7 de diciembre de 2009

"Purísima había de ser...


…Señor, la Virgen que nos diera el Cordero inocente que quita el pecado del mundo. Purísima a la que, entre los hombres, es abogada de gracia y ejemplo de santidad”, escuchamos en el Prefacio de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción.

En 1854 el Papa Pío IX, declaró solemnemente como dogma de fe, “la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María”, que celebramos cada 8 de diciembre.

Esto dogma de fe de la Iglesia Católica, nos viene a decir que la Santísima Virgen, fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original desde el primer instante de su concepción -por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente- en atención a los méritos de Cristo Jesús, Señor nuestro, Salvador del género humano.

“Busca a Dios en el fondo de tu corazón limpio, puro; en el fondo de tu alma cuando le eres fiel, ¡y no pierdas nunca esa intimidad!. Y, si alguna vez no sabes cómo hablarle, ni qué decir, o no te atreves a buscar a Jesús dentro de ti, acude a María, "tota pulchra" -toda pura, maravillosa-, para confiarle: Señora, Madre nuestra, el Señor ha querido que fueras tú, con tus manos, quien cuidara a Dios: ¡enséñanos a todos a tratar a tu Hijo!”. ( Forja 84. San Josemaría Escrivá).

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