31 de diciembre de 2011

Gracias Señor, por el año que termina...




Gracias Señor, por todo cuanto me diste en el año que termina,
gracias por los días de sol y los nublados tristes,
por las tardes tranquilas y las noches oscuras.

Gracias por la salud y por la enfermedad,
por las penas y las alegrías.

Gracias por todo lo que me prestaste y luego me pediste.
Gracias Señor, por la sonrisa amable y por la mano amiga,
por el amor y por todo lo hermoso y por todo lo dulce,
por las flores y las estrellas,
por la existencia de los niños y de las almas buenas.

Gracias por la soledad, por el trabajo, por las inquietudes,
por las dificultades y las lágrimas.
Por todo lo que me acercó a Ti.

Gracias por haberme conservado la vida,
y por haberme dado techo, abrigo y sustento.

Gracias Señor. Gracias Señor. Señor.

¿Qué me traerá el año que empieza?

Lo que Tu quieras Señor,
pero te pido fe para mirarte en todo,
esperanza para no desfallecer,
y caridad para amarte cada día más,
y para hacerte amar entre los que me rodean.

Dame paciencia y humildad, desprendimiento y generosidad,
dame Señor, lo que tu sabes que me conviene
y yo no sé pedir.

Que tenga el corazón alerta,
el oído atento, las manos y la mente activas,
y que me halle siempre dispuesto a hacer tu Santa Voluntad.

Derrama Señor, tus gracias sobre todos los que amo
y concede tu paz al mundo entero. Así sea.

Gracias Señor. Gracias Señor. Amén.

25 de diciembre de 2011

Navidad, misterio que conmueve nuestra fe y existencia



Catequesis del Santo Padre Benedicto XVI sobre la Navidad.



"Con la liturgia navideña la Iglesia nos introduce en el gran Misterio de la Encarnación. La Navidad, en efecto, no es un simple aniversario del nacimiento de Jesús; es también esto, pero es más aún, es celebrar un Misterio que ha marcado y continua marcando la historia del hombre –Dios mismo ha venido a habitar en medio de nosotros (cfr. Jn. 1,14), se ha hecho uno de nosotros--; un Misterio que conmueve nuestra fe y nuestra existencia; un Misterio que vivimos concretamente en las celebraciones litúrgicas, en particular en la Santa Misa.


Cualquiera podría preguntarse: ¿cómo es posible que yo viva ahora este evento tan lejano en el tiempo? ¿Cómo puedo participar provechosamente en el nacimiento del Hijo de Dios, ocurrido hace más de dos mil años? En la Santa Misa de la Noche de Navidad, repetiremos como estribillo de respuesta al salmo responsorial estas palabras: “Hoy ha nacido para nosotros el Salvador”. Este adverbio de tiempo, “hoy”, se utiliza más veces en las celebraciones natalicias y está referido al hecho del nacimiento de Jesús y a la salvación que la Encarnación del Hijo de Dios viene a traer. En la Liturgia, tal venida sobrepasa los límites del espacio y del tiempo y se vuelve actual, presente; su efecto perdura, en el transcurrir de los días, de los años y de los siglos. Indicando que Jesús nace “hoy”, la Liturgia no usa una frase sin sentido, sino subraya que esta Navidad incide e impregna toda la historia, sigue siendo una realidad incluso hoy, a la cual podemos acudir precisamente en la liturgia. A nosotros los creyentes, la celebración de la Navidad renueva la certeza de que Dios está realmente presente con nosotros, todavía “carne” y no sólo lejano: aún estando con el Padre está cerca de nosotros. Dios, en aquel Niño nacido en Belén, se ha acercado al hombre: nosotros lo podemos encontrar todavía, en un “hoy” que no tiene ocaso.


Me gustaría insistir sobre este punto, porque al hombre contemporáneo, hombre de lo “razonable”, de lo experimentable empíricamente, se le hace cada vez más difícil abrir el horizonte y entrar en el mundo de Dios. La redención de la humanidad es sin duda, un momento preciso e identificable de la historia: en el acontecimiento de Jesús de Nazaret; pero Jesús es el Hijo de Dios, es Dios mismo, que no solo le ha hablado al hombre, que le mostró signos maravillosos, que lo condujo a través de toda una historia de salvación, sino que se ha hecho hombre y permanece hombre. El Eterno ha entrado en los límites del tiempo y del espacio, para hacer posible “hoy” el encuentro con Él. Los textos litúrgicos navideños nos ayudan a entender que los eventos de la salvación realizados por Cristo son siempre actuales, interesan a cada hombre y a todos los hombres. Cuando escuchamos o pronunciamos, en las celebraciones litúrgicas, este “hoy ha nacido para nosotros el Salvador”, no estamos utilizando una expresión convencional vacía, sino entendemos que Dios nos ofrece “hoy”, ahora, a mí, a cada uno de nosotros, la posibilidad de reconocerlo y de acogerlo, como hicieron los pastores de Belén, para que Él nazca también en nuestra vida y la renueve, la ilumine, la transforme con su Gracia, con su Presencia.


La Navidad, por tanto, mientras conmemora el nacimiento de Jesús en la carne, de la Virgen María –y numerosos textos litúrgicos hacen revivir a nuestros ojos este o aquél episodio--, es un evento eficaz para nosotros. El papa san León Magno, presentando el sentido profundo de la Fiesta de Navidad, invitaba a sus fieles con estas palabras: “Exultemos en el Señor, queridos míos, y abramos nuestros corazón a la alegría más pura, porque ha despuntado el día que para nosotros significa la nueva redención, la antigua preparación, la felicidad eterna. Se renueva en realidad para nosotros, en el ciclo anual que transcurre, el alto misterio de nuestra salvación, que, prometido al inicio y otorgado al final de los tiempos, está destinado a durar para siempre” (Sermón 22, In Nativitate Domini, 2,1: PL 54,193). Y, siempre san León Magno, en otra de sus homilías navideñas, afirmaba: “Hoy, el creador del mundo ha sido generado en el seno de una virgen: aquel que había hecho todas las cosas se ha hecho hijo de una mujer creada por él mismo. Hoy, la Palabra de Dios ha aparecido revestido de carne y, aunque nunca había sido visible al ojo humano, se ha hecho también visiblemente palpable. Hoy los pastores han escuchado por voz de los ángeles que que ha nacido el Salvador en la sustancia de nuestro cuerpo y de nuestra alma” (Sermón 26, In Nativitate Domini, 6,1: PL 54,213).


Hay un segundo aspecto al cual quisiera aludir brevemente: el evento de Belén debe ser considerado a la luz del Misterio Pascual: el uno y el otro son parte de la única obra redentora de Cristo. La Encarnación y el nacimiento de Jesús nos invitan a dirigir, desde ya, la mirada sobre su muerte y su resurrección: Navidad y Pascua, ambas son fiestas de la redención. La Pascua se celebra como victoria sobre el pecado y sobre la muerte: marca el momento final, cuando la gloria del Hombre-Dios resplandece como la luz del día; la Navidad se celebra como el entrar de Dios en la historia haciéndose hombre para restituir el hombre a Dios: marca, por así decirlo, el momento inicial, cuando se deja entrever el clarear del alba. Pero así como el alba precede y hace ya presagiar la luz del día, así la Navidad anuncia ya la Cruz y la gloria de la Resurrección. También los dos períodos del año, en los cuales están situadas las dos grandes fiestas, al menos en algunas áreas del mundo, pueden ayudar a comprender este aspecto. Efectivamente, mientras la Pascua cae al inicio de la primavera, cuando el sol vence las densas y frías nieblas y renueva la faz de la tierra, la Navidad cae justo al inicio del invierno, cuando la luz y el calor del sol no llegan a despertar a la naturaleza, envuelta por el frío; pero sin embargo, bajo su manto palpita la vida y comienza de nuevo la victoria del sol y del calor.


