legítimo hacerse una pregunta: ¿qué sentido tiene la vida?. Y esa es una pregunta que siempre será preciso hacerla, pues el corazón humano nunca se sacia plenamente con las cosas de la tierra. Sólo Dios podrá dar respuesta a las más profundas aspiraciones del hombre. Por eso, por muchas vueltas que de la vida, los hombres nunca podrán ser totalmente indiferentes al problema religioso. Y es precisamente la Iglesia quien puede recordar a la humanidad el sentido y la verdad más profunda de la vida, que no se reduce a este mundo. La Iglesia recuerda cómo Dios creó el mundo por amor y envió a su Hijo al mundo para salvarlo. Y, guiada por el Espíritu Santo, prolonga a lo largo del tiempo la obra de Jesús.Es misión de la Iglesia recordar la gran verdad que el mundo pretende ignorar, la esperanza a la que el ser humano está llamado a vivir. La falta de esperanza en Dios y el reducir todo el esfuerzo a conseguir los bienes materiales, es con mucha frecuencia, causa de egoísmos, injusticias y otros muchos males.


Es verdad que la misión de la Iglesia no es de orden político, económico o social, sino religioso. Pero de esta misión religiosa se deriva el esfuerzo por hacer un mundo más humano, en el que se garantice la dignidad de las personas o se garanticen sus derechos.


La Iglesia tiene el deber de crear obras al servicio de los hombres, sobre todo de los más necesitados. Así por ejemplo nada tiene de extraño que se preocupe de crear residencias para ancianos, centros para personas con deficiencia mental, hogares para las mujeres en situación difícil, centros de rehabilitación de toxicómanos, colegios de enseñanza, hospitales y dispensarios, hogares para transeúntes, etc... Así mismo la Iglesia debe preocuparse y así lo hace, de defender los derechos humanos, de contribuir a la paz, a la cultura... No cabe duda de que, en este sentido, ha prestado y está prestando un gran servicio a la humanidad, impulsando la lucha contra la miseria, la injusticia, las discriminaciones de todo tipo...


La Constitución pastoral Gaudium et spes, nº 43 nos dice: "Se equivocan los cristianos que con el pretexto de que no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta de que la propia fe es un motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas... El cristiano que falta a sus deberes temporales falta a sus deberes para con el prójimo, falta a sus deberes para con Dios y pone en peligro su eterna salvación".


Es un gran error pensar que la práctica de la religión consiste solamente en acudir a los actos de culto y que no tiene nada que ver con los trabajos y asuntos temporales (como la economía, la política, la cultura...) Es lo que el Concilio llama "divorcio entre la fe y la vida diaria". Por eso es un mal cristiano quien no se compromete en serio, en la medida de sus posibilidades, a mejorar este mundo.


Recordemos aquella frase: “Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada”. Pero si la misión de la Iglesia es, precisamente, colaborar a hacer un mundo mejor y, además, a conseguir la salvación eterna, y eso lo hace, está prestando un gran servicio a la humanidad.



"Gracias, Señor, por la Iglesia. De veras que no entiendo a los que dicen que creen en ti, pero no creen en ella.¿Para qué hacen falta intermediarios? ¿Para qué hace falta la Iglesia?, balbucean. De nuevo te digo: gracias por la Iglesia. Gracias a ella me ha llegado tu palabra, gracias a ella he podido conocerte. Si su voz se apagara en este mundo, ¿quién podría gritar en favor de los más débiles? ¿Quién podría recordar que tu eres Padre y que son los otros hombres mis hermanos?Ayúdanos, Señor, a amar a tu Iglesia, a trabajar con ilusión en ella, a descubrir la tarea tan inmensa que tú has puesto en nuestras manos. Amén".

LA SANTA CUARESMA.


La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.


La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.


El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.


En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios.


Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.


Al mismo tiempo, la ceniza que se nos impone al comienzo de este tiempo, es símbolo de penitencia, y bendecida por la Iglesia, se convierte en un sacramental que nos mueve a desarrollar el espíritu de humildad y de sacrificio.


