En el Evangelio de este Domingo XV del Tiempo Ordinario, como hemos podido escuchar, Jesús nos presenta la parábola del sembrador. De verdad, creo que el Señor se lució con esta parábola, al explicar de una forma tan sencilla como tenemos que recibir los cristianos cada día la Palabra de Dios.
Los que conocemos algo de las faenas del campo, sabemos que no es nada fácil preparar el terreno para recibir el grano. Se requiere de muchos cuidados, un día y otro, y todo eso, tras arar la tierra con mucha paciencia. El labrador, espera paciente el fruto de su trabajo, ve dorarse los campos y ve también como los frutos van tomando color, pero aun sabe que falta tiempo para la cosecha. Y nosotros, que poco pacientes somos, como queremos ver enseguida los frutos de nuestro trabajo, con lo que hemos trabajado y sembrado en la viña y aun no vemos siquiera el menor de los indicios de que algo comienza a germinar. Como nos falta adquirir la paciencia de los sencillos labradores que esperan, simplemente esperan, a que llegue la hora. ¿Y que decir del terreno de nuestra vida?. Qué poco nos cultivamos, para que en lugar de ser ese terreno pedregoso o lleno de zarzas, seamos una tierra fértil, bien abonada, dispuesta a recibir la semilla del Sembrador y dar buenos frutos, y una vez recibida, seamos también nosotros sembradores en los fértiles corazones de los demás.
Señor, tú lo sabes todo, tú conoces y esperas el momento justo, nosotros somos unos impacientes, lo queremos ver todo al instante. Tu Palabra llega cada día al terreno de nuestra vida, y no siempre Señor te lo encuentras arado, abonado y bien preparado para recibir la semilla como tu esperabas. Nuestra insconstancia, los afanes de la vida, y mil cosas más, impiden que produzcan en nosotros buenos frutos. Señor, perdónanos por nuestra impaciencia, que esperemos siempre en Tí. Sólo Tú tienes Palabras de vida eterna. Pero a pesar de nuestras incoherencias Señor, no te canses nunca de depositar cada día, Tu Palabra en nuestros corazones.
Muchas veces nos impacientamos por ver el fruto de lo que hemos sembrado.
ResponderEliminarJesús nos avisa en este evangelio de cómo puede llegar a ser el terreno de la siembra, y nos alerta para la hora que nosotros sembramos, y además para nosotros mismos, que somos sembradores y terreno a la vez.
Como bien dices, la paciencia de los agricultores es la mejor lección. Todo terreno hay que prepararlo bien, después sembrar, regar con cariño y dejar a la propia naturaleza, al mismo Dios que haga su trabajo.
Un abrazo
Qué buen comentario Norbert. Me parece un blog elegante y sencillo que puede ayudar a mucha gente. Y recuerda lo que has explicado a propósito de la Palabra de Dios: hay que tener paciencia y llevar un blog a veces cuesta y es cansino; no se ven los frutos inmediatamente. Pero estoy seguro que de estos comentarios y sugerencias que nos haces, Dios los hará fructificar en muchos. Un abrazo.
ResponderEliminarLo esperamos de colaborador en "Sacerdotes sin fronteras".
ResponderEliminarFelicidades por su Blog.