Los padres de la Iglesia leían siempre el nacimiento de Cristo a la luz de la entera obra redentora, que encuentra su cúspide en el Misterio Pascual. La Encarnación del Hijo de Dios aparece no solo como el inicio y la condición de la salvación, sino como la presencia misma del Misterio de nuestra salvación: Dios se hace hombre, nace niño como nosotros, toma nuestra carne para vencer a la muerte y al pecado. Dos textos significativos de san Basilio lo ilustran bien. San Basilio decía a los fieles: “Dios asume la carne justo para destruir la muerte en ella escondida. Como los antídotos de un veneno, una vez ingeridos anulan los efectos, y como la oscuridad de una casa se disuelve a la luz del sol, así la muerte que dominaba sobre la naturaleza humana fue destruida por la presencia de Dios. Y como el hielo, que permanece sólido en el agua mientras dura la noche y reina la oscuridad, se derrite de inmediato al calor del sol. Así la muerte, que había reinado hasta la venida de Cristo, apenas aparece la gracia del Dios Salvador y surge el sol de justicia, “fue devorada por la victoria” (1 Cor. 15,54), sin poder coexistir con la Vida” (Homilía sobre el nacimiento de Cristo, 2: PG 31,1461). Y también san Basilio, en otro texto, hacía esta invitación: “Celebramos la salvación del mundo, la navidad del género humano. Hoy ha sido perdonada la culpa de Adán. No tenemos que decir nunca más: “Eres polvo y al polvo tornarás” (Gn. 3,19), sino, unidos a aquel que ha venido del cielo, serán admitidos en el cielo” (Homilía sobre el nacimiento de Cristo, 2: PG 31,1461).


En Navidad encontramos la ternura y el amor de Dios que se inclina sobre nuestros límites, sobre nuestras debilidades, sobre nuestros pecados y se abaja hasta nosotros. San Pablo afirma que Jesucristo “siendo de condición divina... se despojó de sí mismo, tomando la condición de esclavo, asumiendo semejanza humana” (Fil. 2,6-7). Miremos a la gruta de Belén: Dios se abaja hasta ser acostado en un pesebre, que es ya el preludio del abajamiento en la hora de su pasión. El culmen de la historia del amor entre Dios y el hombre pasa a través del pesebre de Belén y el sepulcro de Jerusalén.


Queridos hermanos y hermanas, vivamos con alegría la Navidad que se acerca. Vivamos este acontecimiento maravilloso: el Hijo de Dios nace aún “hoy”, Dios está verdaderamente cercano a cada uno de nosotros y quiere encontrarnos, quiere llevarnos a Él. Es Él la verdadera luz, que elimina y disuelve las tinieblas que envuelven nuestra vida y a la humanidad. Vivamos la Navidad del Señor contemplando el camino del inmenso amor de Dios que nos ha elevado hacia Sí a través del Misterio de la Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección de su Hijo, porque –como afirma san Agustín- “en (Cristo) la divinidad del Unigénito se ha hecho partícipe de nuestra mortalidad, a fin de que podamos participar de su inmortalidad” (Epístola 187,6,20: PL33,839-840). Sobre todo contemplemos y vivamos este Misterio en la celebración de la Eucaristía, centro de la Santa Navidad; allí se hace presente Jesús de modo real, verdadero Pan bajado del cielo, verdadero Cordero sacrificado por nuestra salvación.


Les deseo a todos ustedes y a sus familias, la celebración de una Navidad verdaderamente cristiana, de modo que también los intercambios de saludos en aquel día sean expresión del gozo de saber que Dios está cerca de nosotros y quiere recorrer con nosotros el camino de la vida. Gracias".

24 de diciembre de 2011

En la Natividad de nuestro Señor...





Os deseo a todos una muy feliz y santa Navidad.



Que Jesús, que viene a nosotros


en la humildad de nuestra carne,


nos bendiga con su Amor.


In Domino;

Norberto. Pbro.





18 de diciembre de 2011

"Que se haga en mí...




"En el sexto mes, el Angel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Angel le dijo: “No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. María dijo al Angel: “¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?”. El Angel le respondió: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios”. María dijo entonces: “Yo soy la esclava del Señor, que se haga en mí según tu palabra”. Y el Angel se alejó. (Lucas 1, 26-38)"

17 de diciembre de 2011

Virgen del Adviento.




María, Virgen del Adviento,
esperanza nuestra,
de Jesús la aurora,
del cielo la puerta.

Madre de los hombres,
de la mar estrella,
llévanos a Cristo,
danos sus promesas.

Eres, Virgen Madre,
la de gracia llena,
del Señor la esclava,
del mundo la reina.

Alza nuestros ojos
hacia tu belleza,
guía nuestros pasos
a la vida eterna.
Amén.

12 de diciembre de 2011

En el 478 aniversario de las apariciones de Ntra. Sra. de Guadalupe.






Plegaria del Papa Juan Pablo II a la Virgen de Guadalupe



¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo: escucha la oración que con filial confianza te dirigimos, y represéntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.


Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todo nuestro ser todo nuestro amor. Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.


Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos, ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra.


Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa.


Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los Obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.


Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el pueblo de Dios, y otorgue abundante vocaciones de sacerdotes y religiosas, fuertes en la fe y celosos dispensadores de los misterios de Dios.


Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza, con el mismo amor con el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios. Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias para que estén siempre muy unidas, y bendice la educación de nuestros hijos.


Esperanza nuestra, míranos con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver a él, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el sacramento de la penitencia que trae sosiego al alma. Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos sacramentos, que son como las huellas que ti Hijo nos dejó en la tierra.


Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de odios, podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

11 de diciembre de 2011

Domingo de Gaudete.




En este tercer domingo de Adviento, llamado tambien "Domingo de Gaudete", la Iglesia nos exhorta con insistencia a vivir bien este tiempo cultivando el espíritu de oración, que debe caracterizar toda nuestra vida. Sólo por medio de la oración alcanzamos el clima adecuado para encontrarnos con Dios y ser dignos de recibir sus dones, entre los cuales sobresale el gran don de su próxima venida en la Navidad.


Precisamente este don constituye uno de los motivos principales para estar alegres, pues viene a nosotros nuestro Salvador. Ante todas esas muestras del amor de Dios debemos corresponder con vivo agradecimiento.


La primera lectura de Isaías (61,1-2.10-11) refuerza el motivo de gozo que debe acompañarnos en estos días de espera presentándonos de modo bastante completo en qué consiste la misión de Cristo, nuestro Salvador: viene a traer la buena nueva, a vendar los corazones rotos; a pregonar la liberación, y un año de gracia del Señor, a consolar... Por ello debemos estar siempre alegres en el Señor, llenos de esperanza y de gozo, porque tenemos un Dios que nos ama tanto, que hace hasta lo imposible para hacernos partícipes de su salvación.


En el pasaje del evangelio de Juan (1,6-8.19-28) es san Juan el Bautista quien, con su testimonio de precursor humilde de Cristo, nos ofrece una clave para poder participar de los dones que Dios quiere comunicarnos: la necesidad de vaciarnos de nosotros mismos, pues Dios no puede donarse a sí mismo, ni puede salvarnos, si nosotros estamos llenos de nosotros mismos. Para prepararnos a la venida de Cristo en esta Navidad debemos vaciarnos de nosotros mismos, para dejar espacio a Dios en nuestro corazón.


Secundando la exhortación de san Pablo (1Ts 5,16-24), estamos invitados a fomentar el gozo en nuestras vidas por todas las bendiciones que Dios nos otorga y a volvernos a Él en una oración perseverante y llena de gratitud. Gocemos de todo lo hermoso y bello de los dones materiales y también de los dones espirituales, descubriendo en ellos al Dador de todo bien, a Dios. Infundamos a nuestra jornada diaria, en diversos momentos, el aliento espiritual de la oración que nos ayudará a vivir siempre en su presencia y bajo su bendición. Y, finalmente, que la gratitud sea una expresión continua que brote de nuestros labios y que vaya acompañada de nuestras obras. Gratitud, porque nos descubrimos destinatarios del amor infinito y misericordioso de un Dios que tanto nos ama que viene nuevamente a nosotros en esta Navidad para llenar nuestras vidas de sentido y de felicidad.

8 de diciembre de 2011

Feliz sacerdocio.





A continuación podemos leer la carta sobre la vocación sacerdotal que Monseñor José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián, ha escrito para este día en que España celebra la solemnidad de su patrona, la Purísima o Inmaculada Concepción.


"Recientemente se publicaba en la revista Forbes, especializada en el mundo de los negocios y las finanzas, un estudio de investigación realizado por la Universidad de Chicago, en el que se daba a conocer que los sacerdotes conforman el colectivo de profesionales más felices de la sociedad norteamericana. Le seguían el colectivo de los bomberos, y otras profesiones con alto componente humanista y altruista.


