22 de abril de 2012
Seducida por la Divina Misericordia.
En el siguiente video, podemos escuchar uno de tantos testimonios de conversiones, en este caso, de la escritora española, María Vallejo-Nágera, de cuya conversión ya he hablado en otra ocasión hace unos meses. Este proceso de acercamiento a la fe nos lo explica ella misma desde la Parroquia Jesucristo Resucitado de Cáceres, donde tuvo lugar su testimonio, bajo el título "Seducida por la Divina Misericordia".
María tuvo su conversión hace 11 años en Medjugorje (en croata: Međugorje, "Entre montañas", pueblo de la parte suroccidental de Bosnia y Herzegovina, lugar donde el 24 de junio de 1981, la Santísima Virgen se apareció a seis niños) y en donde nuestra protagonista fue transformada al experimentar el amor de Jesucristo y cambio el rumbo de su vida. La escritora se entrega desde entonces a la misión de dar a conocer que Jesús ama a todo el mundo y espera que le correspondamos dejándonos amar por Él y poniendo nuestras vidas en sus manos.
Aunque el video es un poco largo, merece la pena verlo hasta el final. Que también nosotros, al igual que María Vallejo-Nágera, nos dejemos seducir por Jesús, la Divina Misericordia.
Señor, eres nuestra alegría...
ERES NUESTRA ALEGRIA, SEÑOR
En la oscuridad, nos aportas luz.
En las dudas, nos ofreces verdades.
En la violencia, eres paz.
En las dudas, nos ofreces verdades.
En la violencia, eres paz.
ERES NUESTRA ALEGRIA, SEÑOR.
Cuando llegue la muerte, serás vida.
Cuando llegue el final, serás principio.
Cuando se apaguen las luces del mundo,
nos encenderás otras eternas en el cielo.
ERES NUESTRA ALEGRIA, SEÑOR.
Apareces cuando más te necesitamos.
Apareces cuando otros amigos nos fallan.
Apareces y, a veces, no te reconocemos.
Apareces y, con tu pan, nos alimentas.
Apareces cuando otros amigos nos fallan.
Apareces y, a veces, no te reconocemos.
Apareces y, con tu pan, nos alimentas.
ERES NUESTRA ALEGRIA, SEÑOR.
Nos defiendes a pesar de nuestros errores.
Nos amas a pesar de nuestros olvidos.
Resucitas para que, un día,
también nosotros contigo lo hagamos.
Nos amas a pesar de nuestros olvidos.
Resucitas para que, un día,
también nosotros contigo lo hagamos.
ERES NUESTRA ALEGRIA, SEÑOR.
16 de abril de 2012
9 de abril de 2012
El Santo Rosario.
Las acciones con sentido, incluso en la fe, cobran más fuerza cuando se sabe su origen, y esto pasa también con el rezo del Santo Rosario.
Muchos son los que se preguntan o se han preguntado alguna vez; ¿A quién se le habrá ocurrido repetir el Ave María tantas veces?, ¿No es solamente una monotonia piadosa de personas mayores?, ¿Qué sentido tiene todo ello?, etc.
Veamos su origen basado en una antigua leyenda, que como leyenda que es, sea cierta o no, tiene un trasfondo de fe y amor a la Santísima Virgen María.
Según la leyenda, se cuenta de un Hermano Lego de la Orden de los Dominicos, es decir, un simple hermano dominico que no era sacerdote y que no sabía leer ni escribir. Esto suponía una dificultad, no poder leer ni cantar los Salmos, como era y sigue siendo costumbre en los coros de los conventos y monasterios. Entonces, cuando terminaba sus labores por la noche en los trabajos más humildes, (él era el portero, el barrendero, el hortelano, etc...) se iba a la capilla del convento y se hincaba frente a la imágen de la Virgen María, y recitaba 150 avemarías (el número de los salmos), luego se retiraba a su celda a dormir.
Por la mañana, de madrugada, se levantaba antes que todos sus hermanos y se dirigía a la capilla para repetir su costumbre de saludar a la Virgen.
El Hermano Superior notaba que todos los días, cuendo él llegaba a la capilla para celebrar las oraciones de la mañana con todos los monjes, había un exquisito olor a rosas recién cortadas y le dió curiosidad, por lo que preguntó a todos quién se encargaba de adornar el altar de la Virgen tan bellamente, a lo que la respuesta fué que ninguno lo hacía, y los rosales del jardín no se notaban faltos de sus flores.
El Hermano lego enfermó de gravedad; los demás monjes notaron que el altar de la Virgen no tenía las rosas acostumbradas, y dedujeron que era el Hermano quien ponía las rosas. ¿Pero cómo? Nadie le había visto nunca salir del convento, ni sabía que comprara las bellas rosas.
