31 de diciembre de 2011
Gracias Señor, por el año que termina...
Gracias Señor, por todo cuanto me diste en el año que termina,
gracias por los días de sol y los nublados tristes,
por las tardes tranquilas y las noches oscuras.
Gracias por la salud y por la enfermedad,
por las penas y las alegrías.
Gracias por todo lo que me prestaste y luego me pediste.
Gracias Señor, por la sonrisa amable y por la mano amiga,
por el amor y por todo lo hermoso y por todo lo dulce,
por las flores y las estrellas,
por la existencia de los niños y de las almas buenas.
Gracias por la soledad, por el trabajo, por las inquietudes,
por las dificultades y las lágrimas.
Por todo lo que me acercó a Ti.
Gracias por haberme conservado la vida,
y por haberme dado techo, abrigo y sustento.
Gracias Señor. Gracias Señor. Señor.
¿Qué me traerá el año que empieza?
Lo que Tu quieras Señor,
pero te pido fe para mirarte en todo,
esperanza para no desfallecer,
y caridad para amarte cada día más,
y para hacerte amar entre los que me rodean.
Dame paciencia y humildad, desprendimiento y generosidad,
dame Señor, lo que tu sabes que me conviene
y yo no sé pedir.
Que tenga el corazón alerta,
el oído atento, las manos y la mente activas,
y que me halle siempre dispuesto a hacer tu Santa Voluntad.
Derrama Señor, tus gracias sobre todos los que amo
y concede tu paz al mundo entero. Así sea.
Gracias Señor. Gracias Señor. Amén.
25 de diciembre de 2011
Navidad, misterio que conmueve nuestra fe y existencia
24 de diciembre de 2011
En la Natividad de nuestro Señor...
18 de diciembre de 2011
"Que se haga en mí...
"En el sexto mes, el Angel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Angel le dijo: “No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. María dijo al Angel: “¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?”. El Angel le respondió: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios”. María dijo entonces: “Yo soy la esclava del Señor, que se haga en mí según tu palabra”. Y el Angel se alejó. (Lucas 1, 26-38)"
17 de diciembre de 2011
Virgen del Adviento.
esperanza nuestra,
de Jesús la aurora,
del cielo la puerta.
Madre de los hombres,
de la mar estrella,
llévanos a Cristo,
danos sus promesas.
Eres, Virgen Madre,
la de gracia llena,
del Señor la esclava,
del mundo la reina.
Alza nuestros ojos
hacia tu belleza,
guía nuestros pasos
a la vida eterna.
Amén.
13 de diciembre de 2011
12 de diciembre de 2011
En el 478 aniversario de las apariciones de Ntra. Sra. de Guadalupe.
11 de diciembre de 2011
Domingo de Gaudete.
8 de diciembre de 2011
Feliz sacerdocio.
"¡Oh Purísima...
Sine macula concepta...
7 de diciembre de 2011
Con mis ojos te veré...
que acaban de despertar
los hiciste para ver,
no sólo para llorar.
Haz que sepa adivinar
entre las sombras la luz,
que nunca me ciegue el mal
ni olvide que existes tú.
Que, cuando llegue el dolor,
que yo sé que llegará,
no se me enturbie el amor,
ni se me nuble la paz.
Sostén ahora mi fe,
pues, cuando llegue a tu hogar,
con mis ojos te veré
y mi llanto cesará.
28 de noviembre de 2011
Cuyos ojos vieron a la Señora...
tú fuiste escogida
por la Santísima Virgen María.
Ella te reveló su deseo
de que sus hijos llevaran puesta
la Medalla Milagrosa
como prueba de su amor por ella
y en honor a su Inmaculado Corazón.
Tú, cuyos ojos vieron a la Señora,
intercede por nosotros,
para que podamos llevar a cabo
los deseos de nuestra Madre del Cielo.
Pídele que podamos recibir esas gracias
que corren de sus manos maternales
como rayos de luz. Amén.
27 de noviembre de 2011
¡Oh MARIA SIN PECADO CONCEBIDA...
Nuestra vida se orienta al encuentro con Dios...
26 de noviembre de 2011
El "trabajo" más feliz del mundo...
24 de noviembre de 2011
Purificación necesaria para el encuentro con Dios.
Catequesis de Juan Pablo II sobre el Purgatorio.