Se agradece este dato “provocativo”, que nos da la oportunidad de testimoniar la salud de nuestra vocación sacerdotal, en medio de unas circunstancias más bien adversas. A lo largo de mi vida me han preguntado con frecuencia –y últimamente más- sobre el grado de satisfacción con el que he vivido como cura y ahora como obispo. Puedo decir en verdad que he sido, soy, y con la gracia de Dios espero seguir siendo, inmensamente feliz. Lo cual no implica que en mi vida no haya dolor y dificultades… Por eso mi respuesta ha sido siempre la misma: “Aunque sufro, soy muy feliz”. Sufro por mis propias miserias, pero también sufro en la misma medida en que amo; porque no puedo ser indiferente a los padecimientos de quienes me rodean, ni a la pérdida de sentido en la vida de tantos. Es más, no creo en otro tipo de felicidad en esta vida. La felicidad “rosa”, carente de problemas y de preocupaciones, no sólo no es cristiana sino que, simplemente, “no es”.


Es posible que resulte más fácil entender la felicidad sacerdotal en otro tipo de contextos sociales, como es el caso de los misioneros, quienes ordinariamente pueden “tocar” los frutos de su entrega generosa. Pero, ¿cómo puede un sacerdote ser feliz en una sociedad secularizada y anticlerical? Me atrevo a decir que sería una tentación y un error identificar la felicidad con el éxito social. La Madre Teresa de Calcuta repetía con frecuencia: “A mí Dios no me ha pedido que tenga éxito; me ha pedido que sea fiel”. El camino de la felicidad, pasa necesariamente por el de la fidelidad. La felicidad sin fidelidad es un espejismo, una mentira. No existe felicidad sin fidelidad. Y no olvidemos que la fidelidad comporta pruebas, incomprensiones, purificaciones, persecuciones…


Escuché en unos Ejercicios Espirituales que nuestra felicidad es proporcional a la experiencia de Dios que podamos alcanzar en esta vida. (Por cierto, me atrevo a apostar que la Universidad de Chicago se olvidó de las monjas contemplativas en su estudio estadístico, porque de lo contrario ellas habrían alcanzado el primer puesto en el ranking de “felicidad”. ¡Y si alguno lo duda, que haga la experiencia de tocar la puerta de algún monasterio!).


En definitiva, sólo cuando somos conscientes de que venimos del Amor y de que al Amor volvemos, es cuando podemos dar lo mejor de nosotros mismos con plena alegría. Y si tenemos en cuenta que la felicidad no es perfecta hasta que no se comparte, la segunda clave de la felicidad sacerdotal consiste en ser un instrumento de Dios para la vida del mundo. ¡Humilde instrumento de Dios!... ni más, pero tampoco menos.


Ni que decir tiene que la felicidad del sacerdote no es automática por el hecho de haber recibido las Órdenes Sagradas. Difícilmente podrá haber mayor desgracia que la vivencia del sacerdocio en abierta infidelidad. Recuerdo unas palabras del P. Arrupe, quien fue Prepósito General de la Compañía de Jesús: “Le pedí a Dios morir antes que serle infiel. Porque la muerte también es apostolado, mientras que la tibieza del sacerdote es la ruina de la cristiandad”. Desligar el sacerdocio de la búsqueda de la santidad, es tanto como divorciarlo de la felicidad.


Nuestra Diócesis de San Sebastián necesita sacerdotes, y sacerdotes santos; es decir, sacerdotes felices. También el conjunto de la sociedad los necesita, porque una y otra vez estamos comprobando lo que decía Bernanos: “Un cura menos, cien brujos más”. Y el genial y provocativo Chesterton lo formulaba así: “Necesitamos curas que nos recuerden que vamos a morir, pero también necesitamos curas que nos recuerden que estamos vivos”.


Hoy, fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, celebramos en las diócesis vascas el Día del Seminario. En este curso hemos iniciado una nueva etapa en la andadura de nuestro Seminario Diocesano. Es obvio que la escasez de candidatos al sacerdocio que padecemos en estos momentos, puede llevar a un empobrecimiento en su convivencia y formación. Por ello, nuestros seminaristas están ahora integrados en el Seminario de Pamplona, donde, entre semana cursan sus estudios teológicos; mientras que los fines de semana realizan sus prácticas de pastoral en nuestras parroquias. Tenemos el deber de poner todos los medios posibles para que los jóvenes que han sentido la llamada al sacerdocio, puedan discernirla y formarse en el ambiente más enriquecedor posible.


No tengo la menor duda de que el aumento de vocaciones sacerdotales dependerá en buena medida de nuestra perseverancia en la oración, de nuestra fidelidad y amor a la Iglesia de Cristo, y en especial, del testimonio de santidad y alegría de nosotros, los sacerdotes. ¡Que Santa María Inmaculada dé la gracia del “sí” a cuantos sean llamados al “feliz sacerdocio”!".

"¡Oh Purísima...



... y Santísima Virgen María,

yo creo y confieso

vuestra Santa e Inmaculada Concepción

pura y sin mancha.

¡Oh Purísima Virgen!,

por vuestra pureza virginal,

vuestra Inmaculada Concepción

y vuestra gloriosa cualidad de Madre de Dios,

alcanzadme de vuestro amado Hijo

la humildad, la caridad,

una gran pureza de corazón,

de cuerpo y de espíritu,

una santa perseverancia en el bien,

el don de oración,

una buena vida

y una santa muerte.

Amén"

Sine macula concepta...




La Inmaculada Concepción de María es el dogma de fe que declara que por una gracia singular de Dios, María fue preservada de todo pecado, desde el mismo instante de su concepción.


Esta doctrina es de origen apostólico, aunque el dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus que dice textualmente:


"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..."

7 de diciembre de 2011

Con mis ojos te veré...




Mis ojos, mis pobres ojos
que acaban de despertar
los hiciste para ver,
no sólo para llorar.

Haz que sepa adivinar
entre las sombras la luz,
que nunca me ciegue el mal
ni olvide que existes tú.

Que, cuando llegue el dolor,
que yo sé que llegará,
no se me enturbie el amor,
ni se me nuble la paz.

Sostén ahora mi fe,
pues, cuando llegue a tu hogar,
con mis ojos te veré
y mi llanto cesará.

28 de noviembre de 2011

Cuyos ojos vieron a la Señora...




Santa Catalina Labouré,

tú fuiste escogida

por la Santísima Virgen María.

Ella te reveló su deseo

de que sus hijos llevaran puesta

la Medalla Milagrosa

como prueba de su amor por ella

y en honor a su Inmaculado Corazón.

Tú, cuyos ojos vieron a la Señora,

intercede por nosotros,

para que podamos llevar a cabo

los deseos de nuestra Madre del Cielo.

Pídele que podamos recibir esas gracias

que corren de sus manos maternales

como rayos de luz. Amén.

27 de noviembre de 2011

¡Oh MARIA SIN PECADO CONCEBIDA...




En la Rue du Bac, número 140, en pleno centro de París, se encuentra situada la Casa Madre de la Compañía de las Hijas de la Caridad, que fundaran san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillach.


En esta casa, habitaba en 1830 entre otras muchas, una novicia llamada sor Catalina Labouré, a quien la Santísima Virgen confió un mensaje salvador para todos los que con confianza y fervor lo aceptaran y practicaran.


Sobre la primera aparición, leamos el mensaje escrito por la misma santa Catalina Labouré: "La noche del 18 de julio de 1830, a eso de las 23'30, me oí llamar: "¡Sor Labouré, sor Labouré!", desperté y miré el lado de donde venía la voz, y veo un niño vestido de blanco, de unos 4 a 5 años, que me dice: "VENGA A LA CAPILLA." Me levanté y guiada por el niño me fui a la capilla: la puerta se abrió apenas el niño la tocó con la mano. Sentada en un sillón, junto al altar, estaba la Virgen. Yo dudaba que fuese la Virgen, pero el niño me dijo: "¡ESA ES LA SANTA VIRGEN!", entonces la miré y di un salto hacia ella, arrodillándome a sus pies y poniendo las manos sobre sus rodillas. La Santísima Virgen me dijo:"HIJA MíA, EL BUEN DIOS QUIERE ENCOMENDARTE UNA MISIÓN. TENDRÁS MUCHAS PENAS QUE SUPERARÁS, PENSANDO QUE LO HACES POR LA GLORIA DEL BUEN DIOS. VENID A LOS PIES DE ESTE ALTAR: AQUÍ SE DISTRIBUIRÁN LAS GRACIAS A TODOS CUANTOS LAS PIDAN CON CONFIANZA Y FERVOR. "La Virgen mostró su deseo de que se fundara la Asociación de las Hijas de María, para celebrar el mes de mayo a Ella dedicado, con gran solemnidad. Me dijo: "YO GUSTO MUCHO DE ESAS FIESTAS Y CONCEDO MUCHAS GRACIAS."Dijo esto y desapareció por el lado de la tribuna. Me alcé de las gradas del altar y observé al niño donde lo había dejado. Me dijo: "SE HA IDO". Volví al lecho a las 2 de la mañana, oí dar la hora, pero ya no me dormí.