Una mañana les extrañó que se había levantado pero no lo hallaban por ninguna parte, y al fin, se reunieron el la capilla, y cada monje que entraba quedaba asombrado, pues el hermano lego estaba arrodillado frente a la imágen de la Virgen, recitando extasiado sus avemarías, y a cada una que dirigía a la Señora, una rosa aparecía en los floreros. Así al terminar sus 150 saludos, cayó muerto a los pies de la Virgen.
Con el correr de los años, Santo Domingo de Guzmán, (se dice que por revelación de la Stma. Virgen) dividió las 150 avemarías en tres grupos de 50, y los asoció a la meditación de la Biblia: Los Misterior Gozosos, los Misterios Dolorosos y los Misterios Gloriosos, a los cuales el Beato Juan Pablo II añadió los Misterios Luminosos.
Ahora, que comprendes su origen, cada vez que lo reces, sabes que cada Ave María, es una preciosa rosa que ofrecer a la Santísima Virgen.
Por la mañana, de madrugada, se levantaba antes que todos sus hermanos y se dirigía a la capilla para repetir su costumbre de saludar a la Virgen.
El Hermano Superior notaba que todos los días, cuendo él llegaba a la capilla para celebrar las oraciones de la mañana con todos los monjes, había un exquisito olor a rosas recién cortadas y le dió curiosidad, por lo que preguntó a todos quién se encargaba de adornar el altar de la Virgen tan bellamente, a lo que la respuesta fué que ninguno lo hacía, y los rosales del jardín no se notaban faltos de sus flores.
El Hermano lego enfermó de gravedad; los demás monjes notaron que el altar de la Virgen no tenía las rosas acostumbradas, y dedujeron que era el Hermano quien ponía las rosas. ¿Pero cómo? Nadie le había visto nunca salir del convento, ni sabía que comprara las bellas rosas.
Una mañana les extrañó que se había levantado pero no lo hallaban por ninguna parte, y al fin, se reunieron el la capilla, y cada monje que entraba quedaba asombrado, pues el hermano lego estaba arrodillado frente a la imágen de la Virgen, recitando extasiado sus avemarías, y a cada una que dirigía a la Señora, una rosa aparecía en los floreros. Así al terminar sus 150 saludos, cayó muerto a los pies de la Virgen.
Con el correr de los años, Santo Domingo de Guzmán, (se dice que por revelación de la Stma. Virgen) dividió las 150 avemarías en tres grupos de 50, y los asoció a la meditación de la Biblia: Los Misterior Gozosos, los Misterios Dolorosos y los Misterios Gloriosos, a los cuales el Beato Juan Pablo II añadió los Misterios Luminosos.
Ahora, que comprendes su origen, cada vez que lo reces, sabes que cada Ave María, es una preciosa rosa que ofrecer a la Santísima Virgen.
8 de abril de 2012
Cristo, ¡ha resucitado!.
Hemos podido escuchar esta noche en el pasaje del evangelio, como las tres santas mujeres se dirigen al sepulcro de Jesús para embalsamarlo y se preguntan: ¿Quién nos moverá la piedra de la entrada del sepulcro? La piedra es el gran obstáculo que se interponía entre ellas y Jesús.
Todos podemos entender muy bien la pregunta de estas mujeres. Es una pregunta llena de preocupación.
Ellas salieron apresuradas de casa, y no tuvieron tiempo de pensar que necesitarían ayuda de alguien más fuerte que ellas para mover esa piedra que se interponía entre ellas y Jesús. Y se preguntan la manera de encontrar su objetivo.
También nosotros, podemos preguntarnos ¿Quién puede apartarnos los obstáculos de nuestra vida? ¿Quién puede mover la piedra que encierra nuestro corazón y no lo deja respirar en libertad? ¿Quién puede eliminar las barreras que cierran el acceso a la alegría y la esperanza?.
A las mujeres del evangelio les ocurrió algo sorprendente. Cuando llegaron vieron que la piedra estaba movida y eso que era muy grande – nos dice el evangelio. Y Jesús, el muerto que querían embalsamar, no se encuentra ahí.
Dios ha movido la piedra del sepulcro de Jesús. Dios le ha resucitado. Cuando los cristianos decimos que Jesús ha resucitado no decimos sólo que Jesús vive en el recuerdo de sus discípulos, o en la fe de la Iglesia. Ni la memoria de los discípulos, ni nuestra fe es la causa de la resurrección. Es la fuerza de vida de Dios la que da lugar a la resurrección.
Esto es lo sorprendente de la Pascua y de nuestra vida con Dios. Cuando esperábamos encontrarnos con el final, cuando creemos que no hay más salida, Dios nos abre una nueva senda y nos da un nuevo comienzo.