1. A partir de la opción definitiva por Dios o contra Dios, el hombre se encuentra ante una alternativa: o vive con el Señor en la bienaventuranza eterna, o permanece alejado de su presencia.
Para cuantos se encuentran en la condición de apertura a Dios, pero de un modo imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere una purificación, que la fe de la Iglesia ilustra mediante la doctrina del «purgatorio» (cf. Catecismo de la Iglesia católica, nn. 1030-1032).
2. En la sagrada Escritura se pueden captar algunos elementos que ayudan a comprender el sentido de esta doctrina, aunque no esté enunciada de modo explícito. Expresan la convicción de que no se puede acceder a Dios sin pasar a través de algún tipo de purificación.
Según la legislación religiosa del Antiguo Testamento, lo que está destinado a Dios debe ser perfecto. En consecuencia, también la integridad física es particularmente exigida para las realidades que entran en contacto con Dios en el plano sacrificial, como, por ejemplo, los animales para inmolar (cf. Lv 22, 22), o en el institucional, como en el caso de los sacerdotes, ministros del culto (cf. Lv 21, 17-23). A esta integridad física debe corresponder una entrega total, tanto de las personas como de la colectividad (cf. 1R 8, 61), al Dios de la alianza de acuerdo con las grandes enseñanzas del Deuteronomio (cf. Dt 6, 5). Se trata de amar a Dios con todo el ser, con pureza de corazón y con el testimonio de las obras (cf . Dt 10, 12 s).
La exigencia de integridad se impone evidentemente después de la muerte, para entrar en la comunión perfecta y definitiva con Dios. Quien no tiene esta integridad debe pasar por la purificación. Un texto de san Pablo lo sugiere.
El Apóstol habla del valor de la obra de cada uno, que se revelará el día del juicio, v dice: «Aquel, cuya obra, construida sobre el cimiento (Cristo), resista, recibirá la recompensa. Mas aquel, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego» (1Co 3, 14-15).
3. Para alcanzar un estado de integridad perfecta es necesaria, a veces, la intercesión o la mediación de una persona. Por ejemplo, Moisés obtiene el perdón del pueblo con una súplica, en la que evoca la obra salvífica realizada por Dios en el pasado e invoca si fidelidad al juramento hecho a los padres (cf. Ex 32, 30 y vv. 11-13). La figura del Siervo del Señor, delineada por el libro de Isaías, se caracteriza también por su función de interceder y expiar en favor de muchos; al término de sus sufrimientos, él «verá la luz» y «justificará a muchos», cargando con sus culpas (cf. Is 52, 13-53, 12, especialmente, 53, 11).
El Salmo 51 puede considerarse, desde la visión del Antiguo Testamento, una síntesis del proceso de reintegración: el pecador confiesa y reconoce la propia culpa (v. 6), y pide insistentemente ser purificado o «lavado» (vv. 4. 9. 12 y 16), para poder proclamar la alabanza divina (v. 17).
4. El Nuevo Testamento presenta a Cristo como el intercesor, que desempeña las funciones del sumo sacerdote el día de la expiación (cf. Hb 5, 7; 7, 25). Pero en él el sacerdocio presenta una configuración nueva y definitiva. Él entra una sola vez en el santuario celestial para interceder ante Dios en favor nuestro (cf. Hb 9, 23-26, especialmente el v. 24). Es Sacerdote y, al mismo tiempo, «víctima de propiciación» por los pecados de todo el mundo (cf. 1 Jn 2, 2).
Jesús, como el gran intercesor que expía por nosotros, se revelará plenamente al final de nuestra vida, cuando se manifieste con el ofrecimiento de misericordia, pero también con el juicio inevitable para quien rechaza el amor y el perdón del Padre.
El ofrecimiento de misericordia no excluye el deber de presentarnos puros o íntegros ante Dios, ricos de esa caridad que Pablo llama «vínculo de la perfección» (Col 3, 14).
5. Durante nuestra vida terrena, siguiendo la exhortación evangélica a ser perfectos como el Padre celestial (cf. Mt 5, 48), estamos llamados a crecer en el amor, para hallarnos firmes e irreprensibles en presencia de Dios Padre, en el momento de «la venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos» (1Ts 3, 12 s). Por otra parte, estamos invitados a «purificamos de toda mancha de la carne y del espíritu» (2Co 7, 1; cf. 1 Jn 3, 3), porque el encuentro con Dios requiere una pureza absoluta.