Sobre la segunda aparición, se nos dice: "El día 27 de noviembre de 1830, a las 5'30 de la tarde, en medio de un profundo silencio, de nuevo la Virgen se le aparece a sor Catalina Labouré, al pie del mismo altar, de pie sobre la esfera del mundo a sus plantas con un globo en las manos, y le dijo:""ESTE GLOBO QUE VES REPRESENTA EL MUNDO ENTERO Y CADA ALMA EN PARTICULAR."La figura de la Santísima Virgen estaba llena de tanta belleza, que yo no podría describirla. Advertí que sus dedos se llenaban de anillos y piedras preciosas, y los rayos de luz que de ellos salían se difundían por todas partes. Se me dijo:"ESTOS RAYOS DE LUZ SON EL SÍMBOLO DE LAS GRACIAS QUE LA SANTÍSIMA VIRGEN CONCEDE A TODOS LOS QUE SE LAS PIDEN. "Se formó un cuadro un poco ovalado alrededor de la Santísima Virgen con una inscripción con letras de oro que decía: iOH MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA, ROGAD POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS! "HAZ ACUÑAR UNA MEDALLA IGUAL A ESTE MODELO. TODAS LAS PERSONAS QUE LA LLEVEN CON CONFIANZA, COLGADA AL CUELLO, RECIBIRÁN GRANDES GRACIAS."


"En el reverso de la medalla debía colocarse la letra M y encima una cruz, añadiendo en la parte inferior dos corazones: uno coronado de espinas y otro traspasado por una espada. Símbolo de los corazones de Jesús y de María. Una vez acuñada la medalla, y propagada profusamente, los acontecimientos dieron pruebas del origen divino de su mensaje.


A vista de los hechos extraordinarios, el Arzobispo de París Mons. de QUELEN mandó hacer una investigación oficial sobre el origen y los hechos de la Medalla de la Rue du Bac. He aquí la conclusión: "La rapidez extraordinaria con la cual esta medalla se ha propagado, el número prodigioso de medallas que han sido acuñadas y distribuidas, los hechos maravillosos y las Gracias singulares que los fieles han obtenido con su confianza parecen verdaderamente los signos por los cuales el Cielo ha querido confirmar la realidad de las apariciones, veracidad del relato de la vidente y la difusión de la medalla". Y en Roma, en 1846, como consecuencia de la ruidosa conversión del judío Alfonso de Ratisbona, el Papa Gregorio XVI confirmaba con toda su autoridad las conclusiones del Arzobispo de París. Llevar la santa medalla es proclamar nuestra fe en la súplica de la Santísima Virgen María, como medianera universal ante la presencia de Dios.


La Medalla Milagrosa es conocida en el mundo entero, pero con frecuencia se ignora que las apariciones de la Capilla de la Rue du Bac prepararon los grandes acontecimientos de Lourdes."La Señora de la Gruta se me ha aparecido tal como está representada en la Medalla Milagrosa", declaró Santa Bernadita, que llevaba al cuello la Medalla de la Calle del Bac.


La invocación de la Medalla: "OH MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA, ROGAD POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS", difundida por todas partes por la Medalla Milagrosa, suscitó el gran movimiento de fe que "movió al Papa Pío IX en 1854, a definir el dogma de la Inmaculada Concepción. Cuatro años después, la aparición de Massabielle confirmaba de manera inesperada la definición de Roma.


En 1954, con ocasión del centenario de esta definición, la Santa Sede hizo acuñar una medalla conmemorativa. En el reverso de la misma, la imagen de la Medalla Milagrosa y la de la gruta de Lourdes, asociadas estrechamente, ponían de relieve el lazo íntimo que une las dos apariciones de la Virgen con la definición de¡ dogma de la Inmaculada Concepción.


Lo mismo que Lourdes es una fuente inagotable de Gracias, la Medalla Milagrosa es siempre el instrumento de la incansable bondad de la Santísima Virgen con todos los pecadores y desdichados de la tierra. Los Cristianos que sepan meditar su significado encontrarán en ella el simbolismo de toda la doctrina de la Iglesia sobre el lugar providencia¡ que María ocupa en la Redención, y en particular su mediación universal.



"¡Oh MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA,


ROGAD POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS!"

Nuestra vida se orienta al encuentro con Dios...





En su meditación previa al rezo del Ángelus dominical, el Papa Benedicto XVI recordó que hoy –con el inicio del Adviento- comienza un nuevo Año Litúrgico para la Iglesia y pidió a los fieles esperar el nacimiento de Cristo con la certeza de que toda la vida se orienta al encuentro con Dios.


“Hoy iniciamos con toda la Iglesia el nuevo Año Litúrgico: un nuevo camino de fe, que hay que vivir juntos en las comunidades cristianas, pero también –como siempre- para recorrerlo al interno de la historia del mundo, para abrirla al misterio de Dios, a la salvación que viene de su amor. El Año litúrgico inicia con el Tiempo de Adviento: tiempo estupendo en el cual se despierta en los corazones la espera del regreso de Cristo y la memoria de su primera venida, cuando se despojó de su gloria divina para asumir nuestra carne mortal”, afirmó el Papa según informa Radio Vaticana.


Asimismo, reflexionó sobre el Evangelio de hoy. “‘Estén atentos’. Este es el llamado de Jesús en el Evangelio de hoy. Lo dirige no sólo a sus discípulos, sino a todos: ‘Estén prevenidos’ (Mc 13,37). Es un llamado saludable a recordarnos que la vida no tiene sólo una dimensión terrena, sino que está proyectada a un ‘más allá’, como una plantita que germina de la tierra y se abre hacia el cielo. Una plantita pensante, el hombre, dotado de libertad y responsabilidad, por la que cada uno será llamado a dar cuenta de cómo ha vivido, de cómo ha utilizado sus propias capacidades: si se las ha guardado para sí o si las ha hecho fructificar también para el bien de los hermanos”.


“También Isaías, el profeta del Adviento, nos hace reflexionar hoy con una oración afligida, dirigida a Dios en nombre de su pueblo. El reconoce las faltas de su gente, y a un cierto momento dice: ‘No hay nadie que invoque tu Nombre, nadie que despierte para aferrase a ti, porque tú nos ocultaste tu rostro y nos pusiste a merced de nuestras culpas’ (Is 64,6)”.


“¿Cómo no quedar conmovido por esta descripción? Parece reflejar ciertos panoramas del mundo post-moderno: las ciudades en donde la vida se vuelve anónima y horizontal, en donde Dios parece ausente y el hombre el único patrón, como si fuera él el artífice y el director de todo: las construcciones, el trabajo, la economía, los transportes, las ciencias, la técnica, todo parece depender sólo del hombre. Y a veces, de este modo, que parece casi perfecto, suceden cosas sorprendentes, o en la naturaleza, o en la sociedad, por las cuales nosotros pensamos que Dios se haya como retirado, nos haya –por así decirlo- abandonado a nosotros mismos”, afirmó.


El Papa recordó que “el verdadero ‘patrón’ del mundo no es el hombre, sino Dios. El Evangelio dice: ‘Estén atentos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de la casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue al improviso y los encuentre dormidos’ (Mc 13, 35-36). El tiempo de Adviento viene cada año para recordarnos esto, porque nuestra vida encuentre nuevamente su justa orientación, hacia el rostro de Dios”.


“El rostro no de un ‘patrón’, sino de un Padre y de un Amigo. Con la Virgen María, que nos guía en el camino del Adviento, hagamos nuestras las palabras del profeta: ‘Porque tú, Señor, eres nuestro Padre, nosotros somos tu arcilla y tú nuestro alfarero, ¡todos somos la obra de tus manos! (Is 64,7)’”.

El "trabajo" más feliz del mundo...





Un estudio de la Universidad de Chicago publicado por la revista Forbes mostró que el sacerdocio es el "trabajo" más feliz del mundo, seguido en segundo lugar por la labor de bombero.


El estudio mostró que las personas se sienten más satisfechas con labores que no coinciden necesariamente con el éxito económico, pero sí con el servicio y la entrega al prójimo.


Los diez trabajos más satisfactorios se completan con fisioterapeutas, escritores, instructores de educación especial, maestros, artistas, psicólogos, agentes financieros e ingenieros de operaciones.


En el lado opuesto se encuentran puestos de directivos con salarios elevados, pero menos trato humano.