La resurrección de Jesús es el comienzo de un nuevo mundo en el que todas las cosas y toda la creación será transformada como dijo el apóstol Pablo. Jesús ha resucitado, la vida continúa, pero continúa transformándonos. Una transformación en la que desaparecen las piedras que dificultan nuestra vida, que impiden al acceso a la esperanza, que se interponen en nuestro encuentro con Jesús.
Si no estamos dispuestos a vivir esta transformación en nuestras vidas, esta noche será una noche más, no será la gran noche de Resurrección, de un nuevo amanecer en nuestras vidas. No podemos ser los mismos de hace un mes, o de la pasada semana. Algo tiene que cambiar en nosotros, transformar nuestra existencia, de lo contrario no habremos resucitado con Cristo y no hemos entendido su Pasión.
Cristo, el Señor del tiempo y de la historia ha vencido a la muerte. Cristo ha resucitado. Vivamos este gozo y comuniquemos esta gran noticia a toda la tierra.
Cristo ha resucitado. El es nuestra Paz, Él es nuestra Esperanza, Él nuestra Alegría. Que nadie nos quite la paz, que nada ahogue nuestra esperanza, que nadie apague nuestra alegría.
Feliz Pascua de Resurrección a todos.
Todos podemos entender muy bien la pregunta de estas mujeres. Es una pregunta llena de preocupación.
Ellas salieron apresuradas de casa, y no tuvieron tiempo de pensar que necesitarían ayuda de alguien más fuerte que ellas para mover esa piedra que se interponía entre ellas y Jesús. Y se preguntan la manera de encontrar su objetivo.
También nosotros, podemos preguntarnos ¿Quién puede apartarnos los obstáculos de nuestra vida? ¿Quién puede mover la piedra que encierra nuestro corazón y no lo deja respirar en libertad? ¿Quién puede eliminar las barreras que cierran el acceso a la alegría y la esperanza?.
A las mujeres del evangelio les ocurrió algo sorprendente. Cuando llegaron vieron que la piedra estaba movida y eso que era muy grande – nos dice el evangelio. Y Jesús, el muerto que querían embalsamar, no se encuentra ahí.
Dios ha movido la piedra del sepulcro de Jesús. Dios le ha resucitado. Cuando los cristianos decimos que Jesús ha resucitado no decimos sólo que Jesús vive en el recuerdo de sus discípulos, o en la fe de la Iglesia. Ni la memoria de los discípulos, ni nuestra fe es la causa de la resurrección. Es la fuerza de vida de Dios la que da lugar a la resurrección.
Esto es lo sorprendente de la Pascua y de nuestra vida con Dios. Cuando esperábamos encontrarnos con el final, cuando creemos que no hay más salida, Dios nos abre una nueva senda y nos da un nuevo comienzo.
La resurrección de Jesús es el comienzo de un nuevo mundo en el que todas las cosas y toda la creación será transformada como dijo el apóstol Pablo. Jesús ha resucitado, la vida continúa, pero continúa transformándonos. Una transformación en la que desaparecen las piedras que dificultan nuestra vida, que impiden al acceso a la esperanza, que se interponen en nuestro encuentro con Jesús.
Si no estamos dispuestos a vivir esta transformación en nuestras vidas, esta noche será una noche más, no será la gran noche de Resurrección, de un nuevo amanecer en nuestras vidas. No podemos ser los mismos de hace un mes, o de la pasada semana. Algo tiene que cambiar en nosotros, transformar nuestra existencia, de lo contrario no habremos resucitado con Cristo y no hemos entendido su Pasión.
Cristo, el Señor del tiempo y de la historia ha vencido a la muerte. Cristo ha resucitado. Vivamos este gozo y comuniquemos esta gran noticia a toda la tierra.
Cristo ha resucitado. El es nuestra Paz, Él es nuestra Esperanza, Él nuestra Alegría. Que nadie nos quite la paz, que nada ahogue nuestra esperanza, que nadie apague nuestra alegría.
Feliz Pascua de Resurrección a todos.
6 de abril de 2012
En el Viernes Santo.
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo.
Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.
En el Jueves Santo.
Celebramos el Jueves Santo: día de la institución del santo sacrificio eucarístico, día del amor fraterno, día del sacerdocio ministerial, día de la Vida.
Con esta celebración de la Cena del Señor entramos en el Triduo Pascual, en el cual vamos a asistir a ese milagro de amor que es la Muerte y la Resurrección de Jesús. Esta celebración nos prepara para esas horas y nos deja con la tristeza de lo que ocurrirá un poco después de la cena. Getsemaní aparece en el horizonte y también la detención, la tortura y la falsa condena a muerte de un hombre justo.