Hay que eliminar todo vestigio de apego al mal y corregir toda imperfección del alma. La purificación debe ser completa, y precisamente esto es lo que enseña la doctrina de la Iglesia sobre el purgatorio. Este término no indica un lugar, sino una condición de vida. Quienes después de la muerte viven en un estado de purificación ya están en el amor de Cristo, que los libera de los residuos de la imperfección (cf. concilio ecuménico de Florencia, Decretum pro Graecis: Denzinger-Schönmetzer, 1304; concilio ecuménico de Trento, Decretum de justificatione y Decretum de purgatorio: ib., 1580 y 1820).
Hay que precisar que el estado de purificación no es una prolongación de la situación terrena, como si después de la muerte se diera una ulterior posibilidad de cambiar el propio destino. La enseñanza de la Iglesia a este propósito es inequívoca, y ha sido reafirmada por el concilio Vaticano 11, que enseña: «Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada la única carrera que es nuestra vida en tierra (cf. Hb 9, 27), mereceremos entrar con él en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde "habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22, 13 y 25, 30)» (Lumen gentium, 48).
6. Hay que proponer hoy de nuevo un último aspecto importante, que la tradición de la Iglesia siempre ha puesto de relieve: la dimensión comunitaria. En efecto, quienes se encuentran en la condición de purificación están unidos tanto a los bienaventurados, que ya gozan plenamente de la vida eterna, como a nosotros, que caminamos en este mundo hacia la casa del Padre (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1032).
Así como en la vida terrena los creyentes están unidos entre sí en el único Cuerpo Místico, así también después de la muerte los que viven en estado de purificación experimentan la misma solidaridad eclesial que actúa en la oración, en los sufragios y en la caridad de los demás hermanos en la fe. La purificación se realiza en el vínculo esencial que se crea entre quienes viven la vida del tiempo presente y quienes ya gozan de la bienaventuranza eterna.
23 de noviembre de 2011
3 de noviembre de 2011
El humor de Padre Pío...
Desde dentro una voz respondió:
¿Qué quieres? ¿No ves que estoy reposando?.
Y el fraile portero dice:
Padre Espiritual, es un señor de Génova, muy enfermo, que quiere saber si debe continuar o suspender el tratamiento de electroshock que está recibiendo.
El Padre Pío, quitándole importancia a la respuesta le contesta:
2 de noviembre de 2011
La vida del hombre no termina aquí...
Esta es la catequesis sobre el sentido cristiano de la muerte, que su Santidad el Papa Benedicto XVI dirigió hoy a los miles de peregrinos llegados a Roma desde diversos puntos del orbe en este dia en que celebramos la memoria de todos los fIeles difuntos.
Concédeles Señor, el descanso eterno...
“Porque la vida de los que en Ti creemos, Señor, no termina, se transforma, y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el Cielo”. (Prefacio de difuntos).
1 de noviembre de 2011
Interceded por nosotros...
Durante los 365 días del año, los católicos recordamos a varios santos y beatos por cada día, reconocidos oficialmente por la Iglesia, pero también hay otros, más numerosos que estos, y que como es de suponer, no caben en el calendario litúrgico romano.
Después de que Jesús muriera en la Cruz, los cristianos fueron perseguidos ferozmente hasta morir de la forma más cruel. Los seguidores del Señor eran vistos como una amenaza tanto a la nación judía como para el mismo Imperio Romano. Miles de cristianos fueron despiadadamente torturados y asesinados por no renegar de Cristo.
Los cristianos iban alegres hacia su martirio, porque su fe les daba la certeza de que pasarían a una Vida mucho más plena en Dios. Mientras, los cristianos que seguían en este mundo se alegraban por sus hermanos que eran martirizados a causa de Jesús porque sabían que ya habían ganado el Cielo, la corona de gloria que no se marchita.Esta solemnidad, tiene también la finalidad de recordarnos a los que aún peregrinamos en esta vida, que estamos también llamados a la santidad. Todos podemos ser santos, en el lugar en el que estemos: basta hacerse humilde y paciente de corazón y revestirse de la gracia de Dios para hacer de cada cosa ordinaria de la vida algo extraordinario.
Una de las críticas predilecta que miembros de diversas sectas hacen a los católicos es recriminarnos que rendimos culto a los santos porque, de esta manera, adoramos a seres humanos iguales que nosotros cuando, según nos dice la Biblia, solo se adora a Dios. Pero sucede, que entre nosotros mismos, lo católicos, hay mucha desinformación acerca de la historia y doctrina de Nuestra Madre Iglesia y es por eso que fácilmente podemos caer en la confusión.