De esta manera informó que los trabajos más insatisfactorios son director de tecnología de la información, director de ventas y marketing, productor / manager, desarrollador web, técnico especialista, técnico electrónica, secretario jurídico, analista de soporte técnico, maquinista y gerente de marketing.

24 de noviembre de 2011

Purificación necesaria para el encuentro con Dios.




Catequesis de Juan Pablo II sobre el Purgatorio.



1. A partir de la opción definitiva por Dios o contra Dios, el hombre se encuentra ante una alternativa: o vive con el Señor en la bienaventuranza eterna, o permanece alejado de su presencia.


Para cuantos se encuentran en la condición de apertura a Dios, pero de un modo imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere una purificación, que la fe de la Iglesia ilustra mediante la doctrina del «purgatorio» (cf. Catecismo de la Iglesia católica, nn. 1030-1032).


2. En la sagrada Escritura se pueden captar algunos elementos que ayudan a comprender el sentido de esta doctrina, aunque no esté enunciada de modo explícito. Expresan la convicción de que no se puede acceder a Dios sin pasar a través de algún tipo de purificación.


Según la legislación religiosa del Antiguo Testamento, lo que está destinado a Dios debe ser perfecto. En consecuencia, también la integridad física es particularmente exigida para las realidades que entran en contacto con Dios en el plano sacrificial, como, por ejemplo, los animales para inmolar (cf. Lv 22, 22), o en el institucional, como en el caso de los sacerdotes, ministros del culto (cf. Lv 21, 17-23). A esta integridad física debe corresponder una entrega total, tanto de las personas como de la colectividad (cf. 1R 8, 61), al Dios de la alianza de acuerdo con las grandes enseñanzas del Deuteronomio (cf. Dt 6, 5). Se trata de amar a Dios con todo el ser, con pureza de corazón y con el testimonio de las obras (cf . Dt 10, 12 s).


La exigencia de integridad se impone evidentemente después de la muerte, para entrar en la comunión perfecta y definitiva con Dios. Quien no tiene esta integridad debe pasar por la purificación. Un texto de san Pablo lo sugiere.


El Apóstol habla del valor de la obra de cada uno, que se revelará el día del juicio, v dice: «Aquel, cuya obra, construida sobre el cimiento (Cristo), resista, recibirá la recompensa. Mas aquel, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego» (1Co 3, 14-15).


3. Para alcanzar un estado de integridad perfecta es necesaria, a veces, la intercesión o la mediación de una persona. Por ejemplo, Moisés obtiene el perdón del pueblo con una súplica, en la que evoca la obra salvífica realizada por Dios en el pasado e invoca si fidelidad al juramento hecho a los padres (cf. Ex 32, 30 y vv. 11-13). La figura del Siervo del Señor, delineada por el libro de Isaías, se caracteriza también por su función de interceder y expiar en favor de muchos; al término de sus sufrimientos, él «verá la luz» y «justificará a muchos», cargando con sus culpas (cf. Is 52, 13-53, 12, especialmente, 53, 11).


El Salmo 51 puede considerarse, desde la visión del Antiguo Testamento, una síntesis del proceso de reintegración: el pecador confiesa y reconoce la propia culpa (v. 6), y pide insistentemente ser purificado o «lavado» (vv. 4. 9. 12 y 16), para poder proclamar la alabanza divina (v. 17).


4. El Nuevo Testamento presenta a Cristo como el intercesor, que desempeña las funciones del sumo sacerdote el día de la expiación (cf. Hb 5, 7; 7, 25). Pero en él el sacerdocio presenta una configuración nueva y definitiva. Él entra una sola vez en el santuario celestial para interceder ante Dios en favor nuestro (cf. Hb 9, 23-26, especialmente el v. 24). Es Sacerdote y, al mismo tiempo, «víctima de propiciación» por los pecados de todo el mundo (cf. 1 Jn 2, 2).


Jesús, como el gran intercesor que expía por nosotros, se revelará plenamente al final de nuestra vida, cuando se manifieste con el ofrecimiento de misericordia, pero también con el juicio inevitable para quien rechaza el amor y el perdón del Padre.


El ofrecimiento de misericordia no excluye el deber de presentarnos puros o íntegros ante Dios, ricos de esa caridad que Pablo llama «vínculo de la perfección» (Col 3, 14).


5. Durante nuestra vida terrena, siguiendo la exhortación evangélica a ser perfectos como el Padre celestial (cf. Mt 5, 48), estamos llamados a crecer en el amor, para hallarnos firmes e irreprensibles en presencia de Dios Padre, en el momento de «la venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos» (1Ts 3, 12 s). Por otra parte, estamos invitados a «purificamos de toda mancha de la carne y del espíritu» (2Co 7, 1; cf. 1 Jn 3, 3), porque el encuentro con Dios requiere una pureza absoluta.


Hay que eliminar todo vestigio de apego al mal y corregir toda imperfección del alma. La purificación debe ser completa, y precisamente esto es lo que enseña la doctrina de la Iglesia sobre el purgatorio. Este término no indica un lugar, sino una condición de vida. Quienes después de la muerte viven en un estado de purificación ya están en el amor de Cristo, que los libera de los residuos de la imperfección (cf. concilio ecuménico de Florencia, Decretum pro Graecis: Denzinger-Schönmetzer, 1304; concilio ecuménico de Trento, Decretum de justificatione y Decretum de purgatorio: ib., 1580 y 1820).


Hay que precisar que el estado de purificación no es una prolongación de la situación terrena, como si después de la muerte se diera una ulterior posibilidad de cambiar el propio destino. La enseñanza de la Iglesia a este propósito es inequívoca, y ha sido reafirmada por el concilio Vaticano 11, que enseña: «Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada la única carrera que es nuestra vida en tierra (cf. Hb 9, 27), mereceremos entrar con él en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde "habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22, 13 y 25, 30)» (Lumen gentium, 48).


6. Hay que proponer hoy de nuevo un último aspecto importante, que la tradición de la Iglesia siempre ha puesto de relieve: la dimensión comunitaria. En efecto, quienes se encuentran en la condición de purificación están unidos tanto a los bienaventurados, que ya gozan plenamente de la vida eterna, como a nosotros, que caminamos en este mundo hacia la casa del Padre (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1032).


Así como en la vida terrena los creyentes están unidos entre sí en el único Cuerpo Místico, así también después de la muerte los que viven en estado de purificación experimentan la misma solidaridad eclesial que actúa en la oración, en los sufragios y en la caridad de los demás hermanos en la fe. La purificación se realiza en el vínculo esencial que se crea entre quienes viven la vida del tiempo presente y quienes ya gozan de la bienaventuranza eterna.

3 de noviembre de 2011

El humor de Padre Pío...





Una vez se presentó al fraile portero de San Giovanni Rotondo un hombre que, con cierta insistencia, logró convencerlo para que fuera a la celda de Padre Pío para pedirle un consejo sobre su salud. El fraile, sólo movido por un acto de caridad fraterna, trató de complacerlo yendo a llamar a la puerta de Padre Pío.

Desde dentro una voz respondió:

¿Qué quieres? ¿No ves que estoy reposando?.

Y el fraile portero dice:

Padre Espiritual, es un señor de Génova, muy enfermo, que quiere saber si debe continuar o suspender el tratamiento de electroshock que está recibiendo.

El Padre Pío, quitándole importancia a la respuesta le contesta:


Dile que lo suspenda, porque si ahora no es tonto, después lo será de verdad.

2 de noviembre de 2011

La vida del hombre no termina aquí...



Esta es la catequesis sobre el sentido cristiano de la muerte, que su Santidad el Papa Benedicto XVI dirigió hoy a los miles de peregrinos llegados a Roma desde diversos puntos del orbe en este dia en que celebramos la memoria de todos los fIeles difuntos.

Concédeles Señor, el descanso eterno...




Si ayer celebrábamos a Todos los Santos, la Iglesia Triunfante, la que está en el Cielo, hoy conmemoramos a los Fieles Difuntos. Desde antiguo, la Santa Madre Iglesia ha conservado esta costumbre piadosa y santa de orar por el descanso eterno de aquellos que ya han salido de este mundo y se encuentran todavía en el Purgatorio.


El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda, que los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, pasan después de su muerte por un proceso de purificación, para obtener la completa hermosura de su alma.

“Porque la vida de los que en Ti creemos, Señor, no termina, se transforma, y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el Cielo”. (Prefacio de difuntos).


Y al atardecer de la vida... nos examinarán del amor...

1 de noviembre de 2011

Interceded por nosotros...





