1 de mayo de 2013

Hasta la cima ...













La jornada de este día 1º de mayo comenzó bastante temprano. La mañana se presentaba algo fría, triste y lluviosa por estas tierras del norte, pero a  medida que despuntaba el día, comenzaban a salir tímidamente los primeros rayos de sol.

Al bajar y abrir las puertas del templo parroquial, un buen grupo de fieles, hacían su primera aparición, portando como no, variados y abundantes ramos de flores y ramas verdes. El resto, lo hacían poco a poco. Ya congregados en el templo y con la participación de bastantes niños y familias enteras, dimos comienzo con el saludo, la oración y el canto de salida: "Juntos como hermanos...", pues eso es lo que somos, hermanos, peregrinos, compañeros de viaje...

Y para que sepan los que no lo saben, con la llegada del primer día del mes de mayo, la tradición, recuperada de nuevo hace diez años, manda subir al Pico de La Atalaya, para los de Guía, o la Montaña Ajódar para los de Gáldar, (y así no se me enfadan ni unos ni otros, jeje), para enramar las catorce cruces del Vía Crucis, que comienza casi a mitad de la montaña y que llega hasta la misma cima. 

El camino desde el templo hasta la vereda que nos introduce en la subida a la montaña, transcurre con la incorporación de nuevos caminantes que poco a poco desde sus casas se unen a la comitiva, así como los temas de conversación se basan en los que este año no pudieron venir por varias circunstancias o en los que subían fielmente cada año, pero que los achaques de la enfermedad  y la edad, que no perdona, ya se lo han impedido. No obstante, ellos, unos y otros, estaban hoy con nosotros.

Desde la más joven con 7 añitos hasta la más veterana con 80, experimentaron el entusiasmo que supone  dicha subida, y yo, como nuevo párroco del lugar también, y Dios quiera, en sus manos lo dejo, que sean muchas más.

Poco antes de las doce del mediodía, llegamos a la cima, dejando atrás, las once cruces enramadas a medida que íbamos subiendo y rezando la estación correspondiente del Vía Crucis. Ya en la cima, los que habían subido en coche por problemas de salud, daban los últimos retoques florales a las tres cruces restantes que allí en la cima se encuentran, completando así, el número catorce de las estaciones. 

El rezo del Ángelus, en honor de nuestra Madre del Cielo, un pequeño refrigerio para reponer fuerzas y la foto correspondiente de los participantes, puso punto final a esta nueva subida hasta otro año.

Sin embargo, la bajada no dejó de ser también espectacular, ya no solo por las magníficas vistas del norte de la isla, de punta a punta, si bien por las historias, hazañas y recuerdos de niñez de los adultos del lugar mientras realizábamos la bajada; por esa pendiente de picón nos lanzábamos con un cartón, decía uno. Nos escapábamos de casa y veníamos aquí a jugar en la cuevas, por aquí entrábamos y por allí abajo salíamos, decía otra. No nos dejaban subir más arriba de casa de fulanito, y sin que lo supieran nuestros padres, nos recorríamos toda la montaña, comentaba otra. De arrastrarme por aquí abajo, rompí los pantalones y las espargatas comentaba otro. Y así, uno tras otro, travesuras de niño, ¿y quien no?. 

Sí amigos, hoy ha sido uno de esos días especiales, que como tantos otros, recordaré con gratitud. Y hoy, como antaño, hemos cumplido, hemos subido... 

Esperamos vernos el año que viene, con la misma fe, con la misma devoción y alegría, con la misma fraternidad. 

Ha sido un año más, pero ha sido un año distinto. Y yo, por vez primera, también he cumplido, he subido...

Gracias amigos, gracias familia, por compartir juntos, este hermoso día...


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