"Señor, hoy nos recuerdas que somos pecadores, invitándonos a la conversión radical de nuestras vidas. Hoy nos dices: conviértanse y crean en el Evangelio. Es una consigna de liberación de todo lo que nos degrada. He aquí la tarea de la cuaresma en camino hacia la pascua. La ceniza es garantía de resurrección del hombre nuevo. Queremos despojarnos de la hipocresía que nos corroe. Que sepamos buscarte y agradarte en lo secreto. Queremos rehacer nuestra opción bautismal para llegar a la noche de la vigilia pascual como hombres y mujeres nuevos, renacidos de tu Espíritu. Amén".


14 de febrero de 2009

San Valentín, presbítero y mártir.


Según los escritos antiguos y la tradición, San Valentín, fue presbítero y mártir cristiano de la Iglesia primitiva. Valentín, junto con San Mario, y su familia, socorría a los mártires de la persecución de Claudio II. Su virtud y sabiduría le habían granjeado la veneración de los cristianos y de los gentiles. Mereció el nombre de "Padre de los pobres" por su caridad y su celo pastoral. Obligado a apostatar de la fe en Cristo, fue detenido, encarcelado, encadenado y apaleado con mazas. Ante tanta fortaleza en el martirio, fue enviado por el emperador al prefecto de Roma, quien al ver que todas sus promesas para hacerlo renunciar a la fe eran ineficaces mandó a que lo decapitaran. Esto tuvo lugar el 14 de febrero del año 270. Parece que fue el Papa Julio I quien hizo construir una iglesia cerca de Ponte Mole en memoria del mártir. La mayor parte de sus reliquias están ahora en la iglesia de Santa Praxedes. La costumbre sajona de que los jóvenes y las doncellas se escogieran como prometidos en este día, probablemente se basa en la creencia popular que encontramos relatada en la literatura desde los tiempos del poeta inglés Chaucer, de que los pájaros comenzaban a formar parejas el día de San Valentín. “Yo soy la luz del mundo. Quien me sigue, no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan, 8, 12).

12 de febrero de 2009

En el día del enfermo.

Cada 11 de febrero, fiesta de Ntra. Sra. de Lourdes, la Iglesia celebra el día del enfermo. Aunque se les recuerda en un día concreto, todos los días son "día del enfermo". Recemos por ellos, por los enfermos de nuestra familia, de nuestra parroquia, de nuestro mundo, por toda la gente que sufre a nuestro alrededor, en muchos hogares, en los hospitales, en las residencias... Por todos ellos, por los que los cuidan, para que el Señor los llene de su paz, de su amor, de su consuelo... y también por los que tarde o temprano tendremos que abrazar la cruz del dolor, la enfermedad y el sufrimiento, recemos esta oración del Papa Juan Pablo II.

Señor, Tu conoces mi vida y sabes mi dolor,
haz visto mis ojos llorar,
mi rostro entristecerse,
mi cuerpo lleno de dolencias
y mi alma traspasada por la angustia.

Lo mismo que te pasó a ti
cuando, camino de la cruz,
todos te abandonaron.
Hazme comprender tus sufrimientos
y con ellos el Amor que Tu nos tienes,
y que yo también aprenda
que uniendo mis dolores a Tus Dolores
tienen un valor redentor por mis hermanos.

Ayúdame a sufrir con Amor,
hasta con alegría.
Si no es ¨posible que pase de mí este cáliz¨.
Te pido por todos los que sufren:
por los enfermos como yo,
por los pobres, los abandonados, los desvalidos,
los que no tienen cariño ni comprensión y se sienten solos.

Señor: Sé que también el dolor lo permites tu
para mayor bien de los que te amamos.
Haz que estas dolencias que me aquejan,
me purifiquen, me hagan más humano,
me transformen y me acerque más a Tí. Amén.