Hoy, como cada 1º de noviembre, nuestra Santa Madre Iglesia, celebra la festividad de Todos los Santos, la cual tiene su origen en el siglo III, cuando el Papa Urbano IV decretó que en este día se venerase a todos aquellos bienaventurados que alguna vez pasaron por esta vida y que hoy gozan de la Vida Eterna junto a Dios.

Durante los 365 días del año, los católicos recordamos a varios santos y beatos por cada día, reconocidos oficialmente por la Iglesia, pero también hay otros, más numerosos que estos, y que como es de suponer, no caben en el calendario litúrgico romano.


El 1º de noviembre recordamos a todos los santos, desde aquellos de los más carismáticos y populares hasta los que son prácticamente desconocidos, entre los que se pueden encontrar familiares y amigos nuestros que ya hayan fallecido.

Después de que Jesús muriera en la Cruz, los cristianos fueron perseguidos ferozmente hasta morir de la forma más cruel. Los seguidores del Señor eran vistos como una amenaza tanto a la nación judía como para el mismo Imperio Romano. Miles de cristianos fueron despiadadamente torturados y asesinados por no renegar de Cristo.

Los cristianos iban alegres hacia su martirio, porque su fe les daba la certeza de que pasarían a una Vida mucho más plena en Dios. Mientras, los cristianos que seguían en este mundo se alegraban por sus hermanos que eran martirizados a causa de Jesús porque sabían que ya habían ganado el Cielo, la corona de gloria que no se marchita.Esta solemnidad, tiene también la finalidad de recordarnos a los que aún peregrinamos en esta vida, que estamos también llamados a la santidad. Todos podemos ser santos, en el lugar en el que estemos: basta hacerse humilde y paciente de corazón y revestirse de la gracia de Dios para hacer de cada cosa ordinaria de la vida algo extraordinario.

Una de las críticas predilecta que miembros de diversas sectas hacen a los católicos es recriminarnos que rendimos culto a los santos porque, de esta manera, adoramos a seres humanos iguales que nosotros cuando, según nos dice la Biblia, solo se adora a Dios. Pero sucede, que entre nosotros mismos, lo católicos, hay mucha desinformación acerca de la historia y doctrina de Nuestra Madre Iglesia y es por eso que fácilmente podemos caer en la confusión.

Bien sabemos que cualquiera de nosotros puede rezar por alguna otra persona que lo necesite y bien sabemos que Dios escucha esas plegarias: eso se llama oración de intercesión. Según nuestra fe, las personas que murieron y pudieron acceder al Cielo, continuando viviendo, aunque ahora en una realidad mucho más plena; desde el lugar que ellos se encuentran ahora, también pueden rezar por los que aún peregrinamos en este mundo. Por tanto, los católicos no adoramos a los santos. Los católicos solo adoramos a Dios. Cuando una persona le reza a un santo, lo que está haciendo es pedirle que interceda por él ante Dios. Claro que es válido que uno mismo se dirija a Dios rezando por uno mismo... pero si a esa oración se suma la de una santo, gana más fuerza el pedido ante Dios. Los santos no son "intermediarios", son tan solo intercesores. Los santos son ejemplos de vida, testimonios de vida cristiana que nos dicen que es posible seguir a Cristo en este mundo a pesar de todas las dificultades que podamos encontrar en esta existencia.

Feliz día de Todos los Santos, y ellos, que gozan ya de la visión de Dios, intercedan por nosotros.

24 de octubre de 2011

24 de octubre: San Antonio María Claret.




"Enamoraos de Jesucristo y del prójimo y lo entenderéis todo ...


y haréis muchas más cosas de las que yo he realizado ".


(San Antonio María Claret)

21 de octubre de 2011

En esta tarde...



En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de mi cuerpo a tu cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mi todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada.
Estar aquí junto a tu imagen muerta
e ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta. Amén.

15 de octubre de 2011

15 de octubre: Santa Teresa de Jesús.




QUE NADA TE TURBE, QUE NADA TE ESPANTE, SOLO DIOS BASTA.

12 de octubre de 2011

Abrazado a tu Pilar...




Virgen Santa, Madre mía,

Luz hermosa, claro día,

que la tierra aragonesa

te dignaste visitar.


Este pueblo que te adora,

de tu amor favor implora

y te aclama y te bendice

abrazado a tu Pilar.


Pilar sagrado, faro esplendente,

rico presente de caridad.

Pilar bendito, trono de gloria,

Tú a la victoria nos llevarás.


Cantad, cantad

himnos de honor y de alabanza

a la Virgen del Pilar.

11 de octubre de 2011

La alegría de la amistad... y de ser cura...





Hace unos días, el pasado viernes, unos amigos estupendos, me invitaron a cenar. Hacía pocos días que habían regresado de un largo viaje, una peregrinación maravillosa, y querian compartir conmigo todo lo vivido y como no, también la comida. Como anécdota, decir que habíamos quedado pronto, después de Misa, llegamos al restaurante y nos acomodamos en un lugar discreto, en una de las numerosas habitaciones que el lugar tenia preparado con varias mesas. Pero por mucha discresión, un cura, si va vestido como tal, da siempre la nota de color donde quiera que va, y no es porque yo sea precisamente moreno, jeje y menos racista. Pues eso, mis amigos se sentaron de espalda a la puerta de entrada de aquella sala del restaurante, y yo enfrenfe de ellos, es decir, mirando a la puerta. Les puedo asegurar, que nunca he comido con tanta comodidad y tranquilidad como aquel día, pues solo entraba el camarero a servir. Y es que la gente que miraba donde sentarse al entrar, al verme vestido de cura, con cierto descarado disimulado, se daban media vuelta y buscaban otra sala donde cenar. Sólo, cuando me quité el alzacuellos, y no parecia un sacerdote vestido, sino más bien un viudo bastante jóven, jeje, comenzó a llenarse la sala hasta quedar ocupadas todas las mesas. De suerte, que ya ibamos por el postre y nos libramos pronto del jolgorio y la juerga que el buen vino estaba comenzando a despertar entre nuestros amables vecinos de sala.


Esta es una de tantas anécdotas que tengo en mi haber, auque tengo amigos que tienen muchas más, y bastante graciosas cuanto más curiosas, como la de aquella señora que estaba repartiendo golosinas a los niños en una feria y se dirigió a un amigo sacerdote que iba con sotana y le dice: - ¡señor!, llévese estos caramelos para sus hijos...


O el cura que va al tanatorio a rezar un responso a un compañero sacerdote que había fallecido pocas horas antes y lo llevan a un sala donde tras comenzar a rezar ante el féretro cerrado, va leyendo en las cintas de las coronas: "tu esposa, no te olvida", "estarás siempre con nosotros; tus 8 hijos", " tus hijos políticos"...


En fin, amigos, y todo este rollo para decir que al llegar a casa, a estos amigos con los que tuve la suerte de comparti aquella cena y pasar aquel rato tan agradable, les regalé, como he hecho con otros, un cuadro con un pergamino con la siguiente oración sobre la amistad que comparto con todos vosotros y dice así:



"Qué grande es la amistad, Señor!. ¡Qué hermoso es tener amigos!.


Tú mismo, Jesús, viviste la alegría de estar con gente que te quería. Tú mismo nos dijiste, Jesús, que éramos tus amigos.


Quiero, Señor, vivir siempre siendo amigo, que Tú me enseñes a vivir la verdadera amistad. Quiero vivir compartiendo todo lo que soy, todo lo que tengo. Enséñame y ayúdame a merecer tu amistad, a no fallarte nunca. Ayúdame a dar cariño, amor, a no esperar siempre que me den, sino a dar. Cambiar mi corazón para que siempre busque lo que hace felices a los demás. Enséñame a valorar esos pequeños gestos que de manera sencilla dicen al otro, ¡te quiero!.


Que busque siempre la amistad, Tu amistad... la que se consigue solamente a base de amor, de generosidad, de alegría, de ayuda, de perdón..., nunca desde el odio, el rencor, el egoísmo o la venganza.


Hazme sentir lo grande que es llevar "AMIGO" por nombre, a vivir la amistad contigo y con los demás hasta las últimas consecuencias. Porque sé que así llegaré a ser feliz, y quienes vivan junto a mí, llegarán a conocerte".


Gracias de corazón a todos, por la alegría de la amistad, y por la alegría de ser cura y tener con quien compartirla. Norberto.

9 de octubre de 2011

Llévame donde los hombres...



