Los evangelistas describen al final de los evangelios y al principio del libro de los Hechos de los Apóstoles, y los cristianos repetimos en nuestro Credo, que Jesús "Subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre".
Esta afirmación es un modo de hablar para decir que Jesús se fue al Padre, llevando consigo su naturaleza humana. Ir al cielo significa, ir a Dios. En el cielo, iremos a unirnos al cuerpo de Cristo resucitado.
Según la narración de San Lucas, la Iglesia celebra la Ascensión del Señor a los cuarenta días de su resurrección. Esta fiesta está dentro del tiempo pascual que consta de cincuenta días y concluye con la Venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia.
La fiesta de la Ascensión no nos habla de un alejamiento de Cristo, sino de su glorificación en el Padre. Con la Ascensión, Cristo se ha acercado más a nosotros, con la misma cercanía de Dios. Es esta también, una fiesta de esperanza. Con él, todos nosotros hemos subido al Padre en la esperanza y en la promesa. En la Ascensión celebramos la subida de Cristo al Padre y nuestra futura ascensión. El cielo es nuestra meta y la vida terrena, nuestra propia vida, es el camino para conseguirla.
La fiesta de la Ascensión del Señor es una invitación a levantar nuestra mirada a las cosas del cielo, sabiendo que allá donde ha entrado Cristo cabeza, entrará también el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. “Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios” nos dice el apóstol Pablo. (Col 3, 1-3).
Podemos decir que la fiesta de la Anunciación nos invita a tener nuestra mirada fija en el cielo, donde reside Cristo a la derecha del Padre, pero las manos y el esfuerzo en esta tierra que sigue teniendo necesidad de la manifestación de los hijos de Dios. Es una invitación a seguir trabajando por construir la “civilización del amor” y “dar razón de nuestra esperanza a todo aquel que nos la pidiere”(1 Pt 3,15).
El cristiano debe ser un agente de evangelización, un testigo de esperanza y de luz en medio de un mundo de tinieblas. De igual modo, y siguiendo la Evangelium nuntiandi n.28: “La evangelización comprende además la predicación de la esperanza en las promesas hechas por Dios mediante la nueva alianza en Jesucristo; la predicación del amor de Dios para con nosotros y de nuestro amor hacia Dios, la predicación del amor fraterno para con todos los hombres —capacidad de donación y de perdón, de renuncia, de ayuda al hermano— que por descender del amor de Dios, es el núcleo del Evangelio; la predicación del misterio del mal y de la búsqueda activa del bien”.
Que vivamos siempre unidos a Cristo, y demos con coherencia cristiana, testimonio del amor de Dios manifestado en Jesús que asciende hoy a los cielos.
Es verdad hoy hay que mirar al cielo aunque a veces sólo lo hacemos para lamentarnos. Aunque también es cierto que hay que mirar en las dos dimensiones al suelo para que nuestro hermano no se nos escape desapercibido y podamos prestarle ayuda y al cielo para desearlo para él y para nosotros mismos. Balanza equilibrada...
ResponderEliminarCon los pies en la tierra pero con la mirada fija en el cielo, sin miedo a tropezar...
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