Bien sabemos que cualquiera de nosotros puede rezar por alguna otra persona que lo necesite y bien sabemos que Dios escucha esas plegarias: eso se llama oración de intercesión. Según nuestra fe, las personas que murieron y pudieron acceder al Cielo, continuando viviendo, aunque ahora en una realidad mucho más plena; desde el lugar que ellos se encuentran ahora, también pueden rezar por los que aún peregrinamos en este mundo. Por tanto, los católicos no adoramos a los santos. Los católicos solo adoramos a Dios. Cuando una persona le reza a un santo, lo que está haciendo es pedirle que interceda por él ante Dios. Claro que es válido que uno mismo se dirija a Dios rezando por uno mismo... pero si a esa oración se suma la de una santo, gana más fuerza el pedido ante Dios. Los santos no son "intermediarios", son tan solo intercesores. Los santos son ejemplos de vida, testimonios de vida cristiana que nos dicen que es posible seguir a Cristo en este mundo a pesar de todas las dificultades que podamos encontrar en esta existencia.
Feliz día de Todos los Santos, y ellos, que gozan ya de la visión de Dios, intercedan por nosotros.
30 de octubre de 2011
27 de octubre de 2011
24 de octubre de 2011
24 de octubre: San Antonio María Claret.
21 de octubre de 2011
En esta tarde...
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de mi cuerpo a tu cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mi todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada.
Estar aquí junto a tu imagen muerta
e ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta. Amén.
18 de octubre de 2011
15 de octubre de 2011
12 de octubre de 2011
Abrazado a tu Pilar...
11 de octubre de 2011
La alegría de la amistad... y de ser cura...
9 de octubre de 2011
Llévame donde los hombres...
En mi época de seminario, durante los encuentros vocacionales, solíamos cantar esta canción que lleva por título "Alma misionera". Hoy, me la he tropezado, y es que hacia ya mucho tiempo que no la escuchaba. La comparto con todos vosotros, y la dedico a todos aquellos jóvenes, chicos y chicas que se estan planteando la vida religiosa o misionera, y especialmente, a todos aquellos misioneros, que fuera de nuestra tierra, anuncian el Evangelio de Cristo, incluso en situaciones límite, donde sus vidas corren serio peligro. A unos, mucho ánimo en el camino y a otros, muchas gracias por el testimonio.
5 de octubre de 2011
Apóstol de la Divina Misericordia.
4 de octubre de 2011
3 de octubre de 2011
3 de octubre: San Francisco de Borja.
2 de octubre de 2011
Recuerdos de aquel 2 de octubre...
2 de octubre: Los ángeles custodios.
compañero de mi vida,
tú que nunca me abandonas,
ni de noche ni de día.
Aunque espíritu invisible,
se que te hallas a mi lado,
escuchas mis oraciones
y cuenta todos mis pasos.
En las sombras de la noche,
me defiendes del demonio,
tendiendo sobre mi pecho
tus alas de nácar y oro.
Ángel de Dios, que yo escuche
tu mensaje y que lo siga,
que vaya siempre contigo
hacia Dios, que me lo envía.
Testigo de lo invisible,
presencia del cielo amiga,
gracias por tu fiel custodia,
gracias por tu compañía.
En presencia de los Ángeles,
suba al cielo nuestro canto:
gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo. Amén.
30 de septiembre de 2011
29 de septiembre de 2011
En mi aniversario de ordenación sacerdotal.
28 de septiembre de 2011
27 de septiembre de 2011
23 de septiembre de 2011
Oración a Padre Pío.
21 de septiembre de 2011
Para pensar...
"Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor; solicito permiso para ir a buscarlo – dijo un soldado a su teniente.
- Permiso denegado soldado – replicó el oficial -.
No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ya este muerto.
El soldado haciendo caso omiso de la prohibición, salió, y una hora más tarde regresó mortalmente herido transportando el cadáver de su amigo.
El oficial estaba furioso:
- ¡Ya le dije yo que había muerto! ¡Ahora he perdido a dos hombres! Dígame, ¿valía la pena ir allá para traer un cadáver?
A lo que el soldado moribundo responde:
- ¿Claro que sí señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: ESTABA SEGURO QUE VENDRÍAS"