En mi época de seminario, durante los encuentros vocacionales, solíamos cantar esta canción que lleva por título "Alma misionera". Hoy, me la he tropezado, y es que hacia ya mucho tiempo que no la escuchaba. La comparto con todos vosotros, y la dedico a todos aquellos jóvenes, chicos y chicas que se estan planteando la vida religiosa o misionera, y especialmente, a todos aquellos misioneros, que fuera de nuestra tierra, anuncian el Evangelio de Cristo, incluso en situaciones límite, donde sus vidas corren serio peligro. A unos, mucho ánimo en el camino y a otros, muchas gracias por el testimonio.

5 de octubre de 2011

Apóstol de la Divina Misericordia.



Santa María Faustina Kowalska, apóstol de la Divina Misericordia, forma parte del círculo de santos de la Iglesia más conocidos. A través de ella, el Señor Jesús transmite al mundo el gran mensaje de la Divina Misericordia y presenta el modelo de la perfección cristiana basada sobre la confianza en Dios y la actitud de caridad hacia el prójimo.


Nació el 25 de agosto de 1905 como la tercera hija entre diez hermanos en la familia de Mariana y Estanislao Kowalski, campesinos de la aldea de Głogowiec. En el santo bautizo, celebrado en la iglesia parroquial de Świnice Warckie, se le impuso el nombre de Elena. Desde pequeña se destacó por el amor a la oración, la laboriosidad, la obediencia y una gran sensibilidad ante la pobreza humana. A los 9 años recibió la Primera Comunión. La vivió muy profundamente, consciente de la presencia del Huésped Divino en su alma. Su educación escolar duró apenas tres años. Al cumplir 16 años abandonó la casa familiar para, trabajando de empleada doméstica en casas de familias acomodadas de Aleksandrów, Łódź y Ostrówek, mantenerse a sí misma y ayudar a los padres.


Ya desde los 7 años sentía en su alma la llamada a la vida religiosa, pero ante la negativa de los padres para su entrada en el convento, intentó apagar dentro de sí la voz de la vocación divina. Sin embargo, apresurada por la visión de Cristo sufriente fue a Varsovia y allí, el 1 de agosto de 1925 entró en la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia donde, como sor María Faustina, vivió trece años. Trabajó en distintas casas de la Congregación. Pasó los períodos más largos en Cracovia, Płock y Vilna cumpliendo los deberes de cocinera, jardinera y portera.


Para quien la observara desde fuera nada hubiera delatado su singular intensa vida mística. Cumplía sus deberes con fervor, observaba fielmente todas las reglas del convento, era recogida y callada, pero a la vez natural, llena de amor benévolo y desinteresado al prójimo. Su vida, aparentemente ordinaria, monótona y gris, se caracterizó por la extraordinaria profundidad de su unión con Dios.


Su espiritualidad se basa en el misterio de la Divina Misericordia, que ella meditaba en la Palabra de Dios y contemplaba en lo cotidiano de su vida. El conocimiento y la contemplación del misterio de la Divina Misericordia desarrollaban en ella una actitud de confianza de niño hacia Dios y la caridad hacia el prójimo. Oh Jesús mío —escribió— cada uno de tus santos refleja en sí una de tus virtudes, yo deseo reflejar tu Corazón compasivo y lleno de misericordia, deseo glorificarlo. Que tu misericordia, oh Jesús, quede impresa sobre mi corazón y mi alma como un sello y éste será mi signo distintivo en esta vida y en la otra. (Diario 1242). Sor Faustina era una fiel hija de la Iglesia a la que amaba como a Madre y como el Cuerpo Místico de Jesucristo. Consciente de su papel en la Iglesia, colaboró con la Divina Misericordia en la obra de salvar a las almas perdidas. Con este propósito se ofreció como víctima cumpliendo el deseo del Señor Jesús y siguiendo su ejemplo. Su vida espiritual se caracterizó por el amor a la Eucaristía y por una profunda devoción a la Madre de la Divina Misericordia.


Los años de su vida en el convento abundaron en gracias extraordinarias: revelaciones, visiones, estigmas ocultos, la participación en la Pasión del Señor, el don de bilocación, los dones de leer en las almas humanas, de profecía y de desposorios místicos. Un contacto vivo con Dios, con la Santísima Madre, con ángeles, santos y almas del purgatorio: todo el mundo extraordinario no era para ella menos real que el mundo que percibía a través de los sentidos. Colmada de tantas gracias extraordinarias sabía, sin embargo, que no son éstas las que determinan la santidad. En el Diario escribió:Ni gracias, ni revelaciones, ni éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hace perfecta, sino la comunión interior de mi alma con Dios. Estos dones son solamente un adorno del alma, pero no constituyen ni la sustancia ni la perfección. Mi santidad y perfección consisten en una estrecha unión de mi voluntad con la voluntad de Dios (Diario 1107).


El Señor Jesús escogió a sor Faustina por secretaria y apóstol de su misericordia para, a través de ella, transmitir al mundo sugran mensaje. En el Antiguo Testamento —le dijo— enviaba alos profetas con truenos a mi pueblo. Hoy te envío a ti a todala humanidad con mi misericordia. No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla, abrazarla con mi Corazón misericordioso (Diario 1588).


La misión de sor Faustina consiste en 3 tareas:


– Acercar y proclamar al mundo la verdad revelada en la Sagrada Escritura sobre el amor misericordioso de Dios a cada persona.


– Alcanzar la misericordia de Dios para el mundo entero, y especialmente para los pecadores, por ejemplo a través de la práctica de las nuevas formas de culto a la Divina Misericordia, presentadas por el Señor Jesús: la imagen de la Divina Misericordia con la inscripción: Jesús, en ti confío, la fiesta de la Divina Misericordia, el primer domingo después de la Pascua de Resurrección, la coronilla a la Divina Misericordia y la oración a la hora de la Misericordia (las tres de la tarde). A estas formas de la devoción y a la propagación del culto a la Divina Misericordia el Señor Jesús vinculó grandes promesas bajo la condición de confiar en Dios y practicar el amor activo hacia el prójimo.


– La tercera tarea es inspirar un movimiento apostólico de la Divina Misericordia que ha de proclamar y alcanzar la misericordia de Dios para el mundo y aspirar a la perfección cristiana siguiendo el camino trazado por la beata sor María Faustina. Este camino es la actitud de confianza de niño hacia Dios que se expresa en cumplir su voluntad y la postura de caridad hacia el prójimo. Actualmente este movimiento dentro de la Iglesia abarca a millones de personas en el mundo entero: congregaciones religiosas, institutos laicos, sacerdotes, hermandades, asociaciones, distintas comunidades de apóstoles de la Divina Misericordia y personas no congregadas que se comprometen a cumplir las tareas que el Señor Jesús transmitió por sor María Faustina.


Sor María Faustina manifestó su misión en el Diario que escribió por mandato del Señor Jesús y de los confesores. Registró en él con fidelidad todo lo que Jesús le pidió y describió todos los encuentros de su alma con Él. Secretaria de mi más profundo misterio —dijo el Señor Jesús a sor María Faustina— tu misión es la de escribir todo lo que te hago conocer sobre mi misericordia para el provecho de aquellos que leyendo estos escritos, encontrarán en sus almas consuelo y adquirirán valor para acercarse a mí (Diario 1693). Esta obra acerca de modo extraordinario el misterio de la misericordia Divina. Atrae no solamente a la gente sencilla sino también a científicos que descubren en ella un frente más para sus investigaciones. El Diario ha sido traducido a muchos idiomas,por citar algunos: inglés, alemán, italiano, español, francés, portugués, árabe, ruso, húngaro, checo y eslovaco.


Sor María Faustina extenuada físicamente por la enfermedad y los sufrimientos que ofrecía como sacrificio voluntario por los pecadores, plenamente adulta de espíritu y unida místicamente con Dios murió en Cracovia el 5 de octubre de 1938, con apenas 33 años. La fama de la santidad de su vida iba creciendo junto con la propagación de la devoción a la Divina Misericordia y a medida de las gracias alcanzadas por su intercesión. Entre los años 1965-67 en Cracovia fue llevado a cabo el proceso informativo sobre su vida y sus virtudes y en 1968 se abrió en Roma el proceso de beatificación, concluido en diciembre de 1992. El 18 de abril de 1993, en la Plaza de San Pedro de Roma, el Santo Padre Juan Pablo II beatificó a Sor María Faustina. Sus reliquias yacen en el santuario de la Divina Misericordia de Cracovia-Łagiewniki.

3 de octubre de 2011

3 de octubre: San Francisco de Borja.





