Hoy, día 9 de enero se cumplen 110 años del nacimiento de San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Por este motivo, en el siguiente testimonio, el sacerdote Juan García Inza, expresa su gratitud a este santo sacerdote por lo que supuso para su vocación sacerdotal.
"Encontré en él, sacerdote diocesano, un modelo a seguir por su gran amor a Dios, a la Iglesia y al hombre. Dios le concedió la gracia de poner en marcha todo un plan de evangelización en el mundo, cuya novedad era, y es, recordar a toda persona, de cualquier clase y condición, que está llamada a la santidad tratando de encontrar al Señor en su trabajo y en todas sus actividades.
Jesucristo, en su vida privada hasta los treinta años, santifica con su trabajo ordinario lo que ordinariamente solemos hacer todos, desempeñando “divinamente” su tarea, conviviendo en familia, y compartiendo la vida con los demás.
El Opus Dei es una “partecita” del gran campo de la Iglesia. El espíritu específico de la Obra es ver en el trabajo un medio privilegiado para unirse con Dios y colaborar en la obra creadora, redentora y santificadora.
Al mismo tiempo el Opus Dei pretende ser una gran catequesis de formación doctrinal, empezando por los mismos miembros de la Obra, y ofreciéndola a todos aquellos que deseen participar de sus medios de formación y apostolado.
Y yo me di cuenta que todo ello es asumible por una vocación sacerdotal que trate, con su trabajo pastoral, acompañar a los hombres en sus tareas ordinarias, enseñándoles y ayudándoles a buscar la santidad mediante la unión con Dios Creador y Santificador.
Y así descubrí el “secreto” del Opus Dei, que no es otro que facilitar la llamada universal a la santidad. Y esta tarea, desempeñada en cada momento histórico y con cada persona, es una auténtica evangelización. El problema del alejamiento de la fe que hoy padecemos está ocasionado, en buena medida, por haber perdido la gran ilusión de ofrecer un camino cristiano lleno de posibilidades para hacer al hombre feliz. Hemos dedicado demasiado tiempo y energías en hacernos la guerra unos a otros en lugar de “tirar todos del carro en la misma dirección”.
La Nueva Evangelización a la que nos convoca el Papa será posible cuando vivamos de verdad el mandamiento del amor, y demos testimonio de auténtica fraternidad. Cada cual podrá evangelizar con sus propios carismas, pero respetando los carismas de los demás. Yo comparo la Nueva Evangelización con la tarea de un jardinero que, respetando cada planta y cada flor, trata de que cada una esté en el sitio que le corresponde, y desde allí colabore en ese conjunto armónico que se llama jardín. Y todos somos flores y jardineros. Ninguno puedo prescindir de los otros, porque todos somos necesarios para que la Iglesia sea una familia en la que no todos son iguales, pero todos tienen los mismos derechos y obligaciones, todos se quieren y trabajan por la misma causa".
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