Celebramos la institución de la Eucaristía, y es curioso observar, que los tres evangelistas sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) que narran la institución de la eucaristía, no hablen del lavatorio de los pies, y Juan, que narra el lavatorio de los pies, no dice nada de la institución de la eucaristía. La verdad es que los dos signos expresan exactamente la misma realidad significada: la entrega total de sí mismo. Lavar los pies era un servicio que sólo hacían los esclavos. Jesús quiere manifestar que El está entre ellos como el que sirve, no como el señor. Lo importante no es el hecho, sino el símbolo. Poco después del texto que hemos leído, dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”.
Jesús se parte por nosotros. En el santo sacrificio eucarístico, actualizado en nuestras Eucaristías, Jesús entrega su vida por nosotros. Hoy de nuevo se va a sentar entre nosotros para lavarnos los pies en señal de entrega y servicio, va a besar nuestros pies con toda la ternura y devoción que un Dios puede hacer por el hombre y la mujer de hoy, recordando a aquella mujer que ungió sus pies con perfume. Hoy de nuevo se va a partir para derramarnos su amor, se va a entregar al sufrimiento y el dolor para resucitar e iluminar los nuestros…
En efecto, no existe la comunidad cristiana si no celebra el sacramento de la Eucaristía, pero tampoco hay auténtica Eucaristía, si no hay una verdadera comunidad cristiana. Porque la Eucaristía es Comunión, y no puede haber Comunión si no hay comunión de vida. A menudo olvidamos que no sólo comulgamos con Cristo, también lo hacemos con los hermanos. Por tanto, absténgase de participar en ella aquellos que no quieren vivir el valor de la fraternidad, aquellos que dicen amar a Dios con sus bocas pero se afanan en hacer daño a los que le rodean. Absténganse de participar los que se creen mejores cristianos que los demás pero sobre todo, los que no estén dispuestos a lavar los pies entregándose por todos.
Hoy, por desgracia se está convirtiendo en costumbre celebrar la Eucaristía e incluso comulgar, sin estar dispuestos a vivir en comunión de vida, pensamiento, acción y amor… Incluso celebramos y comulgamos pero abiertamente profesamos y vivimos de manera muy diferente …
Pedro le dijo: no me lavarás los pies jamás. ¿Qué diremos nosotros hoy?. Nuestra principal vocación es servir amando y amar sirviendo a los demás. El amor que Cristo nos enseña y nos deja como testimonio, en esta tarde de Jueves Santo, es un amor de servicio, un amor fraterno. Jesús quiso que el amor fraterno fuera, desde entonces, la seña y distintivo por el que los demás nos conocerán a los que nos llamamos sus discípulos.
No podemos olvidarnos también del sacerdocio a veces tan denostado y despreciado por ciertos sectores de nuestra sociedad, hoy queda instituido por Cristo y por Él queda santificado.
Damos gracias a Dios por los sacerdotes. Jesús, en este día, se constituye en sacerdote, víctima y altar. ¡Cómo no dar gracias a Dios por este don! Pedid por nosotros. Muchas son nuestras debilidades y otras tantas nuestras contradicciones. Que seamos capaces de mantener viva, con la ayuda del Espíritu Santo, la llama de la fe, el Ministerio que Dios nos ha regalado sin merecerlo.
Que con el testimonio, la audacia y valentía de todos los sacerdotes podamos seguir pregonando que Cristo está vivo y que, su presencia, es el camino, la verdad y la vida que la tierra necesita.
María nos dio al hijo de sus entrañas por la generosidad de la que sabe que su dolor es vida para nosotros. Cristo murió para darnos vida, y vida eterna.
Vivamos con intensidad el misterio de estos días. Misterio de fe y de dolor, misterio de entrega y de amor. Entremos en la herida abierta de su corazón traspasado, participemos de su Pasión, para junto con Él, entrar después en su Gloria.
1 de abril de 2012
¡Hosanna en el cielo!. Bendito el Señor de nuestras vidas. ¡Hosanna!.
Hoy Cristo es aclamado como el rey de Israel en su entrada triunfal en la ciudad santa de Jerusalem. Es el bendito, es el que viene en nombre del Señor. La subida de Jesús a Jerusalén no fue solamente para celebrar la Pascua de los judíos, pues más allá de esta celebración, tenía una última meta: la entrega de sí mismo, su inmolación en el patíbulo de la cruz. Salgamos en este día al encuentro del Seño en la procesión de los Ramos, no poniendo a sus pies nuestras túnicas o ramos inertes, sino revistiéndonos de su gracia. Proclamemos a Jesús como el único Señor de nuestras vidas.