Francisco de Borja, nació en Gandía (Valencia), en el año 1510. Virrey de Cataluña, duque de Gandía, gran privado del emperador Carlos V y caballerizo de la emperatriz Isabel, vivió ejemplarmente en palacio. Al fallecer la emperatriz Isabel, el contemplar los efectos de la muerte sobre el cadáver de quien había sido tan bella en vida, lo impulsó a despreciar la vanidades de la Corte. Después de la muerte de su esposa, en 1546, acabó de desligarse del mundo y entra en la Compañia de Jesús (Jesuitas) de quien llegó a ser superior general, distinguiéndose sobre todo por su profunda humildad. Dió gran impulso a las misiones. Murió en Roma el 1 de octubre de 1572 y fue canonizado en 1671.



Oración:


"Señor y Dios nuestro, al celebrar la fiesta de San Francisco de Borja, tu siervo fiel y cumplidor, enséñanos a comprender que nada hay en el mundo comparable a la alegría de gastar la vida en tu servicio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén".

2 de octubre de 2011

Recuerdos de aquel 2 de octubre...




Un día como hoy, hace ya 83 años, San Josemaría Escrivá funda el Opus Dei. De aquel martes, 2 de octubre de 1928, fiesta de los Santos Ángeles Custodios, escribe lo siguiente:



"Recibí la iluminación sobre toda la Obra, mientras leía aquellos papeles. Conmovido me arrodillé ‑estaba solo en mi cuarto, entre plática y plática‑ di gracias al Señor, y recuerdo con emoción el to­car de las campanas de la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles. (... ) re­copilé con alguna unidad las notas sueltas, que hasta entonces venía tomando. (...) Desde aquel día el borrico sarnoso se dio cuenta de la hermosa y pesada carga que el Señor, en su bondad inexplicable, ha­bía puesto sobre sus espaldas. Ese día el Señor fundó su Obra."

2 de octubre: Los ángeles custodios.




Ángel santo de la guarda,
compañero de mi vida,
tú que nunca me abandonas,
ni de noche ni de día.

Aunque espíritu invisible,
se que te hallas a mi lado,
escuchas mis oraciones
y cuenta todos mis pasos.

En las sombras de la noche,
me defiendes del demonio,
tendiendo sobre mi pecho
tus alas de nácar y oro.

Ángel de Dios, que yo escuche
tu mensaje y que lo siga,
que vaya siempre contigo
hacia Dios, que me lo envía.

Testigo de lo invisible,
presencia del cielo amiga,
gracias por tu fiel custodia,
gracias por tu compañía.

En presencia de los Ángeles,
suba al cielo nuestro canto:
gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo. Amén.

29 de septiembre de 2011

En mi aniversario de ordenación sacerdotal.





Un día como hoy, 29 de septiembre de 2007, festividad de los Santos Arcángeles; Miguel, Gabriel y Rafael, a las 12 de la mañana, en la Santa Iglesia Catedral Basílica de Canarias, fui ungido sacerdote por mi obispo don Francisco Cases Andreu.


Parece mentira, sí, y parece que fue ayer, pero ya han pasado 4 años.


En esta mañana y otro año más, solo tengo palabras de agradecimiento al Señor. Agradecimiento a Aquel, que un día me llamó, se fío de mí, y me confió tan sublime ministerio. Agradecimiento a Aquel que en los buenos momentos, que han sido muchísimos, me ha hecho participar de su Gloria, y en algunas ocasiones, en los momentos más duros, me ha hecho participar de su Cruz bendita.


Gracias otro año más por mi familia, a la que tan unida me siento. El sábado nos vemos, jeje.


Gracias por mis amigos, los que veo con más frecuencia y los que veo de vez en cuando, los viejos, los nuevos y los más recientes, aunque alguno me haga sufrir un poco y se olvida que “a.c.a.s.p.”, aún así, gracias.


Gracias por la parroquia en la que tengo la suerte de seguir compartiendo mi vida y desempeñando mi ministerio. Gracias por todo lo que me aguantan.


Gracias por mi obispo y compañeros sacerdotes. Gracias por la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz a la cual pertenezco.


En definitiva, gracias Señor por estos cuatro años de ministerio. Gracias por tanto don inmerecido.


Y termino con un pensamiento del Santo Cura de Ars:


“iSufrir! ¿Qué más da? Sólo es un momento. Si pudiésemos pasar ocho días en el cielo, comprenderíamos lo que vale este momento de sufrimiento aquí en la tierra. Ninguna cruz nos parecería pesada, y ninguna prueba sería amarga."



San Juan Mª Vianney (Patrono de los sacerdotes)

27 de septiembre de 2011

27 de septiembre: San Vicente de Paúl.




"Denme un hombre de oración, y será capaz de todo".



San Vicente de Paúl.

Oración a Padre Pío.





Bienaventurado y querido Padre Pío, testigo de fe y de amor. Admiramos tu vida como fraile Capuchino, como sacerdote y como testigo fiel de Cristo. El dolor marcó toda tu vida, por eso te llamamos "Un crucificado sin Cruz". El amor te llevó a preocuparte por los enfermos, a atraer a los pecadores, a vivir profundamente el misterio de la Eucaristía y del Perdón. Fuiste un poderoso intercesor ante Dios en tu vida, y sigues ahora desde el cielo haciendo el bien e intercediendo por nosotros. Queremos contar con tu ayuda para ser buenos seguidores de Cristo. Ruega por nosotros ante el Padre. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

21 de septiembre de 2011

Para pensar...


"Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor; solicito permiso para ir a buscarlo – dijo un soldado a su teniente.

- Permiso denegado soldado – replicó el oficial -.

No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ya este muerto.

El soldado haciendo caso omiso de la prohibición, salió, y una hora más tarde regresó mortalmente herido transportando el cadáver de su amigo.

El oficial estaba furioso:

- ¡Ya le dije yo que había muerto! ¡Ahora he perdido a dos hombres! Dígame, ¿valía la pena ir allá para traer un cadáver?

A lo que el soldado moribundo responde:

- ¿Claro que sí señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: ESTABA SEGURO QUE VENDRÍAS"

¡Ven y sígueme!



Celebramos hoy la fiesta de San Mateo, apóstol y evangelista. Su nombre significa: "regalo de Dios" y se le conoce también con el nombre de Leví. Era hijo de Alfeo.


Su oficio, recaudador de impuestos, era un cargo muy odiado por los judíos, porque esos impuestos se recaudaban para el Impero romano. Los publicanos o recaudadores de impuestos se enriquecían fácilmente. Y quizás a Mateo le atraía la idea de hacerse rico prontamente, pero una vez que se encontró con Jesucristo ya dejó para siempre su ambición de dinero y se dedicó por completo a buscar la salvación de las almas y el Reino de Dios.


Como ejercía su oficio en Cafarnaum, y en esa ciudad pasaba Jesús muchos días y obraba milagros maravillosos, ya seguramente Mateo lo había escuchado varias veces y le había impresionado el modo de ser y de hablar de este Maestro formidable. Y un día, estando él en su oficina de cobranzas, quizás pensando acerca de lo que debería hacer en el futuro, vio aparecer frente a él nada menos que al Divino Maestro el cual le hizo una propuesta totalmente inesperada: "Ven y sígueme".


Mateo aceptó sin más la invitación de Jesús y renunciando a su empleo tan productivo, se fue con El, no ya a ganar dinero, sino almas. No ya a conseguir altos empleos en la tierra, sino un puesto de primera clase en el cielo.


Mateo dispuso despedirse de su vida de empleado público dando un gran almuerzo a todos sus amigos, y el invitado de honor era nada menos que Jesús. Y con Él, sus apóstoles. Y estando en le banquete, los fariseos se escandalizaron horriblemente y llamaron a varios de los apóstoles para protestarles por semejante actuación de Jesús. "¿Cómo es que su maestro se atreve a comer con publicanos y pecadores?"


Jesús respondió a estas protestas de los fariseos con una noticia que a todos nos debe llenar de alegría: "No necesitan médico los que están sanos, sino los que están enfermos. Yo no he venido a buscar santos sino pecadores. Y a salvar lo que estaba perdido".Desde entonces, Jesús lo nombra como uno de sus 12 compañeros de camino, a los cuales llamó apóstoles. Según la tradición, se dice que predicó en Etiopía y que allí murió martirizado.Es el autor de uno de los cuatro evangelios, escrito especialmente para los judíos que se convertían al cristianismo, y por ello fue redactado en arameo, idioma que hablaba Jesús y los suyos.


Que San Mateo, gran evangelizador, interceda ante nuestro Señor Jesucristo, para que nos conceda un gran entusiasmo por leer, meditar y practicar siempre su